En Abril de 2008, a pocos días de viajar a Brasil, escribí en uno de mis antiguos blogs un post en el que intentaba describir segmentos de mi vida en términos de ‘volúmenes’. En esa época estaba en boga Héroes, una serie que tuvo un fabuloso inicio y un espantoso final, pero que en ese momento me llevó a hacer ese ejercicio de ponerle título a diversas etapas de mi vida. Parecido a lo que hacía Will Smith en ‘La búsqueda de la felicidad’. Parecido a la lógica de las temporadas de las series estadounidenses, en donde los protagonistas llegan a momentos cruciales que pueden alterar el desarrollo de la trama.
A pocos días de dejar Brasil y volver a Colombia, es inevitable volver sobre esa entrada y hacer un pequeño balance, a ver hasta qué punto logré conseguir lo que esperaba y, sobre todo, cuál es el gran derrotero de la etapa que inicia dentro de poco.
La entrada en cuestión se llamaba Cada nuevo comienzo, y en ella ponía a ese nuevo volumen (el que esta acabando ahora) el título de ‘Volumen 5: Conciencia”. Sin decir mucho respecto a qué me imaginaba. Para la época, creo que lo que me imaginaba era algo en una línea bastante espiritual: desarrollar la capacidad de lograr conciencia plena respecto a mis actos, respecto a mi ser.
Por supuesto, en este punto la pregunta es ¿hasta dónde logré desarrollar conciencia? Y al tratar de contestarla, me encuentro con un panorama algo diferente al que me imaginaba al inicio de este ciclo.
¿Tengo una mayor conciencia en términos de ‘ser’? No podría afirmarlo. En el mejor de los casos, espero no tener menos, pero sería muy difícil decir que mi nivel de ‘conciencia’ haya cambiado. Por supuesto, esto implica identificar (post-mortem) qué significa ‘conciencia’. Si efectivamente la conciencia no es nada más que una palabra, tendría que focalizarme en comportamientos y/o percepciones que hace más de cuatro años no estaban presentes, y que ahora lo están. Comportamientos y/o percepciones que alteran de manera decisiva la forma en la cual encaro el mundo.
En cuanto a los comportamientos, tal vez lo más llamativo es que mi nivel de consumo se ha reducido enormemente. Hace pocos años era inevitable para mi pasar algún tiempo en Unilago (un centro comercial de tecnología en Bogotá) viendo ‘que había de nuevo’. Los viajes a otros lugares los aprovechaba para actualizar mi hardware, siendo Amazon era un aliado fundamental en ese sentido. Sin embargo, en una reciente visita a Bogotá, me encontré observando sin ningún interés las vitrinas de Unilago, y hace tiempo que no visito a Amazon. Mis gastos se han reducido a vivienda y comida, en general.
Este cambio de comportamiento, no obstante, ocurre debido a un cambio (importante, diría yo) de percepción. En los últimos años he empezado a entender mucho más (creo) los mecanismos de la publicidad y el mercadeo. Y con esto he empezzdo a percibir cuántas de las cosas que nos ofrecen todo el tiempo son innecesarias, y cuán absurdos (y progresivamente desesperados, cuando no grotescos) resultan los recursos utilizados para estimular a una población cada vez menos sensible a estos mecanismos. Haber aprendido un poco respecto a las mútliples formas en las cuales nuestro cerebro puede ser engañado también ayudó bastante, y y de hecho me llevó a cristalizar una pregunta que se ha vuelto recurrente en mi vida: ¿y si estamos equivocados?
Estos años implicaron una ampliación progresiva de mi perspectiva respecto al funcionamiento del mundo, y me permitieron empezar a entender diversas cosas que antes permanecían como parte del panorama. Lamentablemente, una mayor exposición a información de muy diversos tipos me empezó a tornar bastante escéptico. Acercarme a la demoledora complejidad de nuestro mundo, a la inquietante diversidad de intereses en juego y a una mirada histórica de nuestra civilización, hizo inevitable que pusiera en tela de juicio muchas de las certezas, convencimientos y tranquilidades con los cuales viví durante décadas.
