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Momentos del 2013

Algo que se hizo más claro para mí durante el 2013 es que la gran narrativa que llamamos vida se compone en realidad de infinidad de pequeños momentos, que a veces cobran sentido sólo cuando son contemplados en conjunto, usando la perspectiva que da el tiempo.  El asunto es que la prisa con la que vivimos (no está de más resaltar que la primera persona del plural es una generalización incorrecta, pero que hace más agradable el texto) obstruye hasta cierto punto nuestra capacidad para reconocer esos momentos decisivos y, por ende, limita nuestra habilidad de recordarlos de manera consciente.

Pensando en ello, decidí hacer una lista no exhaustiva (obviamente) de algunos momentos confrontadores, sorprendentes, felices e inspiradores del año que acaba de terminar.  Es un ejercicio sin clasificación específica, más allá de la temporal.  Más bien, las posibles categorías emergerán luego.  A ver cómo resulta.

Entonces, momentos diversos de 2013, en orden mensual:

Enero

  • Varias semanas con mi mamá, acompanándola, ayudándole. Poniéndonos al día con montones de cosas. Tratando de encarrilarnos nuevamente con montones de temas.
  • Almuerzo con mi abuelita, mi mamá y mi tia en Andrés Carne de Res. Tomé un camino erróneo para regresar, tratando de salir de un trancón. Mi abuelita estaba muy preocupada. La extraño.
  • Con un pequeño grupo de tercos aventureros (Daniel Jimenez, Enith Castaño, Francisco Morfin, Luz Pearson, Machi Alonso, Paola Dellepiane, Edgar Altamirano, Claudia Guerrero) decidimos hacer de manera conjunta un taller abierto en línea sobre redes de aprendizaje. TRAL aparece en el horizonte.

Febrero

  • Cumpleaños con rumba latina (después de algún tiempo sin ella) en Trilogía en Medellín. Buen lugar, buena música, en compañía de @anamasala y amigos nuevos y viejos de EAFIT (Claudia, Pacho, Natalia, Carlos, Javier, Yamile, Catalina, Lina (x2), Antonio).

Marzo

  • Squirrel Nut Zippers en vivo!! Aahhh! Qué maravilla ver a una banda que sabe lo que está haciendo. Y Monsieur Periné y Black Cat Bone hicieron lo suyo. Excelente show!
  • Después de pocas semanas de haberlo decidido, inicia la fantástica aventura en la que se convirtió TRAL en 2013. :) Sorprendido por el entusiasmo, la entereza y el empuje de quienes lideran el proceso.

Abril

  • Un desayuno en casa de Vera Rex.
  • Un te en Palermo con Machi Alonso.
  • Un postre nocturno con Paola Dellepiane y su esposo
  • Un almuerzo con Mariana Maggio
  • Un encuentro en línea que se desbordó hacia lo presencial. Experimento/juego con Luz Pearson, Paola Dellepiane, Machi Alonso, Sergio Gutman, varios profesores del Colegio Las Cumbres y participantes de TRAL de diversos países. Una grata experiencia, seguida por una animada conversación al lado de una casa arzobispal (si mal no recuerdo)
  • Un puente colgante en Mendoza, con un intento de video timelapse manual.
  • Una divertidísima visita al museo con Melina Masnatta
  • Un maletín cargado a mis espaldas, lleno de botellas de vino mendocino que llegarían hasta Medellín.
  • La medición de la circunferencia terrestre por niños de escuelas de Mendoza.
  • Una visita a las entrañas y el pasado de San Telmo, y un artesano que talla monedas de todo el mundo…
  • Participación en el encuentro de expertos y lanzamiento del Instituto IBERTIC de la OEI. Desvirtualización de Dolors Reig e Inés Dussel.  Reencuentro con el estupendo equipo que nos acompañó en el memorable EduCamp Buenos Aires en 2012. También con Mónica Trech.
  • Estimulante conversación de final de la mañana con María Teresa Lugo y parte de su equipo de IIPE-Unesco.

Mayo

  • Una visita sorpresa a mi abuelita en el día de la Madre. Muy contentos! :)
  • Presentación “Entendiendo los MOOC”.  Por favor pongan sus phasers en modo anti-hype. 😀

Memorable visita a Guadalajara, por invitación de ITESO. Muchos momentos inolvidables con Francisco Morfin, Liliana García, Nilda Córdova y Lorelí Padilla, principalmente. Grandes amigos a quienes no había llegado a conocer. Un viaje que alimentó el estómago, la mente, el espíritu y el alma:

