Category Archives: Educación y Sociedad

Oi Futuro, registro visual y una frase controversial…

Ayer, como parte de los seminarios que son ofrecidos de vez en cuando por la UFRJ, tuve la oportunidad de escuchar a Alessandra Moura, quien es parte del Instituto Oi Futuro (encargado de los temas de responsabilidad social de Oi, uno de los operadores de telefonía celular y acceso a Internet más grandes del país).   Alessandra hace parte de un equipo que trabaja en uno de los programas de Oi Futuro en el área educativa, llamado Tonomundo.

La charla de Alessandra fue una excusa para intentar una forma diferente de tomar notas.  Hace poco recibí el libro Mapping Inner Space, de Nancy Margulies y Nusa Maal, que trata de mapeo mental y sirve como introducción a la labor de Registro visual.  Así que lo que intenté fue "tomar notas" de una manera más 'visual' posible , lo cual no quiere decir que tuve éxito, pues me falta mucho para ser un buen dibujante.  Igual, es mi primer intento, así que todo es ganacia. :>>

Las 'notas' que tomé fueron inicialmente en lápiz, para hacerlo sencillo.  Luego, una fotografía (mi versión de "escanear" sin escáner) y algo de edición en Photoshop (lo cual no hacía hace rato).  Aquí está el antes y el después de mis 'notas':

Oi tonomundo - Mapa Inicial

La edición fue más un asunto de limpieza y de colorear algunas zona, sin pensarlo demasiado (el color habría podido ser usado de una manera mucho más efectiva para codificar ciertas áreas de la presentación):

Oi tonomundo - Mapa Final

Lo que me gustó del ejercicio fue la posiblidad de organizar de una manera muy diferente la información.  Con frecuencia sucumbí a la transcripción de viñetas, pero como decía, es un primer ejercicio, y poco a poco espero desarrollar más habilidad para capturar conceptos específicos. La otra cosa que no imagino todavía es el uso de color en "vivo".  Me temo que me inquietaría demasiado "arruinar" el mapa.

He estado pensando que un ejercicio interesante podría ser intentar mapear algunas charlas TED (um, podría ser una excusa para retomar TEDucadores) a ver qué sale, como entrenemiento.  Ahora se me ocurre que podría ser un simpático ejercicio para realizar con otras personas, pues el otro asunto es que no he visto muchas personas en nuestro entorno (o mejor, en MI entorno) que hagan este tipo de registro.  Por supuesto, están Nancy White (y Rachel Smith lo intentó recientemente en Northern Voice), pero en español no he visto mucho todavía.

Pasando al otro tema de este post, hubo una frase controversial, que de hecho aparece bastante grande en el mapa de registro y que no pude dejar pasar.  Hacia la mitad de su presentación, Alessandra se refirió a un político (no identificado) que en alguna reunión sobre temas educativos se puso de pie en medio de la discusión, tomó la palabra y dijo lo siguiente:

"Es necesario salvar a la educación de los salvadores de la educación."

Claramente, esta frase es muy provocadora, y a la vez provocativa, pues sirve para aplicarla en muy diversos contextos.  Por eso pregunté acerca del contexto original, pues me está empezando a producir algo de desconfianza esta manía de usar cualquier frase para justificar cualquier cosa.

Alessandra explicó que, en su contexto original, la frase aparece porque en una reunión sobre un proyecto educativo, un individuo insistía en proponer ciertas cosas (ella no mencionó qué exactamente) que no tomaban en cuenta lo que decían los docentes y directivos institucionales que estaban presentes.  Según entendí, el lío es que esta persona (según Alessandra) no consideraba otro punto de vista que no fuera el propio, y se presentaba de algún modo como el "que sí sabía qué era lo que había que hacer"  (actitud que me parece peligrosa y envidiable a la vez), como "salvador de la educación".  Así que, supongo que después de una discusión muy desgastante, este político se pone de pie, dice lo que dice y, de acuerdo con Alessandra, dejó sin palabras a los asistentes.

Con este contexto, el asunto se entiende muy bien.  Pero tiene otras lecturas posibles.  Durante mi paso por el Ministerio de Educación, por ejemplo, pude ver de primera mano la inmensa dificultad de coordinar los esfuerzos que diversas organizaciones ponen en marcha (y me estoy refiriendo sólo al área de las TIC).  Hay demasiados intereses y visiones de mundo en juego, y eso hace que lo que es una respuesta fundamental para unos, para otros sea apenas una parte del problema.

Tal empresa decide que lo que va a hacer es localizar los "contenidos" (ay) que fueron desarrollados en otro lugar, para lanzar su propio "portal".  Otra decide que los programas de formación docente deben apuntar a sus productos de software y no a otros.  Otra entidad estatal (por alguna razón) decide que lo que hay que hacer es comprar y poner computadores en una escuela, y llama una semana antes del lanzamiento (!!!) a preguntar qué hacer con ellos desde el punto de vista educativo.  Otro promociona hasta el cansancio el último tablero digital, la última versión del programa de código abierto, el último dispositivo de alta tecnología, como lo que hacía falta para modermizar y revolucionar a la escuela.  El Ministerio de Educación hace su mejor esfuerzo para 'organizar' todo lo que ocurre.  Y a pesar de todo ello, en muchos casos los resultados no son tan diferentes a lo que este clásico video mostraba de manera contundente:






¿Y qué relación tiene todo esto con la frase?  Pues que hay ciertos 'salvadores de la educación' de los que definitivamente valdría la pena salvar a la educación.  Muchos de ellos son quienes siguen convencidos de que la tecnología por sí misma va a cambiar todo (para bien).