Este es un aspecto de la conciencia que tiene consecuencias incómodas. La conciencia respecto al mundo, respecto a nuestra especie y respecto a la profunda ignorancia (arrogancia, dirían algunos) con la cual intervenimos en el entorno natural, así como las muy probables consecuencias de esa intervención, me llevaron en estos últimos años a lo que, en retrospectiva, puedo caracterizar como un proceso personal de duelo frente al futuro. Veo ahora que, de una u otra manera, he pasado por varias de las etapas descritas en el modelo de Kübler-Ross sobre el duelo (que, por cierto, podrían estar equivocadas): De la negación total (ocasionada primero por el desconocimiento y después por la esperanza) a la ira profunda, dirigida en particular hacia los sectores que más ejemplifican la lógica depredadora del sistema y, en cierto modo, hacia quienes sirven (con frecuencia sin saberlo) como instrumentos de esa lógica. De esta etapa son entradas como Crisis/Reboot.
Y luego, en un proceso cíclico de depresión y de negociación, pasando de sentir que no hay nada por hacer para después abrir espacio a mi mente de ingeniero, convencida de que sólo nos faltan mecanismos efectivos para resolver los problemas. Negociación que conlleva siempre una altísima dosis de fé y de esperanza, tratando de encontrar formas de ampliar la perspectiva de otras personas (y la propia). Tratando de encontrar estrategias que nos permitan ganar tiempo. Siento que de aquí es de donde vienen iniciativas como ArTIC, por ejemplo.
Este volumen que termina me encuentra en este punto y, justamente por ello, me gustaría que el volumen que iniciará dentro de pocos días me permita llegar al siguiente nivel:
Volumen 6: Aceptación
¿Aceptación de qué? De que, por duro que resulte, nos estamos acercando al final de lo que la mayoría de nosotros hemos conocido durante toda nuestra vida. Y no se trata aquí de teorías de conspiración o de predicciones del profeta o cultura ‘misteriosa’ de turno, sino de una realidad compuesta de factores bastante evidentes:
- El crecimiento económico indefinido no puede lograrse en un planeta con recursos finitos. Hemos alcanzado un punto en nuestro ‘desarrollo’ en el que los recursos finitos están empezando a declinar, al tiempo que nuestras necesidades aumentan (por razones reales o comerciales).
- Pretender que millones de personas aumenten su nivel de consumo es, simplemente, acelerar el consumo de los recursos finitos. Lo que llamamos ‘progreso’ nos lleva a un camino sin salida.
- En todo grupo humano, el interés particular suele primar sobre el interés colectivo. Sobre todo cuando el interés colectivo resulta de una interpretación que hacen individuos con intereses particulares.
- Las acciones de una sola persona en una posición de poder/control específica pueden alterar (con frecuencia para mal) el rumbo de un colectivo humano. Es más fácil generar entropía que lograr orden.
Esta es una época muy interesante para vivir. Al ponerle precio a prácticamente todo, hemos hecho posible que comodidades y posibilidades que sólo eran imaginables para grupos muy pequeños (que llamábamos ‘nobleza’ en su momento, por ejemplo) sean accesibles para millones de personas. Y la tecnología con la que contamos es muy cercana a lo que hace 150 años estaba en el terreno de lo mágico. Pero eso ha ocurrido gracias a la energía barata con la que hemos contado durante más de 100 años y a costa de diferencias económicas cada vez más marcadas y de una degradación brutal del medio ambiente. Lo primero empezará a escasear progresivamente (recursos finitos). Lo segundo no sólo es una bomba de tiempo sino que expresa una profunda indolencia de parte de todos nosotros. Lo tercero, sencillamente no conseguimos entender qué implicaciones puede tener. Pero no somos plenamente conscientes de ello. Y cuando lo percibimos, nuestros problemas cotidianos siguen teniendo precedencia.
El patrón emergente no es alentador. Y curiosamente, parece ser invisible para la mayoría de la gente que conozco (o al menos no aparece en la conversación). Cada cual sigue pensando en sus propios asuntos, con un convencimiento profundo (fé?) de que el futuro será muy parecido al pasado. Muchos, poniendo su fé en la tecnología y lo que puede llegar a hacer, pero sin percibir el imposible panorama global hacia el que nos dirigimos en este momento. La mayoría de nosotros, distraídos con la máquina de entretenimiento y con la necesidad de satisfacer algunas necesidades básicas y montones de necesidades creadas. Construimos nuestras propias jaulas, y toleramos vivir en ellas.