  • Mariachis y la extraña, fascinante y evocadora obra de Sergio Bustamante en Tlaquepaque
  • Les Sacqueboutiers en vivo, tocando música sacra en el templo de San Agustín. Sorpresa: la gran emoción de la violinista frente a una pieza perfectamente ejecutada. Felizmente hay gente a quien le interesa mantener vivo este tipo de música.
  • Noche de concierto en el Teatro Degollado, con la Orquesta Filarmónica de Jalisco interpretando obras de Juan Pablo Contreras, Saint Saëns y Stravinski.
  • Tuétanos, torta ahogada, birria, tortas del santuario, sopa de fríjol, pozole, enchiladas con mole, tejuino, entre otras cosas. 10 kilos más de peso y una exploración a todo nivel de la comida local. Abrumadora hospitalidad (en el buen sentido)!
  • Una sorpresa: En ITESO hablan tanto de los aciertos como de los errores y los problemas. Un nivel de auto-crítica indispensable si queremos avanzar.
  • Una y otra vez, conversaciones estimulantes.  About the world we live in and life in general.
  • @fmorfin se anima a transmitir la presentación de Jean Luc Ponty desde el Teatro Degollado en Guadalajara. Finalmente, alguien más que emite a través de #reAprender radio! :)
  • Escuché de parte de Hattie la frase más impactante que me han dicho en mucho tiempo: “Gracias por enseñarnos a volar”.  Un inesperado recordatorio de que lo que hacemos cuenta, en los lugares menos esperados. Infinita gratitud.

Junio

Sobrecarga de Virtual Educa:

  • Terminé participando en un montón de actividades y completando en total varias horas de conferencias.
  • Reencuentro con María Elena Chan, luego de verla en Guadalajara, y desvirtualización de varias personas de UPB de la época de DocTIC!!
  • Reencuentro con varios miembros del comité del Informe Horizon durante la reunión que se llevó a cabo (Cesar Nunes, Cristóbal Suárez, Elena García, Philippe Desenne, Larry Johnson). Estuve en el panel de presentación del informe y recordamos a CogDog y a Rachel Smith durante la cena con Larry.  Un mundo pequeño. :)
  • Nuevo encuentro con Vera y desvirtualización de Fernando Santamaría mientras explorábamos Explora. :)
  • A mansalva, terminé traduciendo para un profesor alemán un panel en el cual él estaba presentando, y luego hice la traducción al español de su intervención. Dolor de cabeza por el esfuerzo, pero creo que salió bien.. :)

Julio

Viaje a Denver, a participar en la Biennial de las Americas:

  • Una reconocida presentadora que, al menos en temas educativos, es exactamente una presentadora.
  • Una entretenida (y poco afortunada?) metáfora de parte de una conferencista, que no dejaba de hablar de ‘pies’. Tanto el propio como los ajenos.. :)
  • Una larga caminata para visitar Whole Foods. La pobreza en USA, a pesar de todo, sigue estando varios estratos por encima de la pobreza latinoamericana.
  • Tal vez el mejor postre del año en The Cheesecake Factory. Enormes porciones!
  • Un divertido conferencista dice algo muy sensato: Lady Gaga no sirve para nada en una tribu indígena. El contexto es determinante.

Un espantoso lumbago en la cintura me recuerda la necesidad de parar. No es divertido sentir cada uno de los músculos que intervienen en el acto de caminar. Incapacidad total.

Agosto

Tardes de caminata, plantas y orquideas con mi mamá, durante la Feria de las Flores. Casi un año después, finalmente tengo la oportunidad de que mi mamá conozca el lugar en el que vivo ahora… :)

Viaje a Europa, con @anamasala:

  • El plato más memorable del año: una entrada con calamares  y leche de pino en Bror, en Copenhague. Una preparación perfecta, con un vino español fabuloso. Y un sous-chef colombiano que ojalá tenga mucho éxito.
  • Comí canguro en Berlín, tomé cerveza con limón y encontré un lugar con vitrolas en cada mesa (The sixties). Pero no funcionaba. Tuve que esperar a Barcelona para encontrar unas que funcionaran.
  • Sorpresa ante la diversidad de espacios en Berlín, que me recordaban a las calles de Rio (por momentos) y luego a las de Buenos Aires (por momentos), y luego a cosas que no conocía antes.
  • Un descubrimiento personal: a Europa le pesa la historia.  Mejor, al planeta le pesa la historia. Pero es algo que no parece tener tanta importancia al menos en Colombia. Somos demasiado inmediatistas… En la segunda guerra mundial, los alemanes pensaban en un imperio de mil años, en un intento por encontrar su propia identidad.
  • En relación con este peso de la historia: en 2010 se realizó el pago final de las reparaciones a cargo de Alemania con motivo de la Primera Guerra Mundial. Casi 100 años después.  En 2005, en acto protocolario, el gobierno danés perdonó la deuda de “Sound Dues” que tenía el gobierno brasilero desde el siglo 19.  Con eso, los libros contables pudieron ser finalmente cerrados. Nos falta perspectiva…
  • Comí currywurst.  Poco memorable. :)
  • Una frustración: Peristal Singum estaba cerrrado. ¡Cerrado!
  • Una ciudad con un pie en el pasado y otro en el futuro: Copenhague.
  • Paseo en bote por el Sena, en Paris, después de kilómetros de caminata. Llegando al lugar adecuado en el momento adecuado.
  • Observación: algunos hombres dejan salir sus raíces primates más profundas (en serio) cuando ven a una mujer soltera que llama su atención. Aún más llamativo si ocurre en un bote en el Sena..

