Uno de mis temas de exploración para este año es el de estrategias de contenidos. Hace años, por causa de mi trabajo en el tema de objetos de aprendizaje había tenido una primera inmersión en esta área, pero con un foco en temas de interoperabilidad y en la puesta en marcha de enormes repositorios de contenido que, lamentablemente, tenían (y siguen teniendo) un escaso uso. Ese encuentro y desencuentro quedó registrado en una entrada de hace ya tiempo.
Con el enorme reto que tenemos entre manos con la Red de Liderazgo Escolar, terminé orientando mi mirada de nuevo hacia el contenido, pero esta vez con una perspectiva mucho más comunicativa. Este ejercicio nos permitió percibir que, con frecuencia, en los proyectos educativos el contenido se aborda como algo cuyo ciclo de vida termina con el almacenamiento, pues los procesos de promoción y movilización brillan por su ausencia cuando se trata de repositorios educativos.
Así, poco a poco nuestra perspectiva ha ido pasando de ver el contenido como material educativo almacenado para consulta, a entenderlo como activos de información relevantes para una audiencia, que agregan valor y se convierten en excusa/gancho para retener la atención. Con este contexto, me encontré un libro de Christina Halvorson y Melissa Rach, muy bien referenciado, titulado Content Strategy for the web.
El libro habla de la necesidad de abordar la producción y gestión de contenidos de una manera estratégica, reconociendo que los procesos vinculados no son lineales (como a veces los entienden muchos ingenieros), sino de orden complejo. Partiendo de una definición de lo que es una estrategia nuclear de contenidos, avanza en una exploración más o menos detallada de las actividades necesarias para:
- identificar los activos de contenido con los que cuenta una organización,
- definir una estrategia de contenido alineada con los objetivos de la organización,
- identificar la ‘sustancia’ y definir la estructura de la estrategia,
- diseñar los flujos de trabajo y los aspectos de governanza necesarios para ejecutar la estrategia.
Más allá de lo anterior, el libro está lleno de formas diferentes (al menos para mi) de entender el problema del contenido, que generan un montón de preguntas y al mismo tiempo ofrecen muchas guías para empezar a realizar experimentos propios.
Mientras leía el libro, organicé un mapa mental de la estructura y los conceptos subyacentes. El mapa mental, creado con XMind, está disponible aquí:
En caso de que prefiera algo menos detallado, el siguiente archivo PDF (si se descarga se ve MUCHO mejor) contiene un resumen de primer nivel del mapa mental:
La exploración del libro me reiteró una sensación que se ha vuelto recurrente en los últimos meses: ¿cómo pude estar sin saber estas cosas durante tanto tiempo? No solo miro hacia atrás, sino que miro el entorno y empiezo a notar la enorme cantidad de recursos puestos en iniciativas que no tienen mucha diferencia con lo que ya estábamos haciendo hace años (con éxito limitado, además). Es un asunto cíclico: ignoramos que otros ya pasaron por el mismo camino, y a veces nos quedamos haciendo lo mismo que, sín éxito, ellos hicieron.
Así que aquí hay insumos clave para revisitar mi problema original con los repositorios: su uso (o la ausencia de él). Espero que acercarse al problema desde otras perspectivas y poner en marcha pequeños experimentos nos permita entender mejor los factores que condicionan y potencian el uso de ciertos servicios como apoyo a los procesos de aprendizaje y de desarrollo profesional.
Al menos, ahora sé más que lo que sabía antes. Y eso siempre ayuda.