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Felices Fiestas!

Un año más termina.  Al menos, para quienes somos ‘usuarios’ del calendario gregoriano, porque para el resto del planeta es un asunto bastante arbitrario.  En todo caso, ese ‘fin’ imaginario suele ser la excusa para hacer balances y propósitos.  Hay algo bueno en esto para nuestra psique (digo yo) y es la posibilidad de cerrar cosas y pensar en nuevos inicios.  Algo similar a lo que muchos de nosotros hacemos cuando cumplimos años.

Sin embargo, la falacia que queda en el fondo es que estos cierres no son momentos de quiebre en realidad, sino que hacen parte de un continuo mucho más complejo, que llamamos vida. Así, el fin de año no va a resolver automáticamente cambios de hábitos por más uvas que comamos o más vueltas que demos a la manzana con una maleta. Al final, el rumbo que toma nuestra vida (y por ende, el mundo) dependerá enormemente de lo que cada uno haga y, sobre todo, de la manera en la que respondemos a los incontrolables eventos que están en nuestro entorno.

Mis saludos de Año nuevo, desde que empecé a hacerlos, parecen estar marcados por algunas cosas comunes: por un lado, parece que con frecuencia tengo unas gripas espantosas en estas épocas (qué manera de celebrar el solsticio, caramba) y, por otro, hay un énfasis grande en la responsabilidad individual frente a cómo usamos el tiempo que tenemos, el cual se hace más tangible cuando llegan estas fechas.  O cuando, como en mi caso para este año, la muerte se acerca a nuestras vidas.

La muerte de mi abuelita, sin duda el evento personal más importante en este año que termina, me ha dejado con montones de cuestionamientos nuevos y con poco ánimo para cacharrear con la tecnología (lo cual es apenas un refuerzo de una tendencia que emergió desde inicios de año, pero esa es otra historia).  Al mismo tiempo, ha dejado en mí un gran interés por recuperar mi historia personal, acogerla y entenderla.  Parte de ese trabajo es regresar sobre lo creado y ver su sentido de largo plazo.

Por eso este año decidí no hacer un nuevo saludo sino revisar los de los años anteriores. Con excepción de 2010 (ese año fue época de Crisis/reboot), lo que se observa es una exploración técnica permanente (de Flash a Slideshare, dos años de videos y finalmente Prezi), y un tono que pasa de confrontador a irónico a esperanzador (extraña mezcla) y que hace énfasis, como decía antes, en el tiempo.  Este fue el de 2011:

Algo más que está en este saludo, que es cada vez más claro para mi, es que la tecnología por sí sola no nos servirá de mucho. Poco hacemos saturando de máquinas a poblaciones que tienen dificultades históricas que sólo serán exacerbadas por los aparatos.  Lo cual no significa que hay que olvidarse de la tecnología, pues no va a ir a ninguna parte. Significa que lo que hagamos (lo que hagan quienes trabajan con tecnología) debería incluir de manera prominente la intervención sobre los problemas de fondo, en especial en intervenciones de gran escala, tan populares a nivel político.

Este fue el saludo de 2012, que sigue vigente y es más optimista (digo yo):


Los propósitos siguen en pie: cuestionar todo (aunque como en todo lo demás, es mejor hacerlo con mesura), mantener la mente abierta (una salvaguarda del primer propósito, para mantener el equilibrio), y pensar/hacer/actuar diferente.  Este último puede ser el más difícil, en especial si el entorno invita/condiciona/obliga a actuar como siempre. Aparece la tensión entre el cuestionamiento y la capitulación.

Como cualquier otro año, 2014 tendrá millones de nuevos segundos. Miles de oportunidades. Cientos de ideas y personas nuevas. Montañas de hype. Pero una capacidad de atención limitada de parte de cada uno de nosotros. Es por eso que cada segundo cuenta.  Porque con cada decisión que tomemos, con cada cosa a la que dediquemos nuestra atención y tiempo, estaremos creando nuestro futuro.  Razón de más para cuestionar y prestar atención. Para no convertirnos en simples cajas de resonancia.