Septiembre

  • Aprendí un montón sobre la sombre (desde la perspectiva junguiana) de la mano de @anamasala en su cine foro sobre “El hombre de al lado”
  • Presentación en el II Encuentro de Estudios Coreanos en Colombia. Descubrimiento? O no trajeron a los más duros en temas de educación y TIC en Educación Superior o, efectivamente (como ellos mismos nos dijeron), lo que estamos haciendo está en algunos aspectos más adelante de lo que ellos hacen. Mucho para pensar ante este inesperado comentario.
  • Septiembre 25: Un año antes, mi último día en Rio de Janeiro. El tiempo vuela.
  • Participación en el WEEF (World Education Engineering Forum) organizado por ACOFI en Cartagena, en un panel sobre MOOC. El lugar? El mismo en el que 5 años antes hicimos el EduCamp. :)
  • Viaje a Santa Marta después de 7 años, por invitación de la Universidad del Magdalena. Una pena no poder estar más tiempo.
  • Un conferencista muy entretenido cuestiona los sistemas de evaluación y de acreditación.  Con toda razón.

Octubre

  • Un sorprendente atardecer en Santa Marta, en medio de una de las sesiones de #explorArTIC :)
  • Octubre 20: me encuentro (y me engancho) con el trailer de The Day of the Doctor. 50 años de historia televisiva compilados (y musicalizados) de manera fantástica. Un minuto sobrecargado de interesantes (y muy especializadas) referencias de un ícono británico.  Sé muy poco sobre Doctor Who, y quedo con ganas de saber más.
  • Octubre 26: la última vez que vi a mi abuelita con vida. No alcancé a mostrarle las fotos de mi viaje a Europa. Sigh…

Noviembre

  • Noviembre 1: la última vez que hablé con mi abuelita
  • Noviembre 3: mi abuelita fallece. El día más triste del año
  • Una prueba de concepto exitosa: el Encuentro TESO (18 y 19). Mucho potencial!
  • Descubro más de la historia de Doctor Who. Cae bien para entretener mi tristeza. Noto que el tiempo siempre ha sido un factor clave de mi vida, y de alguna manera veo algunas de mis búsquedas reflejadas, por breves instantes, en las historias más recientes del Doctor. Recuerdo que uno ve en el mundo aquello que sus patrones mentales le permiten ver.  En lugar de una serie trivial, logro ver un trasfondo mucho más triste, mucho más esperanzador, mucho más épico. Me engancho con la banda sonora de la serie 5, y The Mad Man with a Box se convierte en una melodía recurrente en mi teléfono (y en mi cabeza).
  • Noviembre 23: The Day of The Doctor! En pantalla gigante y 3D, en Cinemark de El Tesoro. Risas, sorpresas, mucha emoción (en serio) e incluso algo de lágrimas (en serio!) durante la mejor experiencia cinematográfica que recuerdo en mucho tiempo. Y eso que es una serie de televisión! Contribuye, obviamente, la sensación de pérdida reciente, y algo de añoranza de una sensación de comunidad…  Noto que en todo esto hay algo más que una serie que llama mi atención. Lo importante es la razón por la cual lo hace. La búsqueda empieza.
  • Estimulante y refrescante trabajo con Explora en conjunto con Julián Ramírez y Alejandro Uribe, en la conceptualización de un eje de acción del proyecto de Parques Educativos de Antioquia. Ideas que empiezan a procesarse, posibilidades que empiezan a hacerse visibles.

Diciembre

  • Visita relámpago de Sylvia Currie a Medellín. Una estimulante, honesta, divertida y generadora conversación sobre comunidades. Me sorprendió lo refrescante que fue para mi el compartir con ella apenas un día.
  • Descubrí El Castillo del Poblado, un fabuloso lugar para alejarse del mundanal ruido. Y a unos pocos minutos de casa..
  • Alumbrados en Bogotá y Medellín con mi mamá. Tiempo en familia para el primer fin de año (en la vida de todos nosotros) en el que mi abuelita no está con alguno de nosotros, en el que no podremos hablar con ella. Mucha nostalgia.
  • Júpiter y tres de sus lunas son visibles en la noche decembrina, igual que hace dos años.  Me sorprende cuánto me he desconectado del cielo en los últimos tiempos…

 

Como decía, este listado no es exhaustivo.  Hay multitud de cosas que escapan a mi memoria en este momento y que, tal vez, no llegaré a recordar otra vez. Otras pertenecen a un lugar menos público, y quién sabe si llegarán a quedar escritas. Y así, con todos esos momentos, se tejen insospechadas conexiones que refuerzan los patrones mentales existentes o, tal vez, producen y producirán nuevas percepciones del mundo, las cuales podré ver en retrospectiva y entender como un relato consistente.  Tal vez.

