Hace unos días, Claudia Zea me pidió ayuda con algunas preguntas para un panel sobre MOOC al cual estaba invitada, así que terminé escribiendo algunas cosas de las que tiene sentido dejar registro aquí.
Para mi sigue siendo muy interesante observar el movimiento que este asunto sigue provocando y (debo decirlo) la persistente desinformación al respecto, que limita (desde mi perspectiva) la posibilidad de tomar decisiones sensatas y coherentes con el contexto local pero, sobre todo, que nos aleja de discusiones de fondo… También debo decir que he terminado por aceptar esta situación como algo que no puede ser cambiado. La percepción pública sobre los MOOC no será algo que cambie debido a la cantidad de material disponible sobre el tema desde antes de 2011, sino que dependerá de quién tenga el megáfono más grande. En un entorno de alta saturación informativa y de tiempo limitado para construir posiciones críticas, esto se está volviendo bastante frecuente. Los espejitos de colores siguen tan vivos como siempre. Pero esa es otra historia.
En fin, aquí están las preguntas y las respuestas que elaboré en un rato ‘libre’. Aunque hay cosas en las que uno podría (debería?) profundizar mucho más (como por ejemplo el rol de la formación docente en todo esto) y hay muchas ideas que necesitan explicarse mejor, este es un buen abrebocas de mi posición personal al respecto. Preferí publicar ideas en borrador, pues de lo contrario no voy a volver a escribir :):
Pregunta 1: ¿Cómo podría Colombia, como país en desarrollo, implementar estas nuevas metodologías de aprendizaje [MOOC] y garantizar el mismo tiempo acceso y calidad en la formación en Educación Superior?
El panorama de los MOOC no es diferente, en realidad, al de otros tipos de contenidos y materiales educativos pre-existentes. En ese sentido, ‘implementar’ significa en muchos casos simplemente usar (así como se usa un libro de texto en un curso convencional), pero con una importante diferencia: el acceso a los MOOC no está condicionado al acceso a una institución educativa. Como oferta de formación, los MOOC prometen una ampliación de acceso que es posible gracias a la gratuidad que caracteriza a muchos de los proveedores actuales. Por su parte, en términos de calidad, hasta el momento se define por contagio: corresponde al prestigio de la institución que crea el curso, no a características intrínsecas del producto (aunque esto es un aspecto en permanente evolución).
Ahora, sería equivocado presumir que el simple acceso a cursos de determinada calidad equivale a una experiencia completa de formación en Educación Superior. En este contexto, opciones como los MOOC podrían servir para nivelación en áreas básicas o estar articuladas con planes de estudio existentes, por ejemplo, combinando las ventajas de un modelo con las de otro. Aprovechando los puntos fuertes de estas opciones, pero en articulación con la oferta existente. Y contemplando discusiones acerca de validación, certificación, acompañamiento local, etc., necesarias para que tales modelos tengan un espacio real en el entorno institucional, que responda a los intereses de cada institución específica.
Es importante considerar, además, las habilidades requeridas para la participación exitosa en cursos como estos (que profundizan en lo que sabemos respecto a los cursos en línea ‘normales’ desde hace tiempo): alta auto-regulación de parte del estudiante, habilidades de uso de la tecnología que exceden lo social y, ante todo, una alta motivación intrínseca (esto sin mencionar, por supuesto, que buena parte de la oferta más interesante está en idioma inglés, lo que nos enfrenta a la brecha del idioma). Desde mi perspectiva, la pregunta de fondo sigue siendo cómo inspirar en los estudiantes el interés por lo que representa una formación en Educación Superior, más allá de los argumentos tradicionales que empiezan a estar cuestionados por las condiciones económicas planetarias. Esto es algo que la tecnología por sí sola o los MOOC no van a lograr, al menos en gran escala.