Ojalá 2014 esté lleno, ante todo, de sabiduría que nos permita elegir bien y dedicar nuestro tiempo a aquello que más ayude a mejorar el mundo.

Brindo por eso!

The Maker / El creador

En 2012, durante Anima Mundi en Rio, me encontré con un corto animado que me conmovió profundamente.  Supongo que, en parte, por haberlo visto en pantalla gigante y con un buen sonido (eso siempre ayuda).

Hace un par de semanas, no recuerdo por qué, el corto reapareció en mi cabeza.  Descubrí que ya había sido publicado en YouTube (antes sólo estaba el trailer) y volví a verlo, ahora con audífonos, una y otra vez.  Como me atraen bastante las bandas sonoras, encontré que la música de esta animación era parte de la obra de un fantástico compositor australiano llamado Paul Halley.

La pieza se llama Winter (Invierno), y es en sí misma una especie de ágil historia que cuenta de manera mágica el paso del otoño al frío del invierno y que, luego de incluir una serie de melodías que se vuelven rápidamente reconocibles, concluye en un emocionante e inesperado solo de violín que, con toda la esperanza, anuncia el cierre de un ciclo y la llegada de la primavera.

The Maker (El creador/hacedor) es un corto dirigido por Christopher Kezelos, otro australiano.  Está basado en Winter (por eso empecé hablando de la música) y, sin más preámbulos, aquí está.  Busque el mejor sonido y la mejor pantalla que tenga, por favor. Y no deje de verlo antes de seguir (pues voy a hablar de lo que pasa y no quiero arruinarlo):

Como decía, hace un par de semanas The Maker reapareció en mi campo de percepción. Poca idea tenía yo (“Little did he know“, como decían en Stranger than fiction) que cobraría un sentido fundamental días después, con la muerte de mi abuelita.

La frase con la que era promocionado el corto era “Life is what you make it” (algo como “La vida es lo que haces de ella”) y la historia que cuenta muestra a una extraña criatura (un conejo bizarro, diría yo) que, sin mayor información, nota que un reloj de arena se pone en marcha poniendo al tiempo en su contra.  A partir de un plano general contenido en un libro y usando los materiales que tiene a su alrededor, esta extraña criatura empieza a preparar a alguien semejante a él, aunque no idéntico. Un semejante que, luego descubre él, todavía no tiene vida.  Poner las piezas juntas no es suficiente.  Algo falta. Y el tiempo corre.

Ese algo no es educación, un buen libro, clases magistrales o demostraciones mecánicas. Después de mirar con cuidado, nuestro personaje encuentra en su libro la partitura de Winter  y, en ese momento, hace un nuevo intento de despertar a su creación, pero esta vez con música.  El solo de violín que está cerca del final de la pieza es el momento clave del corto, en el que finalmente la nueva criatura cobra vida.

Las pistas visuales sugieren que esto se trata de crear a una compañera, y eso pone un tinte romántico a la historia inicial. El abrazo que se dan los dos personajes parece reforzar esto. Pero, de manera inesperada, los últimos 30 segundos del corto cambian todo:  El personaje no estaba creando una compañera, sino a alguien que prosiguiera la tarea. Solo. El acto de creación se convierte así en un afán sin interés personal, en un intento desesperado de mantener el ciclo andando. De mantener la rueda girando. De darle la oportunidad al que sigue…

Nada más cercano a mis sentimientos frente a la muerte de mi abuelita.  Así como el texto de Holland me da esperanza, The Maker me ayuda a encontrar sentido. El indescriptible desprendimiento que tiene este personaje es exactamente lo que yo he recibido de mi abuelita y de mi mamá.  No sólo con música sino con cuidado y afecto han animado mi vida. Y aunque no me entregaron un manual de instrucciones (desde pequeño pienso que sería muy conveniente!), sí han vivido contra el tiempo (como todos lo hacemos sin saberlo) ayudándome a volar.

