Este es otro de esos pendientes que rondaban mi cabeza desde hace tiempo, y que después del día de hoy, siento que es necesario despachar. También está teñido, de alguna manera, por la lectura que estoy haciendo de "How Children Fail", de John Holt.
Siento la necesidad de disculparme con las personas (muchachos) que fueron mis estudiantes durante mi época como profesor en la Universidad de los Andes.
Aunque intenté hacer mi mejor esfuerzo (con los elementos que tenía en aquella epoca), no puedo desconocer que fui cómplice de un sistema con poco interés en sus intereses y realidades personales. Hice parte de un entorno que, para bien o para mal, buscaba filtrar a los "buenos" de los "malos", en donde estas categorías solamente representaban la capacidad de dar las respuestas que los profesores esperábamos a las preguntas que hacíamos.
Me acuso también de no haber explorado los suficiente las razones por las cuales muchos de mis estudiantes no me entendían. Estaba tan preocupado tratando de cubrir el tema "para el parcial", que no hallé tiempo para ver más allá de las dificultades evidentes de muchos de ellos (llegué a calificar parciales con 0.2 sobre 5, en algunas ocasiones... Acaso eso tiene sentido?)
Tengo también alguna responsabilidad por no lograr comunicar la importancia de la muy detallada evaluación que realicé en mis últimos semestres (llena de comentarios detallados sobre las posibles causas de los errores cometidos en las pruebas). Estaba tan ocupado tratando de calificar de la mejor manera posible, que no me pregunté (y tampoco les pregunté) si en realidad ese esfuerzo de mi parte tenia algún significado en sus vidas.
Tal vez lo más duro de todo es reconocer que mi preocupación inicial era "formar programadores", y no necesariamente con el objetivo de prepararlos para un mundo más complejo, o para un entorno laboral específico, sino con el simple interés de garantizar que "estuvieran listos" para el siguiente curso en la carrera de obstáculos que es el pregrado (no en vano lo llamamos "estudiar una carrera", no?).
Por último, soy responsable por no haber hablado y protestado lo suficiente como profesor. Soy responsable por haber tratado de mantener un bajo perfil y de ser complaciente con el sistema, a costa del bienestar real no sólo mio, sino de mis propios estudiantes.
Pero allí no termina mi mea culpa. Mientras me desempeñé como diseñador instruccional en Uniandes, con alguna frecuencia fui también complaciente con el sistema. Puse los conocimientos que tenía al servicio de este mismo sistema, con la intención de ayudar pero sin la conciencia real de la forma como estaba intentando hacerlo.
Mi intención como diseñador instruccional (interlocutor, lo llamábamos en Uniandes, pues hacíamos "interlocución" entre los profesores, los pedagogos y el área de desarrollo de software) siempre fue mejorar los ambientes de aprendizaje para los estudiantes de diversas disciplinas. Como en cualquier otro escenario, este objetivo se cumplió en algunos casos, y en otros no tanto.
Así que reconozco mi responsabilidad frente a los casos en los que dejamos de hacer cosas realmente valiosas sólo para permitir que determinado profesor se sintiera "cómodo" con el resultado. También soy responsable por no atreverme a poner en marcha ideas más arriesgadas, pero tal vez más cercanas a los intereses de muchos estudiantes. Soy responsable por no haber hecho un poco más de lo que hice. Aunque para esta época hablé mucho más y critiqué mucho más, tal vez no me arriesgué lo suficiente para llegar un poco más lejos.
En el fondo, en realidad me siento responsable por perpetuar, de alguna manera, un sistema organizado para castigar a las personas en función de las cosas que otros piensan que deberían aprender. Por otro lado, no recuerdo un solo curso en el cual hubiéramos conversado sobre una responsabilidad ética frente a problemas de mayor alcance que los que debían resolverse para una evaluación determinada. Al final, tengo la extraña sensación de haber contribuido para hacer más eficiente un proceso que no va necesariamente en la dirección necesaria para resolver los críticos problemas que enfrentamos como sociedad y, por qué no, como especie.
La última parte de mi Mea Culpa tiene que ver, obviamente, con lo que siento que no alcancé a hacer durante mi paso por el Ministerio. No por negligencia, sino por la magnitud del problema y por la visión del mundo que tenía en ese momento.
La experiencia del MEN (o mejor, esa experiencia sumada a la suerte de conocer a personas excepcionales) cambió mi forma de ver el mundo. Y me puso en el camino que me trae a esta reflexión. De hecho, todo lo que hice o dejé de hacer me trae a este momento. No podría hacer sido de otra forma.
