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Cloud Atlas

Hace unas pocas semanas vi el trailer de Cloud Atlas, una película del año pasado que aún no ha sido estrenada en Colombia, producida por los hermanos (ahora hermano y hermana) Wachowski, los que hace más de una década sorprendieron con Matrix.

Llamó mi atención el alcance del trailer y el carácter épico que parece tener la película, con escenas de cinco épocas históricas diferentes presentadas en un largo segmento de más de cinco minutos (un montón para un trailer!) y aparentemente entrelazadas entre sí.  La frase “todo está conectado” sugiere un sutil hilo conductor para la película.  ¿Mi primera impresión? Demasiado ambicioso, y con muchos riesgos de que no funcione bien.  Aún así, me encantó el trailer y, en especial, su banda sonora.

Próxima parada, grooveshark, en donde está disponible la banda sonora. Volviendo a mis (cada vez menos frecuentes) obsesiones musicales, terminé escuchando una y otra vez la música, sin entender muy bien cómo se relacionaba un motif con otro.  La banda sonora es compuesta por tres personas, así que eso ayuda a entender la variedad de los cortes.  Tan entusiasmado estaba que lo mencioné en Twitter.

Allí me enteré, gracias a Melina Masnatta, de que Cloud Atlas (traducido, creo, como “El Atlas de las Nubes”) es en realidad una novela de un británico llamado David Mitchell, que fue adaptada al cine.  Melina mencionó que el libro era inspirador, así que decidí leerlo.

Y así, Cloud Atlas se convirtió en el primer libro completo que leo en este nuevo año. Es una novela con una estructura muy interesante que recuerda a una colina:  la primera mitad corresponde a historias con distintos protagonistas y diferentes estilos de escritura, que desarrollan una progresión histórica clara. Un detalle común a todos los capítulos es que terminan en punta (literalmente, uno de ellos termina con una frase incompleta), y que de manera muy sutil sugieren puntos de contacto entre un capítulo y el que lo precede.

El capítulo central se ubica en un futuro post-apocalíptico lejano, dando cierre a un viaje que inicia en el siglo 19. Luego, aparecen los complementos de los capítulos iniciales, pero ahora en una secuencia cronológica inversa. Es decir, el capítulo inicial sólo se resuelve en el último capítulo.

Tan solo la estructura hace que el libro sea bastante complejo, recordándome a The Sea and the Summer de George Turner (traducido como Las torres del olvido), por las múltiples voces que incluye.  Para completar, el inglés del primer y último capítulos, así como el del centro, son algo hostiles (al menos para mi).  Todo un reto iniciar cada capítulo, debido a la falta de relación obvia con el anterior. La primera parte consiste en escalar la colina. Y sin embargo, al pasar de la mitad (la cima de la colina) uno se siente ‘en bajada’, atando cabos y descubriendo aspectos insospechados de los distintos personajes.  Si la lectura en el idioma original es un reto, la escritura debió ser un desafío enorme para Mitchell. Un desafío muy bien resuelto, vale la pena decirlo.

Algunos resaltados del libro.

Tal vez lo más notorio de Cloud Atlas para mi es su escala, así como la manera en la cual las distintas historias se entrelazan, dejando en el ambiente un ligero sabor a reencarnación de los personajes principales. Aunque, para ser justos, no se trata necesariamente de reencarnación, sino que puede ser aquella idea de los arquetipos como ‘personajes potenciales’ que se repiten una y otra vez de manera inevitable en los individuos de nuestra especie.  Además, es notoria la riqueza contenida en los dos mundos futuristas que Mitchell desarrolla en apenas tres capítulos. Las historias no contadas de esos mundos, apenas sugeridos, podrían llenar libros completos.

Mi sensación después de terminar la lectura es que la película (juzgando por el trailer) toma un enfoque bastante más positivo que el del libro.  Pues, si bien uno ve lo que puede ver en las cosas que lee, mi impresión es que Cloud Atlas documenta la historia del ascenso y caída de nuestra especie, ocasionadas ambas por la necesidad de “más” (especialmente marcada en Occidente), que nos convierte en fabulosos (y terribles) depredadores de nuestro entorno.  Dice Adam Ewing, el protagonista del primer y último capítulos:

Why undermine the dominance of our race, our gunships, our heritage & our legacy? Why fight the “natural” (oh, weaselly word!) order of things? Why? Because of this:—one fine day, a purely predatory world shall consume itself. Yes, the Devil shall take the hindmost until the foremost is the hindmost.