Para algunas de las personas que ‘creen’ (es un acto de fé) en la numerología, cada nueve años empieza un nuevo ciclo vital. Los puntos de ‘corte’ son aquellos en los que los dígitos de la edad suman 9 (9, 18, 27, 36, etc.). Otros dicen que los ciclos son según el calendario. Depende a quién se le pregunte.   En todo caso, desde esta perspectiva el que está terminando sería el año 9 de mi cuarto ciclo.  Y se supone que es  un año de cierres, en el que tanto proyectos como montones de otras cosas se consolidan o terminan, dando paso a un nuevo ciclo con nuevos proyectos y nuevas posibilidades.

Pero esas posibilidades dependen, obviamente, de los pequeños momentos que construimos día tras día.  El cierre más duro y más generador a la vez sería, obviamente, la muerte de mi abuelita. Mientras que cosas como TRAL, lo que estamos haciendo en TESO o el trabajo con Explora serían las semillas de lo que viene en el nuevo ciclo. Y me entusiasma sentir que, aunque no tengo idea de qué me depara este nuevo ciclo, al final todo estará bien.

Ese convencimiento viene de la tranquilidad que me deja el compilado de momentos que constituyen el ciclo que estaría terminando. Hay mucho más que se habría podido hacer. Hay muchas cosas que habría podido hacer mejor. Pero lo que alcancé a hacer me deja la sensación de un deber cumplido (así sea parcialmente) y me hace pensar que, de manera mínima y con mucho por mejorar, he podido ser ese cambio que quiero ver en el mundo. Digo de manera mínima porque el reto sigue siendo enorme.

Lo bueno es que tengo un nuevo ciclo para seguir intentando.  Para buscar caminos que valga la pena transitar. Para seguir tratando de  entender cómo funciona este curioso mundo, y esta compleja época que nos tocó vivir. Para tratar de ser mejor de lo que fui hasta ahora. Con ánimo renovado para honrar y hacer justicia, en lo posible, al esfuerzo que mis antepasados hicieron para permitirme estar aquí.

Ese es el gran desafío por abordar. Bienvenido 2014, y gracias al universo por todo lo bueno, todo lo alegre y todo lo triste que viví en 2013. El inicio de un nuevo ciclo será una excusa para reencontrarme conmigo mismo. La búsqueda continúa.

Excelsior!

The Maker / El creador

En 2012, durante Anima Mundi en Rio, me encontré con un corto animado que me conmovió profundamente.  Supongo que, en parte, por haberlo visto en pantalla gigante y con un buen sonido (eso siempre ayuda).

Hace un par de semanas, no recuerdo por qué, el corto reapareció en mi cabeza.  Descubrí que ya había sido publicado en YouTube (antes sólo estaba el trailer) y volví a verlo, ahora con audífonos, una y otra vez.  Como me atraen bastante las bandas sonoras, encontré que la música de esta animación era parte de la obra de un fantástico compositor australiano llamado Paul Halley.

La pieza se llama Winter (Invierno), y es en sí misma una especie de ágil historia que cuenta de manera mágica el paso del otoño al frío del invierno y que, luego de incluir una serie de melodías que se vuelven rápidamente reconocibles, concluye en un emocionante e inesperado solo de violín que, con toda la esperanza, anuncia el cierre de un ciclo y la llegada de la primavera.

The Maker (El creador/hacedor) es un corto dirigido por Christopher Kezelos, otro australiano.  Está basado en Winter (por eso empecé hablando de la música) y, sin más preámbulos, aquí está.  Busque el mejor sonido y la mejor pantalla que tenga, por favor. Y no deje de verlo antes de seguir (pues voy a hablar de lo que pasa y no quiero arruinarlo):

Como decía, hace un par de semanas The Maker reapareció en mi campo de percepción. Poca idea tenía yo (“Little did he know“, como decían en Stranger than fiction) que cobraría un sentido fundamental días después, con la muerte de mi abuelita.

La frase con la que era promocionado el corto era “Life is what you make it” (algo como “La vida es lo que haces de ella”) y la historia que cuenta muestra a una extraña criatura (un conejo bizarro, diría yo) que, sin mayor información, nota que un reloj de arena se pone en marcha poniendo al tiempo en su contra.  A partir de un plano general contenido en un libro y usando los materiales que tiene a su alrededor, esta extraña criatura empieza a preparar a alguien semejante a él, aunque no idéntico. Un semejante que, luego descubre él, todavía no tiene vida.  Poner las piezas juntas no es suficiente.  Algo falta. Y el tiempo corre.

Ese algo no es educación, un buen libro, clases magistrales o demostraciones mecánicas. Después de mirar con cuidado, nuestro personaje encuentra en su libro la partitura de Winter  y, en ese momento, hace un nuevo intento de despertar a su creación, pero esta vez con música.  El solo de violín que está cerca del final de la pieza es el momento clave del corto, en el que finalmente la nueva criatura cobra vida.