En el caso de mi abuelita, su momento de convertirse en un haz de luz ha llegado. Hizo lo necesario por nosotros. Nos animó (en el sentido del corto), nos enseñó. Deja dentro de nosotros un libro entero de recomendaciones para vivir, con señalización de cosas que funcionan y otras que puede ser mejor evitar. Por lo cual nunca dejaré de agradecerle. Así que ya tenemos los materiales. Tenemos la creatividad. Y el tiempo corre. Es hora de empezar a crear (o mejor, de seguir creando) caminos para que otros, parecidos a nosotros pero no iguales, los recorran. Solos de violín para animar e inspirar a otros. Para que la rueda siga girando.

La vida es lo que hacemos de ella. Lo que dejamos para los demás. Y la desaparición de uno de nosotros es sólo la oportunidad de que el ciclo siga ocurriendo. El reto, supongo, es vivir de manera generosa, para que los que vengan puedan hacer las cosas mejor que nosotros.

Little did he know…

Un día triste / In memoriam

El domingo 3 de Noviembre recibí una llamada de mi mamá a las 4:00 de la mañana.  Mi abuelita estaba en el hospital, muy grave.  Alrededor de las 4:30a.m., había fallecido.

Esta es la primera vez en mi vida que enfrento la muerte de una persona muy cercana. Si bien en el pasado un par de amigos habían muerto, en este caso se trata de la única abuelita que conocí y de la persona que, junto con mi mamá, se encargó de mi crianza. A ella le debo, sin duda, la mayor parte de lo que soy hoy. A su dedicación, su afecto y su imparable espíritu, que le permitió transformar las vidas de sus hijas contra viento y marea.

Luego de la llamada, preparé rápidamente viaje a Bogotá (incluso compré tiquetes en sentido contrario sin darme cuenta!).  Mientras tanto, en Bogotá mi familia se enfocaba en los asuntos pragmáticos: certificados, organización del funeral, etc. Y, en esa medida, tenían su atención ocupada en otras cosas.

En mi caso fue diferente. Tuve un largo rato para estar conmigo mismo, reflexionando acerca de lo que acababa de ocurrir. Lloré una y otra vez, y noté que lo hacía más por las cosas que siento que habría podido hacer mejor y no hice.  Lloré porque no tendría la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de mi abuelita, de abrazarla o de darle un beso.  Lloré por no haber escuchado más sus historias, por no haber comprendido antes la difícil vida que tuvo que llevar, por no haber contado con más herramientas para entender las implicaciones de esas dificultades.

El 14 de diciembre, mi abuelita habría cumplido 94 años. Increíblemente, descubrí que no tenía conciencia plena de su edad.  Y he notado que, por alguna razón, siempre la percibí más joven de lo que era en realidad.  Tal vez siempre la ví con la misma edad que tenía cuando nos conocimos.  Por eso me maravilla pensar que bailó conmigo una pieza completa en mi matrimonio, a sus 92 años, o que tan sólo el año pasado se empeñó en arreglar por su cuenta (quién discutía con ella!) el jardín de la casa de mi mamá, a sus 93 años.  Mi abuelita (y mi mamá) vienen de una época y un mundo en el cual existía una relación muy especial con la tierra y con las plantas. Una relación que durante mucho tiempo no entendí pero que he llegado a admirar.

A sus casi 94 años, mi abuelita estaba completamente lúcida. Recordaba cada conversación, preguntaba siempre cómo estábamos, y cuando contestaba el teléfono lo hacía diciendo, habitualmente: “Dios te bendiga, mi hijito”. Voy a extrañar eso profundamente. Así como una pregunta recurrente que me hacía: “Cuándo es la vuelta?”.

Ví a mi abuelita por última vez el 26 de Octubre.  Y conversé con ella por última vez el 1 de Noviembre. Recuerdo que le pregunté de qué se había disfrazado para Halloween.. En esa última semana estuvo bastante inestable. Pero al hablar con ella, jamás habría podido imaginar que nos abandonaría tan pronto.  Eso me entristece mucho.  Saber que ya no habrá una nueva oportunidad para muchas cosas…

Una parte de mi sabe, racionalmente, que ella merecía descansar. Fueron muchos años y mucho esfuerzo, con una misión cumplida en exceso.  Mi abuelita fue, desde mi perspectiva, una verdadera heroína. Sin superpoderes que le ayudaran, enfrentó cada una de las pruebas que le lanzó un entorno hostil y una historia familiar plagada de patrones disfuncionales. En la medida de sus capacidades, hizo todo lo posible (y lo imposible!) para sacar adelante a dos generaciones (tres, si la incluimos a ella).

