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Qué estoy/estamos haciendo mal? #explorArTIC

Hace ya algunos años, un líder en el tema de comunidades de práctica (no, no voy a decir quién) me decía que muchas actividades en línea atraían a personas poco ocupadas (se refería incluso a desempleados) que necesitaban fortalecer sus redes personales y que, en consecuencia, a veces no compensaban el esfuerzo que  se ponía en ellas.  Siempre me quedé pensando en la veracidad de esta afirmación.

Si pienso en mi propio caso, tengo que admitir que múltiples razones limitaron mi participación en CCK08 y luego en ds106, para poner dos ejemplos.  Lo poco que pude estar me permitió percibir cosas que me llevaron a poner en marcha mis propios experimentos pero, a medida que el tiempo ha ido pasando, parece que estoy cada vez más ocupado (o mejor, con menos tiempo disponible) y, por ende, mis oportunidades de contribuir a experiencias en línea (y aprender de ellas?) se han limitado. De hecho, mi propia presencia en línea se ha visto afectada, como es evidente cuando se observa la frecuencia de actualización de este blog.

Lo cierto es que sigo viendo cada experiencia como una oportunidad de entender un poco mejor mis características y las del contexto, así como las limitaciones y debilidades de uno y otro.  Por eso quiero preguntarme en voz alta por qué #explorArTIC no está funcionando.

En primer lugar, tendría que analizar de dónde surge #explorArTIC.  A lo largo del último año y medio, a medida que completamos las primeras cohortes de ArTIC con el Plan Ceibal, apareció en algunas personas el interés por profundizar en los aspectos teóricos de lo que hicimos en ese curso. “Lo que hacemos en ArTIC está muy bien, pero qué bueno sería aprender más sobre estos temas del aprendizaje en red”, decían.

Pensando en ello, en conjunto con el Centro Ceibal nos lanzamos a crear una serie de grupos de estudio sobre aprendizaje en red, a la cual llamamos #explorArTIC.  La idea era (es) analizar a lo largo de varias semanas una serie de documentos relacionados con este tema, que ampliaran la perspectiva sobre diversos aspectos del aprendizaje en red.

…La idea era que fueran grupos con un bajo nivel de intensidad (máximo tres lecturas por grupo).

…La idea era que fueran grupos abiertos, en donde cualquier persona pudiera participar. Sin certificación , para disipar el fantasma de la evaluación y apelar al gusto por aprender de las personas.

…La idea era que los grupos nos permitieran seguir consolidando una comunidad de aprendices alrededor del tema.

Y ayer, estando en la mitad del tercer grupo de estudio, me encontré nuevamente solo en una sala de Elluminate, por tercera vez en este grupo, esperando con cada vez menos paciencia a que alguien se conectara. Francisco lo hizo a las 18:00CO. ¿Horarios cruzados por el cambio de hora en el sur? De pronto. Pero la situación terminó por animarme a escribir este post.

Si he de juzgar por lo ocurrido en las últimas semanas, tendría que decir que #explorArTIC no está funcionando.  O mejor, que no lo ha hecho de manera sostenida.  Del primer y segundo grupos quedaron discusiones y materiales muy interesantes.  Poco a poco hemos encontrado alguna tecnología que nos funciona mejor que otra para estar en contacto y participar.  Pero esto parece cada vez más un esfuerzo solitario… Y con tantas cosas que hay para hacer…

En todo caso, está abierta la duda de si podemos revertir esta situación.  Mejor (o peor?) aún, está abierta la duda de si vale la pena intentar revertirla.  Pero para hacer algo al respecto, es importante tratar de entender qué ha ocurrido.  Incluso si no hacemos nada al respecto, es importante tratar de entender.