Creo que en parte por lo anterior es que mi discurso se ha moderado enormemente en los últimos años.  Basta con salir a la calle, ver la televisión o navegar un rato por la red para recordar la impresionante complejidad (y diversidad) del mundo que nos rodea.  ¿Existen soluciones universales? Me temo que no.  De ningún tipo.  ¿Existen respuestas correctas o finales? Me temo que tampoco.  Basta con dar una mirada a la historia para encontrar una y otra vez respuestas "correctas" y "finales" que dejaron de serlo 50, 100, 500 años después.  Es un asunto de perspectiva.  ¿Acaso sabemos cuáles de nuestras respuestas "correctas", a las que tanta energía les ponemos, serán una anécdota curiosa dentro de 100, 200 años?  Una vez más, me temo que no.

Por eso prefiero dudar y preguntarme sobre lo que veo, percibo y creo comprender.  Si bien los párrafos anteriores muestran una posición algo beligerante frente a diversas 'respuestas' al problema de la educación, lo cierto es que poco a poco veo que es inevitable que tales 'respuestas' aparezcan y sean puestas en práctica.  Y no sólo es inevitable, sino deseable, pues de allí podrían surgir verdaderas respuestas para los problemas más críticos de nuestra especie.

Lo que sería fabuloso, digo yo, es que nos atreviéramos a hablar de manera abierta de los problemas y de las limitaciones  de nuestras propias respuestas.  Que nos permitiéramos ver más allá de nuestra identidad institucional o intelectual, para considerar los supuestos sobre los cuales hemos construido tales certezas.  Aunque resulta algo ingenuo, no dejo de imaginar cómo sería el mundo si el representante de Microsoft reconociera abiertamente las limitaciones de sus productos, mientras el vocero del software libre hace lo propio.  Si el vendedor de tal o cual tecnología diera una mirada a la historia reciente y descubriera que, una y otra vez, el aparato que ha sido promulgado como la 'revolución' (en términos educativos) ha dejado de ser relevante unos años después, para dar paso a la siguiente novedad, y lo reconociera de tal manera en las reuniones que tiene con posibles compradores.

No dejo de pensar en cómo sería el mundo si docentes y directivos hicieran (o hiciéramos, pues al fin y al cabo también soy docente, no?) más preguntas incómodas a los vendedores y gurús de las nuevas tecnologías, como lo sugería Stephen en su charla de 2004.

Así que, después de todo, la frase no me convence porque tiene demasiada ambigüedad.  Si tenemos que salvar a la educación de los salvadores de la educación, nos estamos conviertiendo en salvadores, así que la educación debería ser salvada de nosotros mismos.  Una contradicción clara, pero que no es abordada cuando se suelta una frase "provocadora" en medio de una presentación.  Y el riesgo que corremos es seguirla repitiendo (como tantas otras cosas) de manera automática, porque suena/parece bien, sin detenernos a realizar esas preguntas incómodas.

Todo esto me obliga a tratar de ser consecuente, y cuidarme de reconocer y señalar las limitaciones de experiencias como las de los cursos abiertos, que pueden servir para algunas cosas y no para todas.  Así como a tratar de cuidar al máximo lo que incluyo en mis presentaciones, o en mis intervenciones en público (a partir de esta reflexión, con un transfondo de memética), reconociendo la responsabilidad inherente a hacer parte de estos espacios en línea.

No está de más mencionar que, al menos hasta donde alcancé a ver, el tema de la responsabilidad social tiene un alcance y una madurez muy notoria en Brasil, y el trabajo de Institutos como Oi Futuro, o de Vivo Educa (quienes me han invitado a un seminario en Sao Paulo el próximo mes) en realidad tiene un impacto de gran escala.  Como se indica en las notas, Oi Futuro provee conectividad (gratuita!) a 45 mil escuelas de Brasil, y el programa Tonomundo ha sido adoptado como política pública en varios estados de Brasil, y en la república de Mozambique en Africa.

Igual, esta es una primera mirada a lo que ocurre localmente, que como suele ocurrir en las presentaciones, suele sonar siempre bastante bien.  Ver para creer.  ;)

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Una historia de evaluación (calificación)…

Hace más o menos un año me encontré con Technopoly, un fascinante libro de Neil Postman (de inicio de los años 90) en donde leí una historia que no conocía, a pesar de ser "usuario" del sistema educativo durante la mayor parte de mi vida.  No está de más aclarar que Technopoly presenta una mirada bastante crítica (y curiosamente actual, diría yo), frente a un montón de ideas y creencias que "damos por hecho" en nuestra vida diaria.

(Por cierto, la misma expresión "dar por hecho" a menudo pasa inadvertida.  Literalmente, significa que se está asumiendo como un hecho -esto es, algo existente como parte de una realidad objetiva- algo que no lo es necesariamente.  Otros hablarían de la connotación mítica de la situación que se da "por hecho".   Pero esa es otra historia).

Aquí está lo que cuenta Postman:

Aquí, me gustaría dar sólo un ejemplo de cómo la tecnología crea nuevas concepciones de lo que es real y, en el proceso, socava concepciones antiguas. Me refiero a la práctica aparentemente inofensiva de la asignación de grados o calificaciones a las respuestas que los estudiantes dan en los exámenes. Este procedimiento parece tan natural a la mayor parte de nosotros que difícilmente nos damos cuenta de su significado. Puede que incluso nos resulte difícil imaginar que el número o la letra es una herramienta o, si se quiere, una tecnología, y menos aún que, cuando utilizamos tal tecnología para juzgar el comportamiento de alguien, hemos hecho alguna cosa peculiar. En efecto, la primera instancia de clasificación del trabajo de los estudiantes se produjo en la Universidad de Cambridge en 1792 por sugerencia de un tutor llamado William Farish. Nadie sabe mucho acerca de William Farish, no más que un puñado de personas ha oído hablar de él. Y sin embargo, su idea de que un valor cuantitativo debería ser asignado a los pensamientos humanos fue un paso importante hacia la construcción de un concepto matemático de la realidad. Si se puede dar un número a la calidad de un pensamiento, entonces un número puede ser dado a las cualidades de misericordia, amor, odio, belleza, creatividad, inteligencia, incluso a la cordura misma. Cuando Galileo dijo que el lenguaje de la naturaleza está escrito en las matemáticas, no tenía intención de incluir los sentimientos, o los logros o revelaciones humanas. Pero la mayoría de nosotros estamos ahora dispuestos a incluir estas cosas. Nuestros psicólogos, sociólogos y educadores encuentran prácticamente imposible hacer su trabajo sin números. Creen que sin números no pueden adquirir o expresar conocimiento auténtico.