Expresando así una gran esperanza de poder minar esa dominancia.  Sin embargo, como lectores tenemos el privilegio de mirar hacia el futuro, en donde nos encontramos con un mundo que pasa por algo llamado corpocracia, en donde una mezcla de ingeniería genética, consumismo extremo y propaganda generan una distopia que conlleva el colapso de toda nuestra civilización, la cual termina recordando a los ‘Antiguos’ con asombro mientras se sumerge en las luchas tribales y la dominación por la fuerza que marcaron el inicio de nuestra historia (y que nunca hemos superado).

Hay algo de Ouroboros aquí. Tal como se expresa en el sexteto Cloud Atlas, compuesto por el protagonista del segundo y décimo capítulos, tenemos temas que se repiten con distinta intensidad de manera cíclica. Nuestra historia como especie (de acuerdo con la mirada del libro) pareciera terminar de manera similar a como empezó. Y no hay mucho que podamos hacer al respecto, porque depende de un aspecto tal vez inevitable de la naturaleza humana.   O al menos, de la lógica imperante en nuestro planeta.

Lógica que en el libro se refleja en la destrucción de los Moriori por los Maorí (hecho histórico), en la colonización inglesa “en el nombre de Dios” que involucraba enfermedades y vicios que diezmaron a las poblaciones indígenas, y  en la destrucción de los pueblos de los Nueve Valles por parte de los Kona (ficción). Lo dramático es que es posible encontrar referencias de este tipo en todos y cada uno de los momentos de nuestra historia. La resistencia pacífica y el profundo valor dado a la vida por parte de los Moriori, tristemente, es una excepción en lugar de la regla.

Hay otro aspecto llamativo del libro: la forma en la que la historia es recordada por medio de artefactos parciales que son transmitidos a lo largo del tiempo y que terminan llegando inevitablemente a los mismos seres, en épocas distintas.  De un diario a una serie de cartas, de una novela a una película y luego de una grabación en video futurista (llamada orison en el libro) al mito de la tradición oral.  Los mecanismos de comunicación disponibles terminan siendo los que nos cuentan esa ficción que llamamos pasado, que siempre será incompleta, y que con frecuencia confundimos con la realidad.

La gran pregunta que queda abierta para mi, como de costumbre, es qué significa todo esto para un individuo viviendo en el momento histórico que estamos viviendo.  La intención de Mitchell no parece ser cuestionar ni advertir sobre el futuro, al contrario de lo que uno percibe en obras como 1984 o Un mundo feliz.  Cloud Atlas nos recuerda que, en el largo plazo, la época que vivimos hoy no será más que una etapa en la que, sin pensar mucho en ello, gestamos las distopias del futuro.  De  esto hace eco la historia de Timothy Cavendish, tal vez la menos épica de todas y, justamente, la que se desarrolla en nuestros días.

Un par de ideas de cierre: Lo que para nosotros es una distopia, para los habitantes del futuro no será otra cosa que el ‘estado natural’ de las cosas. ¿Acaso no vivimos ya en una distopia?

Y una última frase del libro:

Boundaries between noise and sound are conventions, I see now. All boundaries are conventions, national ones too. One may transcend any convention, if only one can first conceive of doing so

Veo ahora que los límites entre el ruido y el sonido son convenciones. Todos los límites son convenciones, incluso los nacionales. Uno puede trascender cualquier convención, sólo si primero logra concebirlo.

Eso es lo que nos rodea: convenciones. Límites imaginarios que hemos asumido como reales. Esta no es una idea nueva para mi, y hace que me pregunte una vez más cuáles límites podemos (y debemos) trascender.

Primer libro del año terminado. Ahora sólo falta ver la película. :)

#reAprender Radio: explorando radio (colectiva?) en Internet

Hace poco más de un año realicé una serie de grabaciones (que me resistí a llamar podcast) sobre algunos temas relacionados con las prácticas educativas abiertas (El registro de esas grabaciones está disponible aquí). Esas sesiones fueron una divertida oportunidad de jugar con diversas herramientas, enfrentarme al problema de actuar como lo haría un disc-jockey novato (o como yo imagino que lo haría, mejor) y, por supuesto, profundizar en algunos aspectos importantes de lo que estaba haciendo en el momento.