Algunas especulaciones:

  • Aunque mi intención como facilitador ha sido que el asunto sea apropiado por otros y que otros se encarguen de moderar discusiones (por ejemplo), a este punto sólo ha habido una única sesión en la que Martina asumió el papel de moderadora.  De manera muy exitosa, por cierto.  Nadie más ha mostrado interés en asumir esta labor.  En consecuencia, seguimos dependiendo de un individuo (yo) para que el asunto avance.  Así que hay un problema de transferencia.
  • Pero no está de más decir que este individuo (yo) está contratado para liderar estos grupos, con lo cual hay una responsabilidad de proponer materiales, definir tiempos y mecánicas de discusión, moderar discusiones, etc. Pero también hay una intención de entregar control y construir comunidad. El lío es que esta situación ha generado una red centralizada.  Y todos sabemos lo que ocurre cuando el nodo central falla en una red de este tipo.
  • El nodo central (este individuo, yo) ha pasado por una suicida situación en estos meses: regresar del todo a Colombia después de cuatro años en Brasil (con todo lo que ello implica), tratando de sobrevivir en paralelo a diversos proyectos que están andando.  ¿Falla de juicio de este individuo? Probablemente.  Lo cierto es que esta situación, en especial a lo largo del último mes y medio, puede haber contribuido al proceso errático que hemos vivido en #explorArTIC.
  • La difusión no ha sido adecuada. Sin embargo, tenemos alrededor de 50 personas (una buena cantidad!) inscritas en el grupo. Pero la participación efectiva es marginal. Aquí juegan en contra las observaciones sobre participación en comunidades en línea (el 90/9/1). De 50 personas, 45 serían observadores (lurkers), apenas 5 estarían participando de manera más o menos activa y menos de uno (ja!) sería quién más contenido aporta.

Pero, un momento.  Si nos había ido razonablemente bien en los primeros dos grupos, ¿qué ocurrió en este? ¿Es sólo un problema de facilitación y transferencia?  Más especulación:

  • Tal vez la lectura que elegimos no fue la más adecuada para este nuevo grupo.  Sé de primera mano que Una introducción al conocimiento conectivo puede ser un documento pesado. Lo sé porque lo traduje, y porque sólo con la traducción logré empezar a entenderlo en detalle. Sin duda es mucho más pesado que un artículo de 4 hojas.  Para completar, ¡ni siquiera tiene agradables diagramas a color, como en el libro de George!
  • Tal vez la gente está demasiado ocupada en esta época del año. Verónica lo decía en Twitter de manera contundente. Lo que me devuelve al inicio de este post. ¿Será que las personas interesadas están excesivamente ocupadas en esta época?
  • Puede ser que la exploración del tema (o la misma exploración conceptual) no sea interesante para tantas personas.  ¿Será que nos hemos acostumbrado poco a poco, en este mundillo de la educación y la tecnología que se mueve a velocidad creciente, a dosis concentradas de aprendizaje/interacción/conocimiento (charlas TED de 20 minutos, conferencias en línea de 1 día, hangouts de 40 minutos, comunidades en donde sólo se compilan recursos, etc.)?  Tal vez varias semanas de estudio de un documento son demasiadas para nuestra capacidad/disponibilidad actual de atención.  ¿Tal vez bastaría con publicar un resumen en Slideshare?
  • Puede ser que la exploración conceptual no sea factible para muchas personas que podrían estar interesadas. Tal vez las condiciones reales de conectividad juegan en contra de este tipo de experiencias, en donde la presencia en una sala en línea parece tan determinante.
  • ¿O será un problema de flujo de información? Como lo vemos una y otra vez, la información fluye a una velocidad diferente en sociedades con alto nivel de conectividad.  Por una simple relación entre probabilidad de interés y cantidad de personas conectadas, es posible observar una respuesta mayor a este tipo de iniciativas en Norte América e Inglaterra, en especial.  Tal vez el grupo regional de personas interesadas en este tema todavía es muy pequeño, y la probabilidad de interés juega en contra.
  • Pero hay otro aspecto de este problema de flujo de información.  Uno es el acceso, el otro es el nivel de propagación de cierta información específica. Mi impresión es que este tema, como tantos otros, tiene un comportamiento similar al de una onda en el agua. Uno inicia en un punto, poco a poco se aleja de ese punto y se encuentra con otras ondas que generan interferencia (oportunidad de aprender, diríamos).  El asunto es que no todo el mundo parte del mismo punto, y que hay ondas que adquieren una prominencia altísima, incluso si representan algo más parecido al ruido.  Esto es visible con muchos temas del área de tecnología educativa, en donde el hype y los buzzwords terminan imponiéndose a otros asuntos.  Tal vez en la comunidad conectada hay otros temas más relevantes (o con más prominencia) en este momento. Tal vez #explorArTIC tendrá sentido (o no) en unos cuantos años…
  • En relación con lo anterior, no deja de ser llamativo que la mayoría de participantes sean personas que no son de Uruguay.  Tal vez el interés expresado por algunos pArTICipantes no era tan ‘fuerte’ (o factible en este momento).
  • Aunque el grupo que tenemos en Facebook funcionó bastante bien durante algún tiempo, tal vez algunas situaciones puntuales afectaron la interacción positiva que se venía produciendo. Considerando que lo que pasa en el grupo de Facebook también atrae (o repele) a otras personas, me pregunto si un grupo de este tipo tendría que tener reglas más focalizadas, que agreguen valor a los participantes…
  • Tal vez el formato de oferta de los grupos (abiertos, sin certificado) no ayuda en nuestro contexto. Una cosa es tener una masa crítica mínima garantizada por la zanahoria de un certificado, pues cuando se cuenta con ello los participantes en abierto tienen una dinámica a la cual unirse.  ¿Será que sin certificado es posible lograr una masa crítica? ¿Será suficiente la motivación, con el mundo tan ocupado en el que vivimos?