No voy a argumentar aquí que esta es una idea estúpida o peligrosa, sólo que es peculiar. Lo que es aún más peculiar es que muchos de nosotros no consideramos que sea una idea peculiar. Decir que alguien debería estar haciendo un mejor trabajo porque tiene un coeficiente intelectual de 134, o que alguien es un 7,2 en una escala de sensibilidad, o que el ensayo de este hombre sobre el ascenso del capitalismo es una A- y que el de aquel es un C+ habría sonado como un galimatías a Galileo o Shakespeare o Thomas Jefferson. Si tiene sentido para nosotros, es porque nuestras mentes han sido condicionadas por la tecnología de los números de manera que vemos el mundo de manera diferente que ellos. Nuestra comprensión de lo que es real es diferente. Lo que es otra manera de decir que en cada herramienta está incrustado un sesgo ideológico, una predisposición a construir el mundo como una cosa en lugar de otra, a valorar una cosa sobre otra, a amplificar un sentido o una habilidad o una actitud con más fuerza que otra.

Debo confesar que nunca, a lo largo de mi vida como estudiante o como profesor, me había preguntado de dónde venían las notas que primero sufría y más adelante asignaba.  Supongo que siempre fue algo que "di por hecho".  Por eso resultó tan significativa la historia de Postman.  A esto sumemos la perspectiva de comprender que algo como una nota puede ser visto, efectivamente, como una tecnología.  Esa comprensión, y la observación del efecto que tal tecnología ha tenido en mi propia vida escolar/académica, lleva a una dimensión completamente diferente la discusión acerca de los efectos del uso del computador, no sólo en los espacios educativos sino en la práctica personal.

Por supuesto, esta es sólo una historia de cómo inicia la práctica de "calificar", y no desconoce todo un trabajo contemporáneo que no sólo justifica sino que busca sofisticar el proceso de evaluación y calificación.  En cualquier caso, es curioso pensar  en cuál habría sido el efecto de las calificaciones en algunos personajes históricos (digamos, personas como Da Vinci, Kepler o el mismo Galileo), y si sus logros habrían sido reconocidos de la manera en la que lo hacemos hoy.

Ahora, es aún más curioso cuando uno piensa en cuáles pudieron ser las motivaciones de Farish para proponer el sistema que propuso. Thom Hartmann, en un libro relacionado con el Síndrome de Desorden de Atención (ADHD) llamado The Complete Guide to ADHD: A Hunter in Farmer's world, se lanza a sugerir cuáles pudieron ser tales motivaciones (esta parte del libro se encuentra en este post y es mencionada en una sección de un wikibook de Jennifer Scarce).  No está de más mencionar que, al no conocer las fuentes de Hartmann, es difícil decir si esto es especulación o está respaldado por documentos históricos:

Thomas Jefferson fue posiblemente uno de los estadounidenses mejor educados de su tiempo. Era culto, reflexivo y conocedor de una amplia variedad de temas, desde las artes a las ciencias, y el fundador de la Universidad de Virginia. Probablemente, lo mismo se podría decir de Ben Franklin, o de James y Dolly Madison. En el escenario mundial más grande, podríamos hacer tales afirmaciones sobre René Descartes, William Shakespeare, Galileo, Miguel Ángel, y Platón.

Pero hay una cosa única sobre la educación de toda esta gente, que es diferente de la suya, la mía, y la de nuestros hijos: ninguno de ellos recibió jamás calificaciones. Todos estuvieron en escuelas o tuvieron maestros que trabajaban exclusivamente en un sistema de aprobación/no aprobación. [...]  Así funcionaron las cosas desde 98.000A.C hasta 1800D.C aproximadamente.  Entonces apareció William Farish. [...]

Conocer a sus alumnos, uno podría suponer, era un problema para Farish. Significaba trabajo, interactuando y participando a diario con cada niño. Significaba prestar atención a sus necesidades, a su comprensión, sus estilos de aprendizaje. Significaba que hay un límite sobre el número de estudiantes que podía llegar a conocer, y por lo tanto un límite en la cantidad de dinero que podía ganar.

Así que Farish inventó un método de enseñanza que le permitiría procesar más estudiantes en un período de tiempo más corto. Inventó las calificaciones. (El sistema de calificación se había originado anteriormente en las fábricas, como una manera de determinar si los zapatos, por ejemplo, hechos en la línea de montaje estaban "a la altura." Se usaba como punto de referencia para determinar si los trabajadores debían ser pagados, y si los zapatos podían ser vendidos.)

Las calificaciones no hicieron más inteligentes a los estudiantes. De hecho, tuvieron el efecto contrario: hicieron más difícil tener éxito para los niños cuyo estilo de aprendizaje no coincidía con la forma didáctica, auditiva de la enseñanza magistral utilizada por Farish. [...]

Las calificaciones no estimularon a los alumnos, o compartieron con ellos un amor contagioso por el objeto de estudio. Lo contrario sucedió, de hecho, pues el efecto normativo de las calificaciones actuó como una manta de amortiguación para cualquier erupción de entusiasmo, cualquier intento de profundizar en un tema, cualquier discusión sobre un mayor significancia o aplicación práctica de los contenidos.

Lo que las calificaciones hicieron, sin embargo, fue aumentar el salario de William Farish, mientras que, al mismo tiempo, reducían su carga de trabajo y las horas que necesitaba para excavar en las mentes de sus estudiantes para saber si comprendían un tema: su sistema de clasificación lo haría por él. Y lo haría con la misma eficacia para veinte o para doscientos niños.

