Originalmente, esta es una respuesta a un post de Edgar Altamirano que hace parte del curso ELRN y tiene un título bastante provocativo: Nosotros somos robots. El límite de caracteres de Blogger no me deja publicar allá, así que en lugar de editarme decidí responder aquí. De alguna manera, esto da continuidad a algunas ideas que ya había escrito en este blog, y sobre las que tenía pendiente regresar.
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Hay un aspecto que me parece importante resaltar, Edgar, y es que el conectivismo tiene (a mi juicio) algo que es difícil encontrar en otras teorías de aprendizaje: una base biológica que lo respalda.
Mira que tanto el conductismo como el cognitivismo y el constructivismo tienen una aproximación más orientada a la psicología que a la biología, y cuando uno lee acerca de neurociencia (Brain Rules de John Medina es una excelente introducción a muchas de estas ideas), lo que encuentra es que este comportamiento de red efectivamente se encuentra en cada uno de nuestros cerebros.
Ahora, una podría argumentar que el cognitivismo, en la medida en que explica el aprendizaje desde los procesos cerebrales se acerca a esa base biológica, pero lo cierto es que no podemos llegar a algo más básico (digo yo) que neuronas nterconectadas entre sí. Es por eso que digo que las ideas de Siemens tienen esa 'ventaja': no tanta ideología, no tanta psicología, y mucho de biología de respaldo.
Por supuesto, esto no resuelve las inquietudes que planteas. Todo lo contrario. Sin duda, sí hay aquí una tensión importante que refleja esa dualidad mente/materia que tanto nos ha marcado desde Descartes (y Platón, si a eso vamos), y que nos puede llevar a estos cuestionamientos que empiezas a plantear acerca del sentido.
Pero mi impresión personal es que podemos estar confundiendo dos cosas distintas aquí. No veo claro por qué el entendernos como una máquina biológica significa que no tenemos conciencia o que nuestros pensamientos no tienen sentido. Pienso que son cosas distintas. Sin duda, si hablamos desde una perspectiva espiritual el asunto toma otra dimensión, pero hasta donde entiendo ese no es el caso.
Me pregunto si parte de tu inquietud tiene que ver con el papel que el determinismo juega aquí. Si somos máquinas biológicas (esto es, una especie de robots), en consecuencia nuestros pensamientos, lo que entendemos como yo, nuestras emociones, son predeterminadas y en consecuencia, no existimos en el sentido trascendente del término.
Me gustaría ofrecer una alternativa: Si bien lo que tenemos en nuestro cerebro es una red de conexiones, también se reconoce como un sistema complejo y, como todo sistema complejo (desde las ideas tanto de complejidad como de teoría de caos), hace posible la aparición de propiedades emergentes que las partes aisladas no pueden exhibir. Estas propiedades, a su vez, hacen posibles cosas que para el sistema inicial no tendrían sentido alguno.
En alguna charla TED reciente, alguien hablaba acerca de cómo bloques sencillos permiten construir cosas de complejidad inesperada. Por ejemplo, partamos de un conjunto de piedras, y podemos llegar a una catedral. Partamos de un transistor y podemos llegar a Internet. ME pregunto si una analogía con el tema que nos ocupa es válida: Si partimos de una neurona, ¿podemos llegar a la conciencia, a la emoción, al yo diferenciado?
Creo que por eso no me inquieta tanto el problema del aprendizaje y la conciencia como un fenómeno de origen biológico. Porque lo que esa complejidad ha generado excede el mero componente biológico. Por supuesto, esto es una posición filosófica, digamos, que como cualquier otra es debatible, pero que me ha ayudado a conciliar estas tensiones.
No obstante, hay una forma diferente de verlo, que al menos para mi resulta mucho más inquietante, por las consecuencias que puede tener. Seguramente has escuchado de los memes. Hay una charla TED de Susan Blackmore en la cual indica, en la línea de Richard Dawkins, que tal vez esos replicantes se comportan tal cual como los genes, y que podemos estar casi a punto de generar replicadores tecnológicos (temes, los llama ella), que podrían terminar por alterar sustancialmente nuestra percepción de "pináculos de la evolución".
Lo que resulta MUY inquietante en esta perspectiva, al menos para mi, es que como seres humanos no somos más que máquinas de reproducción de memes, lo cual deja bastante comprometida nuestra pretensión de individualidad, independencia y autonomía.
Así que mis inquietudes cuando me miro al espejo parecen ser otras, y lo que me produce cierto escozor es que, si en realidad somos máquinas de memes, escapar de esa situación puede ser una tarea realmente difícil.
Me temo que no hay respuestas finales frente a estas cosas, sólo el recordatorio de que tal vez la realidad es mucho más extraña de lo que nos gusta pensar. Enfrentarnos a eso, definitivamente, no es tarea fácil, pero al menos para mi, claramente vale la pena.
Me parece fantástico que este tipo de reflexiones asomen la cabeza, pues son perspectivas poco comunes y que difícilmente aparecerían en un curso típico sobre estos temas.
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