Pero, aunque esto funcionaba bastante bien, siempre tuve la curiosidad de explorar algo como lo que Grant Potter puso en marcha para ds106. Lo intenté hasta cierto punto durante el año anterior y ya es hora (de hecho estoy muy atrasado) en compartir lo que he aprendido, a ver si crece. :)

A lo que dediqué una (pequeña) parte de mi tiempo en 2012 fue a ‘cacharrear’ con la emisión de radio por Internet, algo que nunca antes había hecho.  Recuerdo que hace años usé Winamp para emitir lo que estaba escuchando en mi computador usando Shoutcast, pero sólo lo probé con una persona así que no cuenta como radio.  Y cosas como Twitter no existían en la época, además…

La idea es bastante sencilla: usted tiene un servidor en línea que actúa como emisora, y algún número de personas se conectan para escuchar.  Esto no es nada nuevo. De hecho, hemos tenido este tipo de servicios durante más de una década.  Lo interesante es que los requisitos para poner en marcha algo así se han reducido de manera dramática, haciendo posibles cosas como ds106radio o lo que yo he bautizado #reAprenderRadio.

¿Cómo funciona?:

  • El servidor en línea es provisto por shoutaccount.com.  Consiste en una instalación CentovaCast (ahora en versión 3) con IceCast2 (también hay disponibles opciones con ShoutCast). Uno elige el plan que desea (con algún grado de libertad y según la disponibilidad de dinero, obviamente): ancho de banda, número máximo de oyentes y espacio en disco, entre otras cosas.  El dinero para el servidor ha salido de mi bolsillo, pues es la manera más sencilla de experimentar.  Tanto CentovaCast como IceCast pueden ser instalados por cuenta propia, pero esto requiere ciertas condiciones que no funcionan en mi caso. Lo más sencillo es pagar por el hosting.
  • Cuando usted tiene un servidor, basta con usar la interfaz web incluida o un cliente FTP para subir archivos de audio (mp3) a su servidor. Se pueden organizar listas de programación (hasta consolidar una parrilla completa, si se quiere) o simplemente dejar en rotación permanente los archivos subidos.
  • Si ya tiene audio, puede empezar a emitir. El servidor se queda andando solo y usted puede conectarse usando la mayoría de clientes de audio disponibles: iTunes, VLC, WinAmp, etc. Para el caso de #reAprenderRadio, la dirección es http://199.101.48.167:2199/tunein/reaprend.pls (en este momento hay un único clip que reueda todo el día, después del colapso del anterior servidor… No he tenido tiempo de subir nuevas cosas…). Al seguir este enlace debería iniciarse alguna aplicación de audio encargada de manejarlo.  Pero aquí pueden empezar los líos, pues el puerto no es el 80 (estándar para páginas web) sino 2199. Este puerto puede estar bloqueado por la configuración de algunos firewalls, lo cual impide escuchar.  Primera regla, entonces: De preferencia conéctese desde algún lugar sin puertos bloqueados (o al menos, sin este puerto específico bloqueado).  Esto cambia de instalación a instalación, así que no hay una solución universal.
  • Pero lo más interesante aquí no es escuchar, sino la posibilidad de emitir. Si usted tiene un computador (de escritorio o portátil) puede instalar una aplicación como NiceCast (hay muchas otras para diversos sistemas operativos que no he probado) y, con la configuración adecuada, “apropiarse de la señal” de la emisora para emitir en vivo.
  • Lo mejor de todo: si usted tiene un iPhone (también debe funcionar con algunos modelos de iPod/iPad, supongo), puede instalar una aplicación llamada Papaya Broadcaster, que le permite emitir desde donde se encuentre!