Farish trajo las calificaciones al salón de clases, y la transformación fue a la vez súbita y sorprendente: una revolución tan rápida y abrumadora como la Revolución Industrial de la que había surgido. En una generación, el aula de clase pasó de ser un lugar donde se escuchaba de manera ocasional el discurso de un famoso pensador al lugar de instrucción diaria ordinaria. [...]

Sin calificaciones, el aula-línea de montaje no sería posible. Con las calificaciones, fueron descubiertas categorías enteras de niños que no cabían en la cinta transportadora, proporcionando un nuevo espacio de empleo para los adultos que diagnosticarían, tratarían y remediarían estos recién descubiertos niños con "desórdenes de aprendizaje".

La responsabilidad por el éxito del aprendizaje pasó de los maestros para los alumnos: cuando los niños fallaban, era su propia culpa, porque claramente tenían un defecto o desorden de algún tipo. Un proceso de selección y descarte de los inadaptados comenzó (al igual que en la fábrica de zapatos), recompensando hasta hoy lo "estándar" e hiriendo lo "diferente".

Con esto, Farish parece un personaje bastante siniestro.  Sin embargo, es importante mantener presentes algunas cosas.  Para empezar, tendríamos que saber si en realidad la Universidad de Cambridge usaba el sistema de pago por estudiante en la época de Farish, y si su motivación era de ganancia económica ("aumetnar su salario") o simplemente intentaba buscar un mecanismo más "eficiente" para evaluar el aprendizaje de los estudiantes (como sugiere Postman).  De lo contrario estamos en terreno especulativo.

Tendríamos también que diferenciar entre el salón de clase de la Universidad y el de otros escenarios educativos, pues la educación básica obligatoria apareció en Prusia en 1787, y existe evidencia de que el estilo de clase magistral era habitual en las universidades europeas más antiguas, junto con los grupos de estudio.  De lo contrario, corremos el riesgo de realizar generalizaciones que pueden no ser válidas, y de confundir lo que hacía Farish en Cambridge con lo que hacían otros tutores de la época.

Ahora, lo que tal vez puede decirse sin tanto reparo es que la aparición de las calificaciones era inevitable en esta época de Revolución Industrial, y que si Farish no las hubiera propuesto, alguien más lo habría hecho.  El aumento de población que generó la Revolución Industrial, ligado a las demandas crecientes por mano de obra en la medida en que la industria se expandía, hicieron inevitable buscar mecanismos para preparar a un número creciente de personas para las demandas de esa sociedad (¿suena parecido a algo más actual?).  Y dentro de la lógica de una línea de producción (Farish era del área de ingeniería), los números se vuelven un mecanismo sencillo para valorar si algo está o no cercano a un estándar esperado.

Tal vez es indiscutible que la calificación es una buena tecnología para evaluar cuantitativamente algunas cosas.  Pero no todas las cosas.  El lío es que cuando se produce una primera adaptación, nuevas adaptaciones son inevitables, y poco a poco un sistema que tal vez el mismo Farish veía como una prueba de concepto (volvemos a la especulación), terminó siendo adoptado a gran escala por los nacientes sistemas educativos formales de los países europeos, y transferido luego al continente americano.  Y no puedo evitar preguntarme hasta qué punto ocurre lo mismo actualmente con la gran cantidad de diversas tecnologías que tenemos a nuestra disposición.

El punto, al final, es que la calificación afecta la forma en la cual se percibe el proceso educativo, para bien o para mal (como diría McLuhan y refuerza Postman, el medio es el mensaje).  Lleva, por ejemplo, a buscar cómo lograr el mayor beneficio con el menor esfuerzo. O a estar satisfecho con un mínimo logrado.  Y cuando se suma a esto la estandarización de currículos/competencias que deberían ser desarrolladas/aprendidas por toda una población (lo cual es indispensable para mantener una economía en constante crecimiento y sustentar a una población creciente y con altas expectativas de vida), el asunto se enreda un poco más.

Justamente ayer veía un documental de BBC acerca de niños diagnósticados con ADHD y que pasan su vida medicados, y no podía evitar pensar en cuántos de nuestros niños están creciendo "a media máquina", con su capacidad 'estandarizada' gracias a la medicación (y sin desconocer que existen casos en los que la medicación es realmente necesaria).  Hace días veía esta charla de Cameron Herold (en TEDxEdmonton), en la que le sugería a los asistentes (por otras razones) que eviten la medicación para sus hijos.  Y hoy me encuentro con una escuela (The Hunter School, fundada por Hartmann) dedicada a la educación de niños con ADD, ADHD y Asperger, pero basada precisamente en la lógica de que un sistema "estandarizado" no puede dar cuenta ni de la diversidad de estilos de aprendizaje, ni de las diversas características de quienes participan en el sistema (y eso sin entrar en especulación adicional respecto a cuáles podrían ser las razones del aumento de casos de estas condiciones, que da para una discusión más larga).  La duda es cómo reconocemos y facilitamos el potencial de todas las personas que no "caben en la banda transportadora", sin desconocer que efectivamente existen desórdenes reales que requieren un tratamiento especial (como la dislexia, por ejemplo).

Miro alrededor, y me pregunto qué podríamos hacer al respecto.  Y pienso acerca de la relación que existe (al menos localmente) entre las calificaciones y la certificación de una institución educativa.  Y pienso también en la autonomía creciente que tienen no sólo las instituciones de educación superior sino las de educación básica y media para plantear procesos de evaluación (al menos en Colombia), y me pregunto cómo podemos avanzar hacia una forma diferente de concebir la evalaución, que promueva más la autonomía y la auto-regulación.  Pienso en iniciativas como la de Olga Agudelo, de la que hablaba en mi presentación para K12Online el año pasado y me digo que tal vez, al final, se trata precisamente de "entregar las llaves", y de construir autonomía a tal punto que un estudiante sea capaz de expresar sin temor alguno si sabe o no lo que se supone que debe saber.  Por supuesto, cómo abordar esto cambia según el nivel educativo.  No existe una solución única.  Para el caso de la educación básica, por ejemplo, esto sería algo que sólo podría abordarse con la participación activa de los padres de familia.  Para el caso de la educación superior, tal vez dependerá del área específica de conocimiento.