Las pistas visuales sugieren que esto se trata de crear a una compañera, y eso pone un tinte romántico a la historia inicial. El abrazo que se dan los dos personajes parece reforzar esto. Pero, de manera inesperada, los últimos 30 segundos del corto cambian todo:  El personaje no estaba creando una compañera, sino a alguien que prosiguiera la tarea. Solo. El acto de creación se convierte así en un afán sin interés personal, en un intento desesperado de mantener el ciclo andando. De mantener la rueda girando. De darle la oportunidad al que sigue…

Nada más cercano a mis sentimientos frente a la muerte de mi abuelita.  Así como el texto de Holland me da esperanza, The Maker me ayuda a encontrar sentido. El indescriptible desprendimiento que tiene este personaje es exactamente lo que yo he recibido de mi abuelita y de mi mamá.  No sólo con música sino con cuidado y afecto han animado mi vida. Y aunque no me entregaron un manual de instrucciones (desde pequeño pienso que sería muy conveniente!), sí han vivido contra el tiempo (como todos lo hacemos sin saberlo) ayudándome a volar.

En el caso de mi abuelita, su momento de convertirse en un haz de luz ha llegado. Hizo lo necesario por nosotros. Nos animó (en el sentido del corto), nos enseñó. Deja dentro de nosotros un libro entero de recomendaciones para vivir, con señalización de cosas que funcionan y otras que puede ser mejor evitar. Por lo cual nunca dejaré de agradecerle. Así que ya tenemos los materiales. Tenemos la creatividad. Y el tiempo corre. Es hora de empezar a crear (o mejor, de seguir creando) caminos para que otros, parecidos a nosotros pero no iguales, los recorran. Solos de violín para animar e inspirar a otros. Para que la rueda siga girando.

La vida es lo que hacemos de ella. Lo que dejamos para los demás. Y la desaparición de uno de nosotros es sólo la oportunidad de que el ciclo siga ocurriendo. El reto, supongo, es vivir de manera generosa, para que los que vengan puedan hacer las cosas mejor que nosotros.

Little did he know…

Un día triste / In memoriam

El domingo 3 de Noviembre recibí una llamada de mi mamá a las 4:00 de la mañana.  Mi abuelita estaba en el hospital, muy grave.  Alrededor de las 4:30a.m., había fallecido.

Esta es la primera vez en mi vida que enfrento la muerte de una persona muy cercana. Si bien en el pasado un par de amigos habían muerto, en este caso se trata de la única abuelita que conocí y de la persona que, junto con mi mamá, se encargó de mi crianza. A ella le debo, sin duda, la mayor parte de lo que soy hoy. A su dedicación, su afecto y su imparable espíritu, que le permitió transformar las vidas de sus hijas contra viento y marea.

Luego de la llamada, preparé rápidamente viaje a Bogotá (incluso compré tiquetes en sentido contrario sin darme cuenta!).  Mientras tanto, en Bogotá mi familia se enfocaba en los asuntos pragmáticos: certificados, organización del funeral, etc. Y, en esa medida, tenían su atención ocupada en otras cosas.

En mi caso fue diferente. Tuve un largo rato para estar conmigo mismo, reflexionando acerca de lo que acababa de ocurrir. Lloré una y otra vez, y noté que lo hacía más por las cosas que siento que habría podido hacer mejor y no hice.  Lloré porque no tendría la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de mi abuelita, de abrazarla o de darle un beso.  Lloré por no haber escuchado más sus historias, por no haber comprendido antes la difícil vida que tuvo que llevar, por no haber contado con más herramientas para entender las implicaciones de esas dificultades.

El 14 de diciembre, mi abuelita habría cumplido 94 años. Increíblemente, descubrí que no tenía conciencia plena de su edad.  Y he notado que, por alguna razón, siempre la percibí más joven de lo que era en realidad.  Tal vez siempre la ví con la misma edad que tenía cuando nos conocimos.  Por eso me maravilla pensar que bailó conmigo una pieza completa en mi matrimonio, a sus 92 años, o que tan sólo el año pasado se empeñó en arreglar por su cuenta (quién discutía con ella!) el jardín de la casa de mi mamá, a sus 93 años.  Mi abuelita (y mi mamá) vienen de una época y un mundo en el cual existía una relación muy especial con la tierra y con las plantas. Una relación que durante mucho tiempo no entendí pero que he llegado a admirar.

A sus casi 94 años, mi abuelita estaba completamente lúcida. Recordaba cada conversación, preguntaba siempre cómo estábamos, y cuando contestaba el teléfono lo hacía diciendo, habitualmente: “Dios te bendiga, mi hijito”. Voy a extrañar eso profundamente. Así como una pregunta recurrente que me hacía: “Cuándo es la vuelta?”.

Ví a mi abuelita por última vez el 26 de Octubre.  Y conversé con ella por última vez el 1 de Noviembre. Recuerdo que le pregunté de qué se había disfrazado para Halloween.. En esa última semana estuvo bastante inestable. Pero al hablar con ella, jamás habría podido imaginar que nos abandonaría tan pronto.  Eso me entristece mucho.  Saber que ya no habrá una nueva oportunidad para muchas cosas…

Una parte de mi sabe, racionalmente, que ella merecía descansar. Fueron muchos años y mucho esfuerzo, con una misión cumplida en exceso.  Mi abuelita fue, desde mi perspectiva, una verdadera heroína. Sin superpoderes que le ayudaran, enfrentó cada una de las pruebas que le lanzó un entorno hostil y una historia familiar plagada de patrones disfuncionales. En la medida de sus capacidades, hizo todo lo posible (y lo imposible!) para sacar adelante a dos generaciones (tres, si la incluimos a ella).