En general, hay dos áreas en las que se pueden identificar aspectos problemáticos: la facilitación y el contexto.  El alcance de la primera está definida por responsabilidades contractuales (y por buena voluntad e interés en que estos temas se desarrollen).  Sin embargo, el contexto juega un papel definitivo.  Si el contexto no está ‘listo’ (qué significa eso?), ninguna facilitación funcionará. Si el contexto está listo, el facilitador puede volverse prescindible (con el tiempo).

Es justo mencionar que a lo largo de explorArTIC hemos contado con el compromiso e interés de muchas personas (Martina Bailón, Verónica Perrone, Francisco Morfin, Edgar Altamirano, Machi Alonso, Luz Pearson, Paola Dellepiane, Vera Rex y Claudia Guerrero vienen a mi mente, entre otros).  También es importante señalar que aquí no hay un reclamo de ningún tipo, sino una reflexión en voz alta respecto a las razones por las cuales tenemos dificultades y las estrategias que podemos usar para superarlas.  Confío en que esta no es una inquietud solo mía, y que la reflexión puede ayudar a otros que enfrentan situaciones similares…

Comentarios y sugerencias, como de costumbre, son bienvenidos. ¿Qué hacemos para mejorar #explorArTIC?

UPDATE: Luz Pearson y Daniel Jimenez han escrito entradas que dan continuidad a este texto.  En conjunto con Paola Dellepiane, Francisco Morfin, Machi Alonso y Matías Toledo (via twitter) y Verónica Perrone, Rosana Cabrera y Flor María Solari (en los comentarios de esta entrada),  la discusión continúa.  El martes 13 de Noviembre llevaremos a cabo una sesión en línea para continuar conversando al respecto (y ojalá, para empezar a delinear conclusiones).

Conectivismo: un recuento personal (#explorArTIC)

El segundo grupo de estudio de #explorArTIC se encuentra dedicado a una exploración de algunas de las ideas del conectivismo, tema con el que me encontré en 2006, gracias al inesperado (pero sin duda no casual) encuentro con  Stephen.

Mucha agua ha corrido bajo el puente (mi puente?) desde entonces. Desde una creciente falta de certeza en muchos ámbitos acompañado por un (espero) creciente sentido crítico, hasta una mirada curiosa frente a cómo fluye la información (cierta información) en las redes externas y las cabezas de las personas (incluido yo, por supuesto).

Mi primer encuentro frontal con las ideas de George fue en el segundo semestre de 2006, cuando leí su artículo inicial. Llamó tanto mi atención que me llevó a hacer algo inédito para mi: en lugar de decirme “ojalá esto estuviera en español”, decidí lanzarme a hacer una traducción sin que nadie la solicitara. Fue tal vez una de las primeras ocasiones en que viví de primera mano esa posibilidad de creación derivada que las licencias abiertas facilitan. El ejercicio fue muy provechoso, aunque sólo fue culminado en Febrero de 2007.

Luego, la revisión de los diversos documentos de Stephen y George (y la traducción de algunos de ellos), así como la experiencia que empecé a obtener desde 2007 con los EduCamp, la participación parcial en CCK08 y la realización de mis propios cursos abiertos, me ayudaron a enfrentar el reto de compilar muchas de estas ideas en una presentación de una hora.  Mirando hacia atrás, me queda la duda del impacto que tal esfuerzo personal de síntesis tuvo (y tiene) en mi comprensión de estos temas. Me gusta pensar que es alta.