Pero en general, me temo que depende de que quienes intervenimos en el sistema pensemos sobre los orígenes y consecuencias de las herramientas/tecnologías que usamos en nuestra práctica, y nos arriesguemos a cuestionar los porcentajes, números, letras y métodos que hemos usado toda nuestra vida y que se han convertido en parte del "paisaje".

Obviamente, quedan mil dudas abiertas, pero tan sólo iniciar una discusión sobre los orígenes e intenciones originales de lo que hacemos, digo yo, tendría que alterar de alguna manera nuestra perspectiva.

Si está interesado en saber más sobre Technopoly, hay una entrevista en C-SPAN a Neil Postman (de 1992), así como una transcripción de la misma.  Por otro lado, hace poco más de un año escribí sobre otro texto de Postman, igualmente interesante: 5 cosas que necesitamos saber sobre el cambio tecnológico.

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Una mirada a ELRN, edición 2010

El jueves pasado realizamos la última sesión del curso de e-Learning de este semestre, el cual al final terminó durando 10 semanas (incluyendo la Semana Santa).  Fueron semanas de trabajo intenso y, diría yo, de un cambio importante en los participantes, a juzgar por sus intervenciones y escritos.  Como de costumbre, queda en el aire la duda de cuántos de ellos seguirán escribiendo en sus blogs, pero por lo pronto este es un buen momento para hacer una recopilación de algunas de las cosas que ocurrieron en el curso, de algunas tensiones interesantes que veo abiertas, y de los trabajos finales de los participantes.

La sesión final, que está disponible para descarga en formato MP3 y como grabación de Elluminate (junto con el resto de las grabaciones de las sesiones del curso), tuvo dos grandes partes:  Una presentación corta de parte de los participantes de sus productos, y un balance de mi parte sobre lo que fue la experiencia.  La presentación que utilicé, en la cual incluí después el detalle de la evolución de entradas de blogs y del grafo de comentarios, se encuentra disponible en Slideshare:

Los blogs y presentaciones finales de los participantes pueden dar una mejor idea del proceso que cada uno vivió (Aunque evidentemente hay personas que realizaron trabajos mucho mejores que los de otros, sigo sintiendo que algo de imparcialidad de mi parte aún es importante, como un medio de respetar el proceso individual.  Me pregunto si el señalamiento de las prácticas "emulables" debería realizarse sólo en las primeras semanas, cuando hay posiblidad todavía de emularlas, y si el efecto de señalar al "buen" estudiante es en realidad contraproducente):

Algunos de los participantes en modalidad abierta, que acompañaron el proceso, también dejaron un rastro de su contribución en sus blogs personales.  Jean Michel Chaupart y Daniel Jimenez se convirtieron en piezas fundamentales del curso (como es evidente en los grafos de conversación), ayudando a movilizar la discusión y contribuyendo con una mirada crítica sumamente valiosa a lo largo de todo el proceso.  Por su lado, personas como Pablo Castell y Gustavo Díaz (quienes tenían un blog colectivo), Ximena Castaño, Estela Ripa y Edgar Altamirano nos acompañaron ocasionalmente (lo cual es perfectamente válido en un curso abierto), y aportaron a la discusión en momentos puntuales.  A todos ellos gracias por haber hecho posible este experimento.

Cada participante tenía una página personal en el wiki del curso, y al principio hubo una orientación (bastante vaga) de lo que podría hacerse con ella.  En este aspecto es muy importante destacar lo que hicieron Sharoon Cáceres y Guillermo Reyes con sus páginas personales, las cuales se convirtieron no sólo en una herramienta de organización sino de seguimiento, que permite acceder de manera rápida al trabajo que desarrollaron a lo largo del curso.  Esta es una buena práctica, que vale la pena emular.  Una alternativa frente a esto es lo que hizo en su momento María Eugenia Morales durante las primeras semanas del curso GRYC, usando un mapa mental como organizador de su participación en el curso.

Posiblemente lo primero que uno piensa es que, si esa es una práctica útil, podría volverse "obligatoria" para todos los participantes.  Al menos desde mi perspectiva, si bien veo que ayuda, también veo que refleja las habilidades de organización de las personas, y en esa medida debería ser adoptada en función de las necesidades (y posibilidades) de cada cual.  ¿Vale la pena destacar y emular esta práctica?  Sin duda.  ¿Es necesario 'imponerla' a todo un curso? Pienso que no.

Algunos asuntos que, desde mi perspectiva, quedan abiertas luego de haber vivido ELRN:

El papel de lo estético vs. Lo funcional:  Se destaca una y otra vez el diseño limpio de Google, y al mismo tiempo se percibe en el entorno una idea curiosa:  Si un curso no tiene una 'propuesta gráfica atractiva', no funciona.  Me atrevería a decir que ELRN es distinto en ese sentido.  Yo no diría que haya una propuesta gráfica atractiva (y me pregunto si la hay, si a eso vamos), pero en términos funcionales las actividades descritas en el wiki funcionaron bastante bien.  De hecho algún participante mencionó que la claridad en la descripción de actividades había sido un factor muy positivo de la experiencia.  En esa medida, me preocupé más por lo funcional (diría yo) que por lo estético.

Esto no quiere decir que estos dos elementos sean opuestos irreconciliables.  En absoluto.  Lo que diría es que la experiencia cuestiona, de algún modo, algunos imaginarios que yo reconozco como presentes a lo largo de mi trayectoria profesional.  Ahora bien, es necesario recordar que tanto ELRN como GRYC están enmarcados en un proceso y contexto específico, que son cursos de corte más bien conceptual, y que los esquemas que utilizan pueden no funcionar bien con otras poblaciones y situaciones.