Sin que ella lo supiera, todas las decisiones que tomó fueron fundamentales para que cada uno de nosotros (sus hijas y sus nietos) estemos en el lugar en el que estamos. En mi caso personal, la posibilidad que he tenido de pensar en otros mundos posibles, de viajar por múltiples sitios, de tocar la vida de tantas personas de manera directa o indirecta, es una consecuencia inmediata de su esfuerzo (y por supuesto, del de mi mamá y mis tías). Es gracias a ella que mis reflexiones existen. Es gracias a ella que existo. Mi potencial de afectar al mundo es una amplificación de su potencial, y está marcado por los rasgos que la caracterizaron.

En una y otra ocasión he escuchado con gratitud que algo presente en los proyectos en los que me he embarcado es la generosidad.  Veo ahora que es inevitable que sea así, pues no puedo pensar en personas más generosas que mi mamá y mi abuelita. Y sé que es un rasgo que ellas emulan de sus propios abuelos. Encuentro fascinante que algo como esto se propague a través de generaciones, y que abra posibilidades insospechadas a medida que el tiempo pasa.

Durante el funeral, nos sorprendió la cantidad de personas que nos acompañaron, tanto en la velación como en la misa. Muchas personas acongojadas (y muchos desconocidos!), que me recordaron el complejo ser que fue mi abuelita y las múltiples facetas que tenía, de las cuales me temo que sólo conocí a fondo unas pocas. Para mi ha resultado inspirador descubrir la calidez y la enorme comunidad que fue tocada por mi abuelita. Hace que me sienta orgulloso y humilde a la vez.

No obstante, a pesar de todo esto, la nostalgia sigue estando presente. Acompañada por los recuerdos de las cosas que vivimos juntos, los cuales estoy tratando de recuperar en mi enredada cabeza y de escribir para poder conservarlos. Acompañada también por una observación atenta (en lo posible) de mis emociones y de lo que ocurre en mi entorno. Por una búsqueda del sentido existente en todo esto.  Que cae de perlas en un blog que tiene como título, justamente, reAprender.  La muerte, resulta, es una ineludible excusa para comprender mejor la vida.

Y en esa búsqueda de sentido veo el esperanzador papel que juega nuestra naturaleza católica, que en mi cabeza trata de articularse con ideas espíritas, o con la noción de que todo esto está anclado también en neuronas y sinapsis…  Al final, lo que siento con claridad es que hay algo más allá, lo que me da esperanza de encontrarme de nuevo con mi abuelita para poder, finalmente, decirle todo lo que no llegué a decirle.

En medio de esa búsqueda de sentido, Analia Ferraro compartió un texto de Henry Scott Holland, profesor de Divinidad en Oxford y canónigo de Christ Church, quien por allá en 1910 (nueve años antes del nacimiento de mi abuelita) realizó un sermón luego de la muerte de Eduardo VII, que incluía este bonito fragmento:

La muerte no es nada
Sólo me he refugiado en la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Tal como fuimos el uno para el otro, seguimos siendo.
Llámame por mi diminutivo de siempre.
Háblame como solías. No cambies de tono. Ni solemnidad forzada, ni aflicción quiero escuchar.
Ríe como reíste siempre nuestras pequeñas bromas.
Juega… sonríe…Piensa en mi… reza por mí.
Deja que mi nombre siga siendo la palabra familiar que era.
Que sea pronunciado sin afectación, sin la más pequeña sombra.
La vida significa lo mismo que siempre, sigue igual que siempre.
Hay continuidad, absolutamente ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un accidente sin importancia?
¿Acaso debo desaparecer del pensamiento porque haya desaparecido de la vista?
Estoy esperándote… será sólo un rato.
Muy cerca de aquí, a la vuelta de esa esquina.
Todo está bien.

El epitafio que aparecerá en la tumba de mi abuelita (es irreal pensar que estoy escribiendo esto) es el siguiente:

Gracias por abrirnos el camino y enseñarnos a caminar

Te voy a extrañar profundamente, abuelita. Espero lograr reconstruir la mayor parte de tu historia. Y cuento con que seguirás cerca, cuidándonos como lo hiciste durante toda tu vida. Estoy seguro de que estás en un buen lugar, porque te lo mereces. Porque sin saberlo lograste cambiar la vida de muchísimas personas gracias a tu esfuerzo y tenacidad.

¿Nuestro reto? Hacerlo mejor. Seguir intentando, seguir aprendiendo y hacerlo mejor. Lo que tú lograste será la inspiración para seguir caminando. Para abrir nuevos caminos. Para superar los obstáculos que aparezcan. Esa será la mejor forma de honrar tu memoria y tu vida.