Así que en realidad esto no significa que todo lo que he hecho estuvo mal. Por el contrario. A conciencia, intenté hacer mi mejor esfuerzo como profesor, y progresivamente encontré la necesidad (y descubrí la importancia) de hablar de cosas que se salieran del "tema" previsto (recuerdo haber mencionado alguna vez la neuroplasticidad en un curso de programación), y de poner en limpio (y mejorar) el material de apoyo del curso. Es una pena no haber conocido (o mejor, comprendido) el potencial en ese momento cosas como RSS o los wikis.
También recuerdo muchos cursos que acompañé como interlocutor, en los cuales cuestionamos muchas cosas, y logramos transformar completamente la práctica de algunos docentes. Recuerdo cuán gratificante era escuchar a los profesores, y tratar de encontrar formas en las cuales la tecnología aportaba al aprendizaje de los alumnos.
También me siento francamente orgulloso de haber logrado poner en marcha el proceso de construcción de planes institucionales de uso de TIC en las IES. El tiempo está mostrando que este es un muy buen punto de partida para estimular reflexiones de alto nivel sobre el uso de las TIC, que ayuda además a articular las otras acciones que el MEN realiza. En este caso fue invaluable la fortuita participación de Ulf Ehlers, Virginie Aimard y Tony Bates, quienes ayudaron a disparar mis comprensiones en un sentido completamente nuevo.
Pero siento que no reflexionar y reconocer lo que estuvo mal, me impide seguir adelante con una nueva perspectiva. Así que esta reflexión es un resultado de reconocer que en este mundo tan complejo, no es sólo natural sino inevitable equivocarse, pues nunca tendremos la información suficiente para tomar la mejor decisión posible frente a una situación dada.
En los últimos meses he descubierto la gran dificultad asociada a decir "me equivoqué". Mas aún cuando lo que percibo como algo equivocado ha generado (y sigue generando) procesos y perspectivas de trabajo futuro. Tal vez lo más evidente para mí, en este sentido, tiene que ver con el área de objetos de aprendizaje. Me inquieta sobremanera que a nivel nacional (y tal vez latinoamericano) estemos atrapados en una discusión interminable sobre una definición, sobre asuntos de interoperabilidad, o sobre cómo 'evaluar' estos materiales. Me inquieta porque todos esos recursos y esfuerzo humano podrían dedicarse a problemas más críticos, que estamos dejando de lado.
Me inquieta que quienes se encuentran en la situación de liderar estos temas no tengan información suficiente (como me ocurrió a mi) para tomar las mejores decisiones posibles, si tal cosa existe. Estamos ante una responsabilidad inmensa como para no mantener activo de manera permanente un sistema personal de "corrección de errores" que nos permita ver más allá de cómo nos gustaría que fuera el mundo, para trabajar con el mundo real que nos rodea.
Me gusta sentir que cosas como los EduCamp han logrado ser mucho más consecuentes con mis propias ideas actuales, y no puedo evitar sentirme muy afortunado de tener la oportunidad de ponerlas en marcha. El problema (si podemos llamarlo así) es que a medida que pasa el tiempo me cuesta más trabajo no escuchar a mis convencimientos personales. Me inquieta sobremanera encontrarme en espacios en los cuales percibo que lo que se está planeando no va a tener un impacto real, o en donde seguimos perpetuando cosas que, en un contexto más amplio, no tienen tanto sentido. Me inquieta más aún percibir que el mecanismo de corrección de errores no necesariamente está activo en muchos casos, y que terminamos haciendo más de lo que hemos hecho siempre, sin preguntarnos si tiene sentido o no.
Supongo que lo más importante es asegurarme de hablar más, de llamar la atención sobre las cosas que a mi juicio pueden estar mejor, y de no tener que hacer un mea culpa futuro por omisión. Igual, cada vez se hace mas evidente la inmensa dificultad inherente a chocar contra los supuestos básicos del sistema del cual hacemos parte. Es igualmente inquietante descubrir cuántas personas han llamado la atención sobre estos temas, con poco éxito.
Pero que otros no hayan podido, no significa que nosotros no podamos. De ser así, el mundo no habría cambiado en absoluto en los últimos 7500 años de historia humana.
Con eso dicho, hora de seguir adelante. Con un pendiente menos.