Pero, ¿y qué emitir? Algunos ejemplos, en mi caso:

  • Un espectáculo de tango en el Café Tribunales de Montevideo.
  • La grabación de un show de bossa nova al lado del mar, realizada en Ilha Grande (RJ).
  • El sonido del mar y el viento en las inesperadas dunas de arena de Florianópolis.
  • Redireccionar el audio de una entrevista via Skype
  • Redireccionar el audio de una sesión de Elluminate (ampliando el número de participantes)
  • Lo que esté escuchando en mi computador, jugando al disc-jockey (redireccionando audio desde mi navegador o cualquier otra aplicación).
  • Y alguna que otra conferencia a la que he asistido, permitiendo a quienes nos están allí estar al tanto de lo que ocurre.
  • Publicar algunos de los productos de los pArTICipantes de ArTIC.

¡Las posibilidades son muy interesantes! Y de hecho, para el caso de ds106radio se volvieron fascinantes:

  • Uno puede articular el servicio FTP con dropbox para permitir a cualquier persona enviar archivos de audio que entran a hacer parte de la programación de la emisora.  En ds106radio, lo que esto significa es que no existe una parrilla estable, sino que hay total incertidumbre respecto a lo próximo que va a sonar. No hay un encargado. Todo el mundo envía lo que quiere (y eventualmente lo escucha).
  • Papaya hizo posible que alguien en Tokyo tomara la señal y empezara a emitir lo que estaba escuchando en el metro. Unos minutos después, se desconectaba y la música seguía rodando, hasta que alguien más empezara a emitir.  Todo coordinado a través de Twitter.
  • Se puede articular la emisora con servicios de teléfono, para habilitar llamadas en vivo. Mi experiencia con esto fue fantástica. En OpenEd11 realizada en Utah, Jim Groom tenía a cargo una presentación que estaba siendo emitida por ds106radio. El audio no estaba tan bueno y alguien en Twitter preguntó si podía mejorarse la calidad. Un instante después se siente que el computador/micrófono está siendo desplazado y, efectivamente, la señal mejora.  Al final de la conferencia, un grupo de personas se queda conversando al respecto y yo aprovecho para comentar alguna cosa por Twitter. Brian Lamb me pide que llame al número telefónico, lo cual hago a través de Skype desde Rio de Janeiro.  Un instante después, estoy al aire en una ’emisora’ que está emitiendo un evento que ocurre a miles de kilómetros de distancia. Así de fácil.

Sin embargo, hay algunas limitaciones a tener en cuenta, relacionadas en parte con las condiciones de nuestro entorno:

  • Para que esto funcione, es necesario estar bastante conectado, sea escuchando o emitiendo. Estar alejado de la red, por definición, limita las posibilidades de interacción. Esta es una enorme ventaja para este grupo de norteamericanos. Sus condiciones de conectividad son muy buenas, y además no parecen estar en demasiado movimiento.  Eso facilita mucho las cosas… En mi caso, el último año tuvo tal cantidad de altibajos y desplazamientos que pensar en ’emitir’ a veces era casi imposible.  Se necesita espacio y tiempo para cultivar algo de este estilo…
  • No se trata sólo de la conexión de una persona.  Para el público con el cual estoy en contacto con más frecuencia, los teléfonos inteligentes no son la norma, y los planes de datos siguen siendo bastante costosos en Colombia.  Emitir desde cualquier lugar implica consumos importantes de datos.
  • ds106radio tenía como ventaja el contexto en el que emergió: un curso de pregrado en una universidad pública estadounidense.   Las condiciones económicas son otras.  El tiempo disponible es otro.  Algo que sigue sorprendiéndome es cuán ocupado parece estar todo el mundo en el sector educativo. Es sorprendente pero, en serio, a veces no hay tiempo para nada.  Y si algo requiere una emisora es tiempo…
Y, sin duda, surgen preguntas. Sobre todo las relacionadas con los temas de derechos de autor. Frente a ello, Jim Groom decía en alguna ocasión (palabras más, palabras menos) que no iba a dejar que este asunto limitara las posibilidades de exploración y experimentación que esto abre.  ¿La verdad? Coincido con eso.