 

El uso de medios no textuales en el proceso:  Sería redundante mencionar aquí la importancia de desarrollar las frecuentemente mencionada "competencias comunicativas" en medios distintos al texto escrito.  No obstante, al menos en lo personal encontré algo curioso en esta edición del curso.  En los primeros días, Guillermo elaboró un video corto (7 minutos) para comentar sus expectativas y preguntas.  Lo interesante es que, en el momento de ver el video, lo primero que hice fue ver su duración y de manera automática pensar en que en ese tiempo alcanzaría a leer varios posts de otras personas.  En esa medida, el uso del medio del video (o podría ser del audio, igualmente) para expresar ideas me obliga a ir a una velocidad 'más lenta', pues con el video/audio no puedo hacer lo que hago con el texto:  Encontrar la idea general de lo que se quiere expresar bastante rápido y cubrir más información en la misma cantidad de tiempo.  En la medida en que el tiempo se hace más escaso, el uso de otros medios (al menos en espacios formales) tendrá que ser aprovechado para decir mucho más de lo que se puede ilustrar en un texto.    Esto aplica también para las grabaciones de las sesiones sincrónicas, por ejemplo.

 

Los textos largos en pantalla:  Este es otro aspecto que me a dejando dudas poco a poco.  Tal vez suene un poco intransigente, pero me temo que estoy de acuerdo con Postman frente a la importancia de distinguir cuáles tipos de discursp funcionan para cuáles propósitos.  El punto es que un proceso de argumentación serio probablemente no va a poder desarrollarse en 140 caracteres, y mi impresión en diversos momentos es que para algunas personas se vuelve fundamental "ser conciso", a costa de lo que sea.    Esta tensión la percibo en algunos participantes (Leonardo, por ejemplo, en varias ocasiones se disculpó por la extensión de las entradas de su blog), y llama mi atención porque estamos transfiriendo (de manera equívoca, tal vez) algunas recomendaciones sobre usabilidad, que aplican para ciertas áreas, a otros procesos que requieren de elaboraciones más detalladas.

Sin duda, uno puede decir que la experiencia de leer en pantalla es diferente a la de leer en papel, algo sobre lo cual hay suficiente información ya.  Pero la solución no puede ser (digo yo) pretender que algunos procesos de aprendizaje pueden hacerse más "concisos" y que hay un "número límite" de palabras que deberíamos cuidar.  Al menos en este momento, pienso que la decisión respecto al lugar en el cual se lee y el problema de la extensión de los textos no es del autor, sino del lector.  Por supuesto, esto no sigfinica que no hay que buscar formas más efectivas de expresar lo que se quiere decir, sólo que es extraño empezar a autoimponerse límites que responden a problemáticas que no necesariamente tienen que ver con el aprendizaje.

 

Imaginarios sobre la población joven:  Aunque la mayoría de los participantes reconocen que los jóvenes, al menos en nuestro contexto local, no exhiben en realidad todas esas características sugeridas por expresiones como "Nativos digitales", estas siguen siendo usadas para referirse al grueso de la población de cierta edad.  Hay allí, me temo, un largo (y tal vez interminable) trabajo de generar distancia crítica frente a este tipo de expresiones, que generan de manera automática categorías arbitrarias que ocultan la diversidad y complejidad de nuestro entorno.   Sin duda el entorno seguirá cambiando, y por eso es igualmente importante reconocer esos cambios y la forma como impactan las formas de referirnos a la realidad.  Pero por lo pronto, es crítico (al menos para mi) recordarnos una y otra vez que no podemos pretender que la realidad es como queremos que sea.  Tenemos que reconocerla con toda su complejidad, y cuidándonos de no transferir de manera automática lo que es cierto en otros lugares a nuestro contexto.

 

Un proceso formativo adecuado en el uso de TIC para docentes: Pablo Castell usaba esta expresión para cerrar una de las entradas de su blog.   Y de inmediato hace que me pregunte qué significa "adecuado", pues sin duda todos estaríamos de acuerdo en la necesidad, pero cuando hacemos visible la puesta en marcha de tal proceso el número de opciones es muy alto, y responde a convencimientos muy particulares sobre la realidad, el conocimiento y el aprendizaje.  Tal vez, como sugería Antonio en EDIN, tendría más sentido hablar de un proceso formativo satisfactorio, pero eso tampoco resuelve el problema.

Si yo tuviera que responder a la pregunta (y lo estoy haciendo en parte del trabajo que estoy haciendo con EAFIT), diría que tal proceso debe tener un alto componente de autonomía (real, no discursiva) y control de parte del aprendiz, estaría más orientado a la práctica (ejemplificar, modelar) que al discurso (el cual tiene un papel importante en la reflexión), y partiría de asuntos tanto pragmáticos como globales (cada vez me siento más convencido de lo ingenuo que resulta hablarle a un docente acerca de las 'exigencias' de la sociedad del conocimiento (expresión que además me resulta cada vez más odiosa) cuando su problemática cotidiana apunta a unas preocupaciones bien diferentes.   Es necesario trabajar con las dos cosas, si pretendemos que haya algún tipo de relevancia en los procesos de formación.

 

El problema del tiempo en el diseño: ¿Será que es posible estimar de manera “adecuada” los tiempos necesarios para un curso? Estoy empezando a percibir que este es otro imaginario de base del diseño instruccional poco cuestionado, y que de nuevo sirve para ocultar la complejidad y diversidad de los procesos de aprendizaje.  El ejemplo típico que estoy empezando a usar es el relacionado con la lectura.  Si yo tengo un documento de 10 hojas, ¿puedo suponer que su lectura le toma 30 minutos a todos los participantes?   Aquí aparece otra palabra (que tiene una carga ideológica que también suele pasar desaparcibida) interesante: 'debería'.  ¿Cuánto tiempo 'debería' tardarse alguien leyendo tal documento un estudiante? ¿Depende de su habilidad de lectura? ¿De su comprensión del tema? ¿De la complejidad del documento?