Nos encontraremos de nuevo a la vuelta de esa esquina. Para bailar juntos una vez más.

Bailando con mi abuelita

A pesar de la nostalgia, todo está bien. Simplemente, gracias.

Te queremos. Te extrañamos.

Viendo la música clásica

Hace un par de semanas tuve la grata oportunidad de ver, finalmente (aunque en diferido), Die Valküre, la segunda de las cuatro óperas del ciclo del anillo de los Nibelungos de Richard Wagner. Cuando fueron transmitidas originalmente, por diversas razones no llegué a verlas, así que cuando supe acerca de la celebración del aniversario de Wagner me entusiasmé bastante. Igual, me perdí las otras tres. La primera por razones de tiempo y las otras dos por razones de salud (estar sentado casi cuatro horas luego de una lumbalgia en la cintura no era lo más recomendable).

En cualquier caso, esta ópera me permitió entender algo que había empezado a percibir cuando estuve en Guadalajara con Francisco, Liliana, Nilda y Berenice viendo (primero) una presentación de Les Sacqueboutiers y luego un concierto de la Orquesta Sinfónica de la ciudad. He vivido engañado toda mi vida: la música clásica no es un espectáculo auditivo, sino audiovisual. Y esto marca toda la diferencia. En la época que nos tocó vivir (obviamente), el uso de la tecnología de grabación y reproducción sonora no solo estaba consolidado sino que se ha mantenido en permanente evolución. Pero con esa tecnología aparecen una serie de supuestos que terminan siendo parte del panorama.. Que terminan siendo invisibles..

Durante la mayor parte de nuestra historia, la música fue algo que ocurría en vivo. Para escuchar música (como me decía Martha alguna vez) la gente tenía que interpretar un instrumento, lo cual ocurría de manera habitual en encuentros familiares o comunitarios, o tenía que asistir a algún lugar en donde los músicos ‘profesionales’ interpretaban su propia música o aquella compuesta por alguien más para el patrocinador de turno.

Con eso, lo que llamamos música clásica en realidad era un espectáculo del cual no quedaba ningún tipo de registro. La gente asistía para ver y para escuchar las obras y eso significa que, quienes tenían la capacidad, podían observar las emociones inspiradas por las piezas en los músicos, los patrones de interacción entre ellos (o más adelante, entre segmentos completos de una orquesta), y la incidencia de un director específico en una obra dada. Uno no compraba la sinfonía de Beethoven o la sonata de Bach. Uno veía la obra. No había otra opción.

Fast forward al siglo XX. Leía hace poco que, entre los múltiples usos que Edison se imaginaba para la grabación de audio, uno de los últimos del listado era almacenar música. Lo cual tiene sentido porque, para él, la experiencia musical seguía atada al evento mismo (lo que en ingles a veces llaman ‘happening’) y, por otro lado (digo yo), porque los cilindros de cera no permitían almacenar piezas largas. Resultaría al menos incómodo grabar una sinfonía en un único cilindro de cera, al igual que una improvisación de música popular, por decir algo.

Pero la tecnología sigue su curso, y de los cilindros de cera se pasó eventualmente a los acetatos. Al contar con medios más sofisticados de registro, la pregunta obvia es ‘¿Qué grabamos?’. La respuesta: lo que haya (musica de partitura) y lo que se pueda (adaptaciones de música popular que quepan en el medio). Para los primeros acetatos (aquellos de 78rpm), la velocidad de giro permitía una duración de cerca de 3-4 minutos, lo cual condicionó a su vez la duración misma de las piezas. Aunque luego aparecerían los EP y los LP, el formato de 3-4 minutos se mantuvo y creció con los sencillos de 45rpm.

Eventualmente, una sinfonía se partió para incluirse en múltiples discos, y los fragmentos más memorables de algunas piezas fueron extraídos de la obra original y compilados en un único disco. Pero no sería sólo la tecnología de registro la que tendría impacto en lo que conocemos hoy como experiencia musical. Esa labor la complementaría la radio comercial.

Si bien para ese momento los medios de registro permitían duraciones más largas (sin mencionar que muchas piezas duraban menos de los 3-4 minutos), sería la necesidad de rotación musical la que llevaría a estabilizar (más o menos) la duración de las canciones. La radio comercial consolidaría, a partir de una antigua limitación técnica, la duración estándar de las canciones que asumimos como ‘normal’ hoy: 3 a 4 minutos.

Y luego, cuando la radio se encargó de lanzar grandes carreras, se hizo inevitable para los músicos llenar las dos caras de un LP con canciones. Bienvenidos los álbumes y una nueva relación con la música: ya no es necesario tener presente al intérprete para poder escucharlo. Ya no es necesario verlo, basta con oirlo. En segmentos de 3 a 4 minutos, de preferencia. Con excepciones como los siete minutos de ‘Hey Jude’, por ejemplo.