Así que me he dedicado a explorar por mi cuenta las posibilidades, tratando de vivirlas y verlas mientras las condiciones locales se vuelven más propicias.  A eso dediqué parte de mi tiempo durante el año anterior.  Tengo que admitir que hay algo que me encantaría que ocurriera, y es que con otras personas pudiéramos hacer algo similar.  Debo admitir, igualmente, que me gustaría escuchar allí cosas que me gusten y, ante el aplastante panorama de reguetón, hip-hop y música tropical de mi entorno, me pregunto qué tan bien resultaría… Supongo que también es necesario admitir los miedos.. :)

En cualquier caso, si alguien está interesado en jugar un poco con esto, en especial con la emisión en vivo, basta con que me contacte para compartir los datos de acceso al servidor, a ver qué ocurre. Sé de personas que ya andaban explorando algunas cosas de audio, para quienes esta posibilidad de articulación de medios puede ser de interés.

Ya veremos qué pasa! :)

Algunos enlaces de mi trabajo…

Tenía pendiente enviar por correo electrónico a un par de personas algunos enlaces sobre el trabajo que he venido desarrollando en estos años, así que decidí convertir el correo en una entrada y dejarlo como referencia.  Con eso dicho:

El trabajo que he realizado en los últimos años está basado principalmente en la noción de Ambiente Personal de Aprendizaje (APA).  La forma en la cual comprendo esta idea está documentada en este artículo y también es discutida en este video.  El artículo, además de proveer una definición de trabajo, indica de manera general cómo he aplicado esta idea en el diseño y puesta en marcha de procesos de desarrollo profesional docente.

Pero el APA es sólo un caso de cómo la lógica de red y la teoría de redes pueden aplicarse a contextos de aprendizaje. En esta línea, una discusión más detallada del papel de las redes sociales (humanas) en la educación se encuentra en este video.  No obstante, con el tiempo se ha hecho evidente para mi que el tema de la integración de TIC a la educación no es un asunto que esté limitado al uso en el aula. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a pensar de esa forma, con lo que (como docentes) dejamos de lado la discusión acerca de los múltiples actores e intereses que intervienen en este proceso. Una discusión inicial sobre este contexto macro y algunas de sus implicaciones se encuentra en este video.

Estas compilaciones más o menos estructuradas de las ideas que subyacen al trabajo que he realizado surgen de dos líneas de práctica que iniciaron en 2007 y 2009, respectivamente (en varios de los videos anteriores se ilustran a distinto nivel de profundidad estas experiencias):

  • Talleres EduCamp:  Los EduCamp aparecieron como un espacio de experimentación de formas diferentes de organización para el aprendizaje colectivo de herramientas tecnológicas, proponiendo una descentralización del rol docente y explorando mecanismos para favorecer la autonomía de los participantes.  Inicialmente dirigidos a docentes de Educación Superior de Colombia, han sido probados con muy diversos públicos (docentes de todos los niveles, estudiantes de secundaria, funcionarios del Ministerio de Educación) en varios países de la región.  Los EduCamp han sido documentados en artículos publicados en español e inglés.
  • Cursos Abiertos en línea: Con el fin de experimentar los desafíos de poner en marcha a nivel latinoamericano experiencias similares a CCK08 (el primer MOOC ofrecido por George Siemens y Stephen Downes) y buscando llevar la riqueza observada en los EduCamp a un entorno en línea, desde 2009 inicié la oferta de diversos cursos en línea que son abiertos (cualquier persona puede participar) y proponen diversos esquemas de exploración conceptual, buscando de nuevo el desarrollo de la autonomía de los participantes y descentralizando el rol docente.  La descripción de los distintos cursos y los principios que están detrás de su diseño se encuentra aquí. Las experiencias vividas y algunos de los hallazgos y lecciones aprendidas han sido documentados en artículos en español e inglés.

Finalmente, una narración cronológica de este trabajo (en inglés), hasta 2011, se encuentra aquí.  A inicios de 2012, llevé a cabo una serie de conversaciones que proponen que otro marco de mi trabajo es el del desarrollo de prácticas educativas abiertas.  Estas conversaciones están organizadas y disponibles aquí.

Estos son apenas puntos de partida para la exploración de estos temas, y corresponden principalmente a la experiencia personal que he tenido la oportunidad de vivir. Son sólo una posibilidad (una muy interesante posibilidad) en medio de todo lo que ha venido ocurriendo en esta área.