Con el paso del tiempo mi exploración, que ha tenido un componente práctico muy deliberado, me llevó a documentar tanto mi experiencia (1,2,3) como mi posición respecto a otros temas que, si bien tienen un vínculo con el conectivismo, en realidad (lo veo ahora) corresponden a fragmentos de comprensión y de implicaciones de pensar el mundo desde una perspectiva de redes.  De allí surgieron presentaciones sobre Ambientes Personales de Aprendizaje (1,2), el rol del tutor virtual frente a los cambios en el entorno y otras que no llegaron a ser publicadas (aún).

A pesar de todo esto, al mirar hacia atrás percibo que sólo hasta el año anterior logré dar un paso importante en mi comprensión, que me permitió ampliar mi perspectiva y percibir patrones que no había visto antes. Más allá de la discusión sobre la validez del conectivismo, cómo se usa o si es válido usarlo, noté que el ejercicio en el que me encontraba era el de ver el mundo desde una perspectiva de red. Lo que estaba empezando a hacer era, justamente, pensar en red. Desde esta perspectiva, el conectivismo es simplemente una forma de referirse a lo que significa el pensamiento de red aplicado al aprendizaje. Como decía al compartir el primer artículo ‘formal’ que escribí sobre este tema, “la virtud de las ideas de George y Stephen está en la síntesis que hicieron de muy diversas perspectivas, unido a su capacidad de convocar personas alrededor de ellas”.

Todo esto refuerza una sensación: que, de algún modo, la discusión (no resuelta) respecto a si el conectivismo es o no una teoría de aprendizaje resulta algo estéril, pues lo que está en juego en realidad es el asunto ideológico  que subyace realmente a todas estas discusiones (como lo pondría Ken Robinson en Out of our minds).

Hace varios años reflexionaba sobre teorías de aprendizaje, y terminaba diciéndome que “una teoría es útil en la medida en que nos permita entender mejor el mundo. Y si estamos hablando de teorías de aprendizaje, estas deberían tener una relación directa con mi propia experiencia como aprendiz, y dar cuenta de esos procesos”.  Aunque es posible para un humano aprender según los postulados de cualquier teoría de aprendizaje, eso no quiere decir que una única teoría explique cómo aprenden todos los humanos.  Tal vez el cognitivismo llevaría algo de delantera allí, en especial con la base biológica que poco a poco va consolidando gracias a la neurociencia.

El asunto es que, con ese panorama, la decisión de fondo para suscribirse a una u otra teoría deja de ser ‘objetiva’ (algunos dirían ‘científica’) y pasa a tener un componente adicional.  ¿Cuáles son las razones que hacen que nos identifiquemos con una u otra teoría (bien podría ser que la respuesta para muchos fuese la presión social)?. La elección radicaría en una preferencia que refleja una visión particular respecto al mundo.  Radica en la ideología a la cual nos suscribimos, así sea de manera inconsciente, como lo pondría Ken Robinson.

Esto es importante porque empieza a llevar la discusión hacia un rumbo diferente, que involucra los fines que perseguimos como individuos y, desde allí, como sociedades. Por eso (al menos para mi) el aporte de Stephen es incluso más contundente que el de George.  Porque hace evidente de qué estamos hablando desde el punto de vista epistemológico, incluso si las consecuencias no son tan claras (esto ha ido cambiando con el paso del tiempo, por supuesto, pero lo cierto es que la aproximación de Stephen es mucho más política -digo yo- que la de George).

¿A qué viene esto? A que, a partir de mi experiencia, cuando nos acercamos a la lógica del conectivismo (con todas sus posibles carencias), lo que está en juego es lograr pensar en red. Y tal como lo veo en este momento, el lío de pensar en red (y hacerlo en serio) es que lleva a una reflexión un tanto inquietante acerca del futuro de nuestras sociedades y del papel que tenemos en él.  Lleva a una tarea que, al menos para mi, ha resultado difícil: cuestionar nuestra ideología de fondo y, a su vez, cuestionar la ideología subyacente al mundo en el que vivimos.   Difícil porque ser coherente con el cuestionamiento implica pensar no sólo la práctica sino la forma misma en la que se vive. Difícil porque es más sencillo no hacerlo.

explorArTIC provoca esta reflexión porque, al estar enfocados en la discusión acerca del conectivismo, los diversos perfiles de los participantes permiten evidenciar los muy distintos puntos de partida desde los que nos acercamos a la exploración. Las preguntas y las reflexiones públicas me resultan profundamente interesantes pues me permiten ver, por comparación, que el punto en el que me ubico es distinto.