Por supuesto, un segundo aspecto de implementación corresponde al desarrollo de MOOC locales. Para ese caso, se vuelve muy importante analizar cuál es el sentido de producir y cuál puede ser el camino razonable para cada institución. Para algunas, un MOOC puede ser una vitrina parcial de su oferta formativa, con la intención de que el estudiante potencial experimente el estilo de trabajo de la institución antes de inscribirse. Para otras, puede ser parte de su portafolio de responsabilidad social. Para otras más, una alternativa para resolver problemas de nivelación específicos de sus poblaciones estudiantiles. En cualquier caso, la evaluación del beneficio obtenido frente al costo del desarrollo de un MOOC (según los formatos instruccionales que adquirieron alta visibilidad durante 2013) es indispensable a la hora de decidir cómo abordar el tema. Esto es, si se trata de hacerlo de manera responsable, pues de unos meses para acá muchas organizaciones con contenidos publicados en muy diversas plataformas han decidido que eran pioneras en el tema de los MOOC y no lo sabían (ajá). No importa que la O de Open (abierto) esté de por medio.
Con eso dicho, desde mi perspectiva veo una advertencia a la hora de pensar en este tema, casi obvia pero importante: Una plataforma tecnológica específica no es suficiente para “subirse al bus” de los MOOC. Hay personas y empresas ofreciendo servicios de instalación de plataformas tecnológicas de soporte a los MOOC que de poco sirven si la institución no cuenta con una estrategia clara frente al tema. Es importante un análisis de los motivos, las posibilidades y las implicaciones (buenas y malas) que estos temas tienen para la institución, que sirva de marco a sus decisiones estratégicas al respecto. Esto tendría que ser una trivialidad pues venimos hablando de ello por casi décadas, pero igual sigue ocurriendo.
Pregunta 2: ¿Es cierto que las nuevas metodologías de enseñanza como los MOOCs, se han convertido en un modelo innovador de enseñanza y aprendizaje que podría potencialmente debilitar o remplazar las metodologías de enseñanza y aprendizaje convencionales?
Depende qué se entiende como “modelo innovador”. Las plataformas de MOOC, en general, refuerzan una lógica educativa muy cercana a la clase magistral convencional, en donde el aprendiz escucha a un experto y luego contesta preguntas acerca de lo que el experto dijo. En este sentido, la pregunta abre una discusión crucial: se trata de buscar nuevas metodologías de enseñanza, o nuevas metodologías de aprendizaje? Una cosa no excluye a la otra, pero el énfasis que se pone define esfuerzos y se refleja en la tecnología utilizada.
En todo caso, hablar de “debilitar o reemplazar” tiene sentido sólo si el impacto en términos de acceso es alto. Incluso en Estados Unidos, este tema de los MOOC está perdiendo impulso (esto es, está llegando a un punto estable) y, de hecho, algunos de los proveedores más grandes están empezando a plantear estrategias de negocio que los convierten progresivamente en poco más que un proveedor de contenido adicional a los tradicionales.
No está de más recordar que iniciativas como edX tienen un foco mayor en la realización de investigación sobre los resultados del uso de los MOOC, con lo cual en el mediano plazo podrían aparecer hallazgos interesantes respecto a la efectividad de diversos esquemas instruccionales. Aún así, es aventurado e incluso alarmista hablar de un eventual reemplazo de una cosa por otra. No está de más decir, en todo caso, que esta puede ser una buena excusa para volver a discusiones de fondo que no terminan de estar resueltas: ¿Por qué tenemos las metodologías que tenemos? ¿Cuáles conviene conservar y cuáles necesitan actualización?
Pregunta 3: ¿Cuáles son los retos del sistema educativo Colombiano, ante la implementación de estos nuevos modelos educativos?
Desde mi perspectiva, el enorme reto para las instituciones es no sucumbir a la presión del mercadeo y de las empresas que están detrás de estas iniciativas. Es un reto acercarse a estas oportunidades emergentes de manera calculada, y aprovecharlas para retomar discusiones de fondo respecto al papel de las instituciones educativas en la sociedad actual (como escenarios de formación, entes certificadores, garantes del comportamiento profesional y ético de sus egresados, etc.).
Ahora bien, la autonomía institucional hará que aparezcan multitud de ofertas de todo tipo, tal como está ocurriendo en otros lugares. Organizaciones con todo tipo de cursos (buenos y malos) montados en muy diversas plataformas tecnológicas, han empezado a llamar a sus productos “MOOC”, con frecuencia aprovechando este término de moda para ‘reencauchar’ sus ofertas, pero sin ofrecer algo nuevo desde el punto de vista del aprendizaje. Esta situación implica, para quienes trabajan en este tema, una responsabilidad enorme: tanto grupos de investigación como encargados de decisiones (institucionales y políticas) necesitan profundizar en los orígenes, sentido y efectos de estas tendencias emergentes.