Lo que hacemos cuenta…

En 2011, mientras avanzaba una de las cohortes de ArTIC-Uruguay, Michael Wesch escribía en algún foro de discusión un texto corto pero ‘sustancioso’ titulado Inspirando preguntas en el que argumentaba, entre otras cosas, la importancia que tiene para el futuro (y para el presente) comprender mejor las redes y la lógica de red.  El texto me gustó tanto como para traducirlo rápidamente e incluirlo dentro de los materiales de exploración de ArTIC.  Y después de este tiempo sigue ayudándome a percibir cosas que, como lo pondría Duncan Watts, resultan obvias en retrospectiva.

En especial, cuando hablamos de la lógica de red, se atraviesa la muy conocida frase de “todo está conectado”. La frase se ha convertido en un cliché con las historias del llamado ‘efecto mariposa’ y está teñida de un enorme romanticismo (digo yo, al ver  series como Touch, por ejemplo). O con la importancia de usar bombillos ahorradores y asumir hábitos de vida más ‘sostenibles’ (aunque a veces no resulte claro para quién son sostenibles… para los interesados, una crítica bien ácida pero real de estos movimientos se encuentra en la novela gráfica As the world burns).

Lo que se nos escapa a veces (al menos a mí se me escapó durante mucho tiempo) es que cuando tenemos un mundo en red y todo está conectado, lo que hacemos puede tener efectos no sólo inesperados sino invisibles.

Algunos ejemplos tomados de mis últimos días:

  • En muchas fiestas se ha vuelto normal usar varitas de luz como decoración o simplemente para, ‘animarlas’.  Su costo es bajo y además se pueden ensamblar unas con otras. ¡El límite es la imaginación! El problema es que no sólo requieren bastante energía para ser producidas, sino que una vez usadas no pueden ser recicladas. ¿En donde terminan las varitas después de las pocas horas de vida útil que tienen? En el basurero. Y nuestra vida sigue sin pensar siquiera en ello.
  • En algunas zonas, se acostumbra lanzar durante el día globos plásticos inflados con aire caliente.  El globo se infla y se va volando, para no ser visto de nuevo. Confieso que todavía me cuesta trabajo entender estos globos. Es cierto que son bonitos y que hay algo de magia en el hecho de ver un diamante de plástico elevándose en el cielo pero,en serio, ¿cuál es el punto? Los globos suben pero, inevitablemente, vuelven a bajar. Y cuando lo hacen pueden tener efectos serios. En zonas costeras, simplemente aportan a la dramática acumulación de plástico en el oceano y la costa. En el interior, lo mismo.  Pero como el globo es bonito y no volvemos a verlo, todo está bien. Y nuestra vida sigue sin pensar en ello.

Con los ejemplos anteriores más de uno dirá: “¿entonces tenemos que dejar de hacer las cosas que nos gustan? ¿tenemos que vivir aburridos?” (been there, done that).

  • Las filas en los peajes para volver a las ciudades después de un feriado o de la temporada de fin de año son enormes. Y el tráfico en las ciudades sólo tiende a empeorar. Lo curioso es que el comentario frecuente pone la responsabilidad en los gobiernos. ¡Es el colmo que no mantengan la infraestructura! ¡Por eso estamos como estamos!.  Lo que uno no suele escuchar es una reflexión (ni un asomo de duda) respecto al papel que cada uno tiene en este problema. Y en un país que concibe el automóvil como señal de ‘prosperidad’, celebramos los cientos de miles de vehículos vendidos cada año como un maravilloso logro. No pasa por nuestra cabeza que todos esos carros van a empeorar el tráfico y contribuir a la degradación ambiental.. “Mire, la mejor marca de carro es nuevo. Además, para eso se mata trabajando, no?”  (La solución a este problema no es sencilla, por supuesto, e implica repensar tanto el lugar de vivienda como de trabajo -cuando esto es posible-, contar con buenos sistemas de transporte público y aceptar que habrá cosas que no será posible hacer).
  • Una de las obsesiones de nuestra sociedad es obtener dinero de la manera más sencilla posible y, cuando se pueda, ‘poner la platica a producir’. A veces soñamos con trabajos fantásticos en donde por poco esfuerzo cobremos grandes sueldos, con vivir de la renta o, al menos, con ganarnos la lotería. Para un sector de nuestra población, el sueño es ser capaces de ‘coronar’ cuando llegue el momento.  ¿Y por qué no? ¿Acaso no nos lo merecemos?  Al igual que con las varitas, los globos y los carros, nuestro limitado campo de percepción nos ayuda a mantener la ilusión de que lo que hacemos no tiene efecto (“Pero si es sólo una varita/globo/carro! Pero si es sólo una vez al año!”).  Un poco de información adicional empieza a mostrar que para que haya pocos ricos es indispensable que haya muchísimos pobres, así se encuentren al otro lado del planeta. Y que cuando alguien especula y se lucra en los mercados financieros, efectivamente está empobreciendo a muchas otras personas (sumergir en deuda es una forma de empobrecer).  El gran problema es que esto es parte integral de nuestra realidad.