Pero esta nunca fue la manera normal de apreciar el gran espectro que hoy llamamos música clásica. Piense en la ópera o el ballet, que son artes escénicas. Escuchar El lago de los cisnes es (obviamente) diferente a ver El lago de los cisnes. Escuchar más de tres horas de una ópera de Wagner es diferente a verla. Algo tan obvio, que me sorprende no haberlo percibido antes. O piense en cualquier sinfonía, con movimientos que habitualmente duran al menos cinco minutos, y consolidan una pieza única que puede llegar a más de una hora. Sencillamente, son formatos que no coincidían con las prácticas emergentes de la época. Y de allí vienen las compilaciones que incluyen el movimiento más identificable de la quinta sinfonía de Beethoven, seguido por la Primavera de Vivaldi, o por la Danza Rusa de Cascanueces. En segmentos no muy largos, y con un contexto crecientemente diluido, con poca importancia respecto a quién interpreta, o quién dirige. Esto no quiere decir que algunas grabaciones completas no fueran producidas, pero incluso hoy sigue siendo muy raro encontrarse la colección completa de las casi 17 horas de música de El anillo de los Nibelungos, por ejemplo.

La televisión daría otro giro al asunto, permitiendo al público establecer de nuevo una relación visual con los intérpretes. El impulso de la televisión, en conjunto con sistemas de amplificación más potentes, nos llevaría al mundo de los conciertos masivos, en donde un único artista ‘atendía’ miles de personas. Para el caso del rock and roll (y más tarde el pop), piezas en un lenguaje familiar, en fragmentos cortos, con melodías fácilmente memorables y repetibles, permitirían la aparición de las grandes ‘estrellas’ que sólo son posibles en un entorno de medios masivos. Condiciones que nunca podría igualar la llamada música clásica.

Lo que nos trae al día de hoy (finalmente). A un momento en el que la tecnología de nuevo modifica las condiciones de base. En donde tanto el registro como la reproducción y el almacenamiento son cada vez más economicos, y en donde segmentos importantes de la población no tienen gran interés en adquirir álbumes completos. En donde la música se ha vuelto tan cotidiana que ha pasado a ser parte del trasfondo, llevándonos poco a poco a un punto en donde no sabemos (y no importa) quién es el intérprete, y mucho menos el compositor. Para personas como Jaron Lanier, la tecnología de streaming no hará sino profundizar esta situación. Tal como le ocurrió en su momento a la música clásica.

A gran escala, nuestro panorama musical está compuesto por piezas de pocos minutos, con letras que acompañan una melodia, y que llevan a comentarios cotidianos curiosos frente a la música clásica. Tal vez el más frecuente (y que al menos yo aprendí en mi entorno) es que es muy aburrida, lo cual es comprensible dados los cortos plazos de atención a los que nos ha habituado la radio comercial. Para algunos (lo he escuchado de primera mano) lo más notorio es la ausencia de letra (“Podemos poner música con letra?”, preguntan algunos profesionales). Para otros, la duración (Martha me contaba de algunos niños que expresaban su sorpresa respecto a que las ‘canciones’ fueran “tan largas”).

Pero, lo que veo ahora, es que estos comentarios son normales no sólo por las razones obvias (además de las históricas, la música clásica se convirtió en parte de una subcultura muy específica que muchos entienden como excluyente y hasta snob), sino porque además hemos perdido la oportunidad de comprenderla en su verdadera dimensión. Al separar la experiencia auditiva de la visual, nos quedamos sin el contexto humano que la hace tan particular.

Por eso me resultó tan especial el concierto de Les Sacqueboutiers en Guadalajara, en el que la violinista se emocionó hasta el llanto con una pieza específica. O la evidente división e interacción entre los diversos segmentos de la orquesta (sólo percibibles en vivo) en El rito de la primavera de Stravinsky. O el pausado ritmo narrativo de La Valquiria, en donde la música es un medio para reforzar las escenas y los personajes (Wagner es el pionero más reconocido del mecanismo del motif que es casi ubicuo hoy en las bandas sonoras de películas, especialmente las de gente como John Williams y Danny Elfman, por ejemplo).

Estas experiencias fueron especiales porque me permitieron ver algo que no había logrado ver antes. Y hacen que me pregunte, una vez más, cuántas otras cosas que hacen parte del paisaje no soy capaz de ver, y cuántas expresiones de nuestra cultura (a veces profundamente sublimes, caramba) escapan a nuestra percepción simplemente porque no contamos con ojos que sean capaces de verlas.

En lo personal, sin duda seguiré aprovechando la fantástica oportunidad que representa la orquesta sinfónica de EAFIT de ‘ver’ la música clásica para tratar de apreciarla mejor y, digo yo, superar de algún modo el típico consumo musical. Mientras me pregunto, como digo, por las muchas otras cosas que no soy capaz de ver todavía.

Y ese es el ‘producto’ de un vuelo de alrededor de 3 horas, en un tableta a la que me sigo acostumbrando. :)

Sin saberlo (Little did he knew…), en minutos estaría por primera vez en una angustiante revisión de seguridad que es el pan de cada día de muchos viajeros colombianos.