Desde los gestores de política, esta comprensión puede llevar (ojalá) a una claridad respecto a los efectos que la provisión descentralizada de ofertas formativas tiene en el entorno, y (ojalá) a una definición de reglas del juego (en áreas como la certificación, por ejemplo), que abra nuevas posibilidades de acceso y reconocimiento a la vasta mayoría de la población que está por fuera del sistema de educación superior.
Pregunta 4: ¿Cuáles estrategias pedagógicas innovadoras están desarrollando actualmente las instituciones de educación en Colombia (intercambio de estudiantes, aprendizaje online y a distancia, nuevos modelos de enseñanza) para enfrentar los retos de las nuevas tendencias educativas en el mundo?
Desde mi experiencia personal, no puedo dejar de mencionar que el curso Grupos, Redes y Comunidades (GRYC) de 2010 fue una de las primeras experiencias cMOOC (MOOC conectivistas) en realizarse en América Latina. Esa línea tiene continuidad con el taller TRAL (Tejiendo Redes de Aprendizaje en Línea) que propone una experiencia de aprendizaje distribuida en donde cada participante contribuye desde su espacio personal en la red y en donde no existe una única plataforma centralizada en la que ‘ocurren’ las cosas. La distribución construye autonomía y busca que cada aprendiz descubra, desde la vivencia práctica, las implicaciones de gestionar una presencia en línea. Estas han sido experiencias abiertas en las que cualquier persona puede participar, pero que ocurren en el marco de programas formales, generando una interacción enriquecida entre participantes con intereses y motivaciones muy diversas.
Insisto en que este tipo de experiencias son ejercicios experimentales que ponen a prueba otras formas de aprender con el uso de la tecnología. Si bien de aquí se desprenden nuevos roles que el docente asume, el punto de partida de las reflexiones es la pregunta respecto a qué implica aprender con apoyo de la tecnología en este momento histórico.
Pregunta 5: ¿De qué forma estas estrategias están transformando la educación? ¿Cuáles son las consecuencias en términos de acceso, inclusión y calidad de la educación que se provée? [sic]
Como mencionaba arriba, la ampliación del acceso sigue siendo una promesa potencial, pues las habilidades de entrada a ofertas como los MOOC siguen siendo altas y limitadas a sectores de la población que ya tienen un nivel alto de formación. Las estadísticas de acceso a MOOC son reveladoras en ese sentido. Quienes más se inscriben en cursos MOOC y los completan, son profesionales en busca de actualización puntual. Si bien esta es una oportunidad importante para países como Colombia (para la actualización de sus docentes universitarios, por ejemplo), el impacto que esta oferta está teniendo en los niveles de pregrado o de secundaria todavía es marginal. En este sentido, algunos comentaristas llaman la atención respecto a que escenarios como los MOOC pueden conllevar, a la larga (y paradójicamente), a la profundización de brechas existentes, debido a que concentran oportunidades en poblaciones que ya tienen un alto nivel educativo.
En cuanto a la calidad, es una discusión que sigue dependiendo del enfoque que se utilice. Desde mi perspectiva, cuando estamos frente a un entorno tecnológico con información abundante proveniente de fuentes de todo tipo, en donde un individuo puede operar en una escala global sin la necesidad de un título profesional, es indispensable preguntarse (de nuevo) qué es calidad educativa, y cuál es el papel que las organizaciones tradicionales (tanto instituciones como organismos regulatorios) juegan frente a ella. Estos son cambios y discusiones que no ocurrirán dentro de poco, pero que es importante empezar a abordar.
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Y eso es todo de momento. Mucho por ampliar y mucho por procesar en un río realmente revuelto, en el que ciertos pescadores (tanto comerciales como académicos) obtienen insospechadas ganancias. A veces, a costa de un futuro (posible) que se nos escapa sin que nos demos cuenta.