Este no es un tema sencillo pues lo menos que uno esperaría es que al mencionar los problemas se planteen también soluciones y lo cierto es que, al menos yo, me siento tan metido dentro del sistema que cuesta trabajo pensar en alternativas concretas.  Tal vez lo más difícil es la renuncia (aceptar que hay cosas que es mejor no hacer o que no es posible hacer) y lograr algo de coherencia en un entorno que está profundamente marcado por el consumo y por la presunción de la comodidad como derecho.

Así que, ¿qué estoy tratando de hacer en lo personal? Por lo pronto, mis niveles de consumo se han reducido notablemente. Dejé de comprar música cuando noté que todo lo que estaba haciendo era acumularla. Lo mismo con libros que nunca llegaron a ser leídos, o con películas que fueron vistas tan sólo una vez.  Al volver a Medellín, encontramos un apartamento muy cerca de la Universidad, que ha hecho innecesario comprar un auto (aunque en mi entorno inmediato la pregunta de muchas personas es, justamente, cuándo y cuál voy a comprar).  Voy caminando al trabajo y el transporte público es suficiente para otras (escasas) travesías.  He admitido que sólo voy a estar realmente familiarizado con un sector de la ciudad (a donde me lleven mis pies), y sigo empeñado en que los viajes aéreos que realice sirvan para generar en otras personas alguna comprensión que justifique (ojalá) mis emisiones de carbono.  Adicionalmente, a lo largo del año tengo el propósito de incluir en mi vida los temas de agricultura bajo techo y composting, así como lograr más conciencia respecto a la procedencia de las cosas que compro y el destino de las cosas que desecho.

Ante todo, quiero tratar de discernir qué es realmente importante y qué no, como medio de buscar una vida más austera, menos centrada en el consumo. Por lo pronto, me siento orgulloso de haberme aislado un poco de la carrera tecnológica. He dejado de percibir como ‘indispensable’ la actualización recurrente de mi hardware (computador, celular, cámara, etc.) y siento que he generado algo de criterio frente a los múltiples estímulos que tratan de convencernos de que lo ‘último es lo mejor’ y que ‘no podemos quedarnos atrás’.  Sobre todo, siento que he logrado algo de conciencia frente al impacto que mi existencia tiene en este planeta que nos tocó vivir.

Para mi, estos son pasos pequeños pero importantes.  Y poco a poco estoy descubriendo cómo dar pasos más decididos, en un entorno en donde muchas personas cercanas siguen sin percibir nada de esto. Tal vez lo más retador del asunto, al menos en mi caso personal, sigue siendo la confrontación de las expectativas (con frecuencia implícitas) de quienes hacen parte de mi entorno. Tal vez nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad que nos cuesta trabajo darnos cuenta de su verdadero costo. O preferimos no hacerlo.

En cualquier caso, lo que hacemos cuenta.  Y mi misión personal poco a poco sigue virando hacia encontrar cómo las herramientas con las que contamos pueden ayudarnos a lograr más conciencia respecto al mundo en el que vivimos. En serio, de poco nos sirven las ‘competencias digitales’ o la ‘cultura digital’ si no logramos vivir de una manera más consciente.  La conciencia (junto con la aceptación) siguen siendo mis retos personales.

(Hace tiempo le decía a alguien que cuando escribía, lo hacía principalmente para mí mismo. Esta entrada es un buen ejemplo de ello. Pero si a alguien más le sirve, fabuloso.)