La ignorancia (no en el sentido peyorativo, sino simplemente en el sentido de no saber) y la aceptación parecen, por momentos, dos extremos similares. El que no sabe no se preocupa porque no percibe las cosas, y puede seguir su vida enfocado en sus propios problemas (grandes o pequeños). El que acepta, no se preocupa porque ha aceptado las cosas, y puede seguir su vida (ojalá) enfocado en cosas que le permitan crecer y (ojalá) trascender desde un punto de vista espiritual.
Pienso ahora que parecen dos extremos similares porque en realidad forman un Ouroboros. Siempre habrá cosas que lograremos aceptar, que nos lleven a otras cosas que ignoramos y que nos pueden llevar a nuevos procesos de duelo cuando las percibimos. Un ciclo que tal vez tiene como salida una conciencia interna plena, que nos permita ver el mundo tal como es y no como queremos que sea (sea lo que sea que eso signifique). Que nos permita librarnos de Maya. Al final, el objetivo sigue siendo la conciencia.
Las décadas que vienen pueden ser algunas de las más difíciles que hayamos visto en nuestro lapso de vida, para la mayoría de quienes estamos vivos ahora. Así que la pregunta que queda abierta para mi es cómo prepararme para ellas. No se trata de negociación para evitarlas, sino de continuar con mi vida enfocándome en cosas que me permitan crecer y sobrellevar ese período de colapso (que coincidirá con mi vejez) de una manera más o menos tranquila. Si evitamos el colapso (gracias a una milagrosa e inesperada configuración de red que no parece encontrarse en los registros históricos), la recompensa estará en el proceso vivido.
Como de costumbre, esto cuestiona las cosas que he venido haciendo. Las diversas versiones de ArTIC que hicimos con el Plan Ceibal incluyen, de manera más o menos sutil, muchos de estos cuestionamientos. Pero he notado que, así como a mi me tomó tanto tiempo empezar a percibir los patrones, para muchas otras personas es igualmente difícil hacerlo, y terminan percibiendo a ArTIC como algo relacionado solamente con la tecnología. En casos más extremos, el punto de partida es tal que no logra percibirse ninguna de las intenciones de fondo.
Lo que estoy viviendo actualmente me lleva a preguntarme cuál es el papel que quiero jugar en todo esto, y poco a poco percibo que no estoy realmente interesado en convencer a nadie de nada, ni en forzar ningún tipo de proceso. Tampoco estoy interesado en suscribirme a visiones de un futuro que probablemente no ocurra, ni en usar el escaso y precioso tiempo que tenemos en transformar cosas cuya complejidad y resiliencia son tales que no pueden ser transformadas de manera permanente. De todo esto, justamente, se trata la aceptación.
Sí me interesa seguir aprendiendo y poder desarrollar las habilidades necesarias para, como decía, mejorar mis posibilidades en un entorno que puede volverse crecientemente hostil. No posibilidades de supervivencia pues, al final, también tendré que morir. Posibilidades de vivir una vejez tranquila, digo yo. Necesito recursos de todo tipo para ello. Y quiero compartir lo que voy aprendiendo mientras recorro mi camino, así como he tratado de hacerlo hasta ahora, pues puede ser útil (o no) para otras personas.
No es claro para mí cuándo terminará este nuevo volumen, o qué vendrá después. Pero tengo mucha expectativa frente al camino que se abre, pues estará lleno de sorpresas y de cosas que nunca he visto. Estoy convencido de que será un camino interesante, lleno de descubrimientos fascinantes. Estoy convencido de que, al aceptar, se abrirá un nuevo mundo de posibilidad.
Estas últimas líneas las escribo teniendo frente a mi el contraste de los morros de Rio, con el Cristo Redentor al fondo. Cuando empezó el volumen 5, no tenía manera de imaginar que estaría donde estoy ahora. Cuando sea el momento de terminar el volumen 6, quién sabe en dónde estaré. Pero algo me dice que estaré bien. Que habré avanzado aún más en mi camino personal. Que habré aprendido un poco más. Y eso es suficiente.
“Maravillado me pregunto qué viene después. Un nuevo mundo, un nuevo día para ver.”
Björk, New world