Lo curioso es que los participantes formales de ELRN llegan con esa inquietud, y la señalan con frecuencia.  Supongo que es parte de lo aprendido en algún otro curso, pero lo que me parece peligroso es que el mensaje que se transmita no haga evidente la dificultad de estimar estos tiempos en el diseño.  De fondo, esto hace referencia al supuesto sobre el que está basado nuestro sistema:  Que todos los estudiantes deben (otra vez la palabra) aprender lo mismo (el currículo) en el mismo tiempo.

El tiempo en la planeación de actividades tiene un impacto directo, también, en el alcance de los cursos.   Y no puedo evitar preguntarme si detrás de todo esto hay una lógica de “eficiencia”.  "Tal actividad debería tomar tanto tiempo para un estudiante típico".  ¿Debería, otra vez? ¿Existe tal cosa como un estudiante típico? ¿Es posible aplicar esa lógica en el aprendizaje? ¿Tiene sentido hacerlo?

 

Los estilos de aprendizaje:  Otra recomendación recurrente (otro debería) que me he encontrado recientemente en diversos documentos, indica que el profesor debe tener en cuenta los estilos de aprendizaje de cada uno de sus estudiantes.  Aunque esto suena muy razonable, y hasta noble, no puedo evitar preguntarme si en reliadad es posible para un profesor conocer/tener en cuenta los estilos de aprendizaje e intereses de todos los estudiantes de un curso.  ¿Será un “querer ser” que en realidad es inalcanzable?

Mi impresión frente a este tema de los estilos de aprendizaje es que, al menos en contextos de educación superior, funciona bastante bien como base para sistemas de información que diagnostiquen y gestionen la selección y entrega de información según el estilo de aprendizaje de cada usuario (si bien en general estos sistemas siguen siendo todavía apenas proyectos demostrativos).  Lo que me resulta algo inquietante es que, en ausencia de tales sistemas, se suponga que esto es una responsabilidad adicional del docente.   Desde mi perspectiva, es en realidad un asunto de cada aprendiz el identificar cuál es la forma en la que aprende mejor, y buscar de manera activa experiencias complementarias al proceso formal, que estén más en sintonía con sus condiciones particulares.

 

Estas son sólo algunas de las cuestiones que han venido a mi mente en las últimas semanas, en relación con lo que ocurrió en ELRN.  Me quedan varias en cola, pero el tiempo apremia y tengo que pasar a otras cosas.  Así que trataré de encontrar otro espacio para terminar de dejar el registro de algunas de mis impresiones luego del curso, y para hablar de los cambios (importantes) que hubo en la tecnología de base, que facilitan su reutilización por parte de cualquier persona.

Por lo pronto, no puedo dejar de reconocer el esfuerzo de los participantes en el curso, y agradecer su compromiso para hacer de esta una experiencia de aprendizaje para todos.  ¿Qué sigue después de esto?  Es parte de lo que estoy imaginando...

La segunda parte de esta reflexión incluye una visualización de la evolución de la conversación que ocurrió en los blogs de los participantes y la exploración de algunos temas adicionales que no fueron abordados aquí.

Technorati:

EDIN: Notas de clase

Una de las disciplinas (eso es puro portuñol, debería decir módulo/curso) que estoy tomando en la especialización que estoy haciendo en NCE/UFRJ (si, regresé a ella, y recordando algo que Jean Michel mencionaba, me estoy refiriendo al Núcleo de Computación Electrónica de la Universidad Federal de Rio de Janeiro) tiene que ver con el tema de la educación inclusiva, desde el punto de vista de la tecnología asistiva.  Este es un tema sobre el que no sé mucho, así que ha sido muy interesante conocer más al respecto.

Algo que no se puede desconocer de los programas formales es la oportunidad que dan de acceder a áreas en las que uno no se involucraría por cuenta propia.  En esa medida, los currículos impuestos a un estudiante pueden servir para ampliar su visión sobre un tema particular.  Pero ese no es el punto de este post.  La idea es dejar un registro de algunos enlaces y notas.

Algo que me fascina desde el punto de vista intelectual es la posibilidad de observar el mundo con nuevos ojos.  Cada vez que me encuentro un autor (como Terry Pratchett, por ejemplo) que me ayuda a ver mi mundo cotidiano desde una perspectiva inesperada, me engancho bastante.  Y creo que eso es lo que me pasa con EDIN.  Este curso discute problemas de discapacidad de diverso tipo (sensorial, motora, mental), buscando por un lado sensibilizar al estudiante frente a las situaciones que tienen que afrontar las personas con discapacidad (llamados definicientes en portugués) en su vida cotidiana en un entorno que para muchos de nosotros es "normal", y por otro lado mostrar y explorar posibilidades de la tecnología como mecanismo de inclusión.

El punto es que tan sólo la exploración, sumada al carisma del profesor (Antonio Borges, quien además es toda una institución en el área a nivel local, y está casado con una persona cuadrapléjica a quien conoció en uno de sus proyectos), le ayuda a uno a ver un montón de cosas que antes no veía.

Así que ayer hablamos acerca de discapacidad visual y motora.  Algunos links y recursos interesantes están disponibles en diigo.

Un detalle que ha llamado bastante mi atención de Antonio es su cuidado con el lenguaje, pues resuena mucho con mis propios convencimientos (en progreso) al respecto.  Dice cosas como "No existe una única verdad. Existen verdades, existen opciones", que me parece fantástico. O cuestiona expresiones como "buen resultado", con justa razón, pues el valor de "bueno" es completamente relativo.  Tiene más sentido hablar de "resultado satisfactorio".

Uno podría pensar que parte del asunto de la inclusión tiene que ver con una modificación del lenguaje.  Ahora, siendo honesto todavía encuentro un tanto curiosa (por no decir exagerado?) la obsesión de muchas personas con el género en el lenguaje, por ejemplo.  Y en ese sentido me temo que, con alguna frecuencia, el reclamo por el lenguaje con respecto a la discapacidad se vuelve un asunto casi que artificial.  Pero en este caso es diferente.  Como lo pone Antonio no es una cuestión de "reclamo", sino un uso responsable del lenguaje.  Es la búsqueda de una precisión que está muy atada al desarrollo del sentido crítico, y a la preocupación por comunicar de manera efectiva lo que se quiere comunicar.  Algo que, para bien o para mal, no recuerdo haber aprendido a fondo mientras estaba "en formación".