Sin que ella lo supiera, todas las decisiones que tomó fueron fundamentales para que cada uno de nosotros (sus hijas y sus nietos) estemos en el lugar en el que estamos. En mi caso personal, la posibilidad que he tenido de pensar en otros mundos posibles, de viajar por múltiples sitios, de tocar la vida de tantas personas de manera directa o indirecta, es una consecuencia inmediata de su esfuerzo (y por supuesto, del de mi mamá y mis tías). Es gracias a ella que mis reflexiones existen. Es gracias a ella que existo. Mi potencial de afectar al mundo es una amplificación de su potencial, y está marcado por los rasgos que la caracterizaron.

En una y otra ocasión he escuchado con gratitud que algo presente en los proyectos en los que me he embarcado es la generosidad.  Veo ahora que es inevitable que sea así, pues no puedo pensar en personas más generosas que mi mamá y mi abuelita. Y sé que es un rasgo que ellas emulan de sus propios abuelos. Encuentro fascinante que algo como esto se propague a través de generaciones, y que abra posibilidades insospechadas a medida que el tiempo pasa.

Durante el funeral, nos sorprendió la cantidad de personas que nos acompañaron, tanto en la velación como en la misa. Muchas personas acongojadas (y muchos desconocidos!), que me recordaron el complejo ser que fue mi abuelita y las múltiples facetas que tenía, de las cuales me temo que sólo conocí a fondo unas pocas. Para mi ha resultado inspirador descubrir la calidez y la enorme comunidad que fue tocada por mi abuelita. Hace que me sienta orgulloso y humilde a la vez.

No obstante, a pesar de todo esto, la nostalgia sigue estando presente. Acompañada por los recuerdos de las cosas que vivimos juntos, los cuales estoy tratando de recuperar en mi enredada cabeza y de escribir para poder conservarlos. Acompañada también por una observación atenta (en lo posible) de mis emociones y de lo que ocurre en mi entorno. Por una búsqueda del sentido existente en todo esto.  Que cae de perlas en un blog que tiene como título, justamente, reAprender.  La muerte, resulta, es una ineludible excusa para comprender mejor la vida.

Y en esa búsqueda de sentido veo el esperanzador papel que juega nuestra naturaleza católica, que en mi cabeza trata de articularse con ideas espíritas, o con la noción de que todo esto está anclado también en neuronas y sinapsis…  Al final, lo que siento con claridad es que hay algo más allá, lo que me da esperanza de encontrarme de nuevo con mi abuelita para poder, finalmente, decirle todo lo que no llegué a decirle.

En medio de esa búsqueda de sentido, Analia Ferraro compartió un texto de Henry Scott Holland, profesor de Divinidad en Oxford y canónigo de Christ Church, quien por allá en 1910 (nueve años antes del nacimiento de mi abuelita) realizó un sermón luego de la muerte de Eduardo VII, que incluía este bonito fragmento:

La muerte no es nada
Sólo me he refugiado en la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Tal como fuimos el uno para el otro, seguimos siendo.
Llámame por mi diminutivo de siempre.
Háblame como solías. No cambies de tono. Ni solemnidad forzada, ni aflicción quiero escuchar.
Ríe como reíste siempre nuestras pequeñas bromas.
Juega… sonríe…Piensa en mi… reza por mí.
Deja que mi nombre siga siendo la palabra familiar que era.
Que sea pronunciado sin afectación, sin la más pequeña sombra.
La vida significa lo mismo que siempre, sigue igual que siempre.
Hay continuidad, absolutamente ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un accidente sin importancia?
¿Acaso debo desaparecer del pensamiento porque haya desaparecido de la vista?
Estoy esperándote… será sólo un rato.
Muy cerca de aquí, a la vuelta de esa esquina.
Todo está bien.