Uno de los aspectos que más ha llamado mi atención tiene que ver con la invisibilidad de las personas con discapacidad, que en realidad no había notado antes.  El asunto es que es un círculo vicioso:  No vemos muchos deficientes (usando el término portugués) en las calles porque socialmente han estado siempre ocultos, y porque la infraestructura de nuestros espacios físicos con frecuencia es hostil para ellos.  Pero como no los vemos, no parece necesario adecuar la infraestructura para que sean incluidos y, en consecuencia, puedan usar los espacios comunes tal como lo hace la mayoría de las personas.

En ese sentido, Brasil parece tener una legislación bastante ambiciosa frente al tema, que aunque existe todavía tiene un camino largo por recorrer.  Vean esta "Prueba de inclusión" en las calles Paulistas, realizado por quien se desempeñó (o desempeña, no estoy seguro) como secretaría de accesibilidad del municipio de Sao Paulo:






Como en el caso del autismo, los pequeños detalles son los más importantes.  Cosas como los pequeños desniveles en una calle, la señalización de rampas (cuando las hay), etc., le van mostrando a uno que en realidad hay innumerables espacios a los cuales una persona con algún tipo de discapacidad (y esto incluye a los adultos mayores, también, pues de alguna manera pueden experimentar limitaciones en su desplazamiento a medida que envejecen) sencillamente no tiene acceso.

Y el punto aquí es que no se trata solamente de hacer el entorno más "agradable" para "ellos".  Una sensación permanente a lo largo de la clase de ayer fue que, en un mundo en donde la población está envejeciendo y la cantidad de jóvenes está en reducción, la adaptación de los espacios físicos puede ser una forma de garantizar nuestro propio uso de los espacios públicos en el futuro.  La inclusión no tiene que ver con "los otros", sino con nosotros mismos.  Otro video de una simpática campaña en esta línea en Brasil (noten los subtítulos en el mismo lenguaje):






Todo esto, más la revisión de software para limitados visuales, como uno desarrollado en NCE llamado Dosvox (que está disponible en español, en una versión no completa, y hace parte de una fantástica serie de proyectos de accesibilidad desarrollados en UFRJ), me ha llevado a pensar en cómo se relaciona este asunto de la inclusión con los cursos que he estado realizando recientemente (ELRN y GRYC).

Curiosamente, las decisiones de diseño tecnológico que tomé están ,sin haberlo previsto, en la línea de facilitar el acceso a información por parte de, en especial, personas con limitaciones visuales.  Dado que todo el material se compila y reenvía por correo electrónico diariamente, un invidente puede usar un lector de correo para escuchar las diferentes discusiones del curso, y además podría publicar su propia información a través del correo electrónico (tanto Blogger como Wrodpress y posterous permiten esto), la cual le llega al resto de personas de manera transparente.

¿Por qué es importante?  Yo diría que le facilita la vida al usuario.  No es necesario ir a una página web en donde hay que poner usuarios y contraseñas, y hacer click vaya uno a saber dónde entre la maraña de enlaces disponibles (algo razonablemente sencillo para muchos de nosotros, pero realmente dispendioso para personas con discapacidad motora o visual), sino que la participación se basa en el correo electrónico, algo mucho más simple.

Ahora, es claro que la puesta a punto inicial requiere de un trabajo más cuidadoso, y que es posible que sea difícil hacer un seguimiento efectivo a toda la conversación emergente (aunque en todo caso, no se espera que NADIE haga eso ante el volumen de información que se genera), pero en general el esquema hace posible (pareciera) la inclusión de personas con discapacidad en igualdad de condiciones con quienes no la tienen.  Ese es un efecto inesperado de la tecnología que puse a punto, y ahora en hace pensar en cómo mostrar ese potencial de manera más efectiva.

Antonio mencionaba algo más que encontré revelador (no sé si es de él, pero él lo mencionó) : "Para las personas normales, la tecnología hace las cosas más fáciles.  Para las personas deficientes, la tecnología hace las cosas posibles".  Esta es una distinción crucial en un mundo en el que la mayoría de las personas con discapacidad pasan sus vidas en sus casas, pues no tienen otra opción.

De un modo u otro, y aunque no nos demos cuenta (que es el estado más común, me temo), todos somos responsables por la inclusión.  Y ahora me gustaría saber más acerca de cómo funciona este tema en nuestro país, pues aunque estaba a unos pasos de distancia de las personas que estaban encargadas del tema en el MEN, debo confesar que nunca me interesé lo suficiente por lo que estaban haciendo.  Para todo llega su momento, supongo.

Dos videos finales, provenientes de TED, sobre este tema.  Por un lado, Temple Grandin, en TED2010, habla acerca de cómo funciona su mente.  Temple, autista, sugiere que muchas de las personas más brillantes tienen algo de autistas, y se pregunta cómo podemos abrir oportunidades de desarrollo para quienes son diagnosticados con alguna variante de esta condición:










Aimee Mullins habla del poder oculto de las palabras, y de cómo la verdadera deficiencia/discapacidad aparece cuando, con o sin intención, permitimos que nuestro espíritu sea aplastado (o lo hacemos con otros) y que otros nos digan qué es lo que podemos hacer y qué no (vienen a mi mente algunas charlas con Stephen respecto a esto, pero esa es otra historia):










Una última cosa que nos ha recordado Antonio una y otra vez es que "no hay soluciones de aplicación general.  Las soluciones que funcionan para una persona pueden no funcionar para otra.  Cada individuo es único".  Esto es algo que, una y otra vez, parecemos olvidar (yo incluido) en nuestros sistemas educativos.  Mucho trabajo por hacer.

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