El epitafio que aparecerá en la tumba de mi abuelita (es irreal pensar que estoy escribiendo esto) es el siguiente:

Gracias por abrirnos el camino y enseñarnos a caminar

Te voy a extrañar profundamente, abuelita. Espero lograr reconstruir la mayor parte de tu historia. Y cuento con que seguirás cerca, cuidándonos como lo hiciste durante toda tu vida. Estoy seguro de que estás en un buen lugar, porque te lo mereces. Porque sin saberlo lograste cambiar la vida de muchísimas personas gracias a tu esfuerzo y tenacidad.

¿Nuestro reto? Hacerlo mejor. Seguir intentando, seguir aprendiendo y hacerlo mejor. Lo que tú lograste será la inspiración para seguir caminando. Para abrir nuevos caminos. Para superar los obstáculos que aparezcan. Esa será la mejor forma de honrar tu memoria y tu vida.

Nos encontraremos de nuevo a la vuelta de esa esquina. Para bailar juntos una vez más.

Bailando con mi abuelita

A pesar de la nostalgia, todo está bien. Simplemente, gracias.

Te queremos. Te extrañamos.

Cuatro claves (de lo que nos falta por hacer) #IBERTIC

En Mayo (cómo pasa el tiempo!) fui invitado por la Organización de Estados Iberoamericanos a participar en un muy interesante encuentro de expertos, dedicado a conocer, analizar y discutir las perspectivas de trabajo del naciente Instituto Ibertic (En Septiembre pasado hubo un segundo encuentro al cual lamentablemente no pude asistir, pues estaba de vacaciones preprogramadas).

Como parte de la invitación, hice parte de un panel en compañía de Mariana Maggio (Argentina) y Tarek Chehidi (Túnez), titulado “Las TIC en la escuela”.  Así que acordamos con Mariana una estructura general para nuestras intervenciones, enfocada en proponer algunos asuntos clave que, desde nuestra perspectiva, constituyen retos que nuestros sistemas educativos tienen pendientes a gran escala.

Aquí está el video del panel, cortesía del equipo de Ibertic.  Inicia Tarek, luego va Mariana en 17:38 y después yo en 38:04:


Los cuatro desafíos en los que decidí enfocarme fueron:

  • De la enseñanza al aprendizaje
  • De la centralización a la distribución
  • De miradas fragmentadas a comprensiones globales
  • De la posibilidad a la realidad

A los cuales agregué, a modo de cierre, uno más: De esperar el futuro a crear el futuro.

Por supuesto, todos estos desafíos se desprenden del trabajo que he venido realizando en estos últimos años (incluida la experiencia de TRAL, que en ese momento estaba en plena ejecución), y de los convencimientos y comprensiones emergentes que han aparecido por causa de él.  Lo que significa que representan una mirada muy específica, que no constituye una solución ni muestra un camino único.

De hecho, esas cuatro ideas tienen mucho por detrás.  Uno podría tomar cualquiera de ellas para discutir acerca de las plataformas tecnológicas que usamos y lo que implican, de las estructuras organizacionales, de pedagogía, de didáctica, del sentido de la educación, etc.  Y, al mismo tiempo, no tienen que ver directamente (ni exclusivamente) con la integración de tecnología informática. Es por eso que me parecen particularmente interesantes.

Aquí están los slides que utilicé:

Un detalle especialmente agradable de esta invitación de Ibertic, fue la oportunidad de encontrarme de nuevo con Vera, Luz, Machi, Paola, Melina, Mariana, Javier, Maria Teresa y muchas otras personas con quienes tenemos importantes resonancias en cuanto a ideas y, por qué no, sueños.  También fue una excusa para hacer la sesión sincrónica de TRAL desde el Colegio Las Cumbres, algo sobre lo que no he escrito aún pero que recuerdo como una de las experiencias más extrañas y estimulantes que recuerdo.   Justamente, Javier me hizo una corta entrevista en esa ocasión, hablando acerca de TRAL. Nótense las ojeras del entrevistado (ouch):

Así que, bueno, aquí están estos cuatro retos en 2013. Dentro de varios años veremos qué tanto logramos avanzar en ellos.

Gracias a Ibertic por la invitación!