Pero no sólo eso, sino que me provocaron curiosidad por entender las razones que hacen que sea distinto. No mejor ni peor, sino distinto.  Cuando miro hacia atrás en el registro de mi blog (lo cual sólo es posible porque escribo un blog, así suene obvio), veo que enfrenté muchas de las dudas que percibo en algunos blogs de explorArTIC (lo que no significa que las haya resuelto). Y creo que eso le da un sentido distinto a esta reflexión, pues este intento de mapear mi propio camino puede ser útil para otros pArTICipantes.

Al menos para mí, está siendo realmente provechoso. Aunque nunca lo sabremos, es posible que sin explorArTIC nunca hubiera llegado a una reflexión pública como la que compartí hace poco. Reflexión que deja abiertas muchas preguntas, que me permiten observar desde otra perspectiva caminos ya recorridos, pero que siempre tienen cosas nuevas para aprender.

Pensando en voz alta: redes, tecnología, educación y el futuro

La semana anterior estuve participando en el seminario “Inclusión social y modelo 1 a 1: emergentes y desafíos“, financiado por IDRC y el programa Conectar Igualdad (la iniciativa nacional 1:1 en nivel secundario de Argentina) y organizado por el equipo de ConectarLab, una espacio nuevo asociado a Conectar Igualdad que consiste en un laboratorio de experimentación sobre tecnología, educación y otros temas varios, liderado por Alejandro Piscitelli.

El evento (sobre el que ojalá tenga tiempo de escribir un poco más) fue muy interesante, pues convocó a practicantes de diversas áreas, casi todas relacionadas con iniciativas de computación uno a uno.  Esto es importante pues, como lo mencioné en Twitter, no se trataba sólo de teoría sino de escuchar lecciones (muchas de ellas muy enriquecedoras) sobre la práctica.  Un muy buen caldo de cultivo de ideas, incluyendo entre otros a Hugo Martínez, Gladys Ledwith, Mariana Maggio, Mauricio Vásquez (con quien conversé un montón), Carina Lion, Ana Laura Martínez, Gabriela Pandiello y Florencia Morado, y por supuesto al equipo de conectarLab (Lorena BettaHeloísa Primavera y Melina Masnatta, entre otros)

Fui invitado a realizar una charla a la que, inicialmente, habían puesto como título “Aprendizaje en red: una alternativa a la formación tradicional”.  Pero me costó trabajo sustentar que estemos hablando de una alternativa a la formación tradicional, pues en realidad siempre hemos aprendido en red.  El problema es que las limitaciones históricas de las que venimos nos llevan a modelar ciertos tipos de red (centralizadas) en lugar de otros que se hacen posibles con la tecnología actual.

En todo caso, la inminencia del inicio del proyecto 1:1 en el municipio de  Itagüí, en el que estoy participando, me llevó a tratar de poner en blanco y negro algunos de los retos más evidentes que observo luego de la experiencia que he tenido con ArTIC.  Pero al pensar en los retos fue inevitable considerar que, si bien en Itagüí estoy a cargo del tema de formación docente, lo que está en juego es mucho más, y el verdadero desafío es lograr una transformación que exceda las aulas y que se concrete en acciones de innovación social.  Eso me llevó a tratar de poner, en blanco y negro, algunas de mis percepciones respecto a la interacción entre los distintos actores y sectores involucrados en el sistema educativo.   Es un ejercicio que no había realizado antes pero que resultó provechoso y al mismo tiempo inquietante, pues me recordó mucho de lo que está en juego. No se trata sólo de ‘formación’ de personas , o de ‘innovación’ en el aula (o fuera de ella). Es el futuro lo que está en juego y nuestra capacidad de actuar en él. Una de las preguntas que quedan abiertas para mi es, justamente, cómo abordar un tema tan global, y cómo comunicar la dimensión real de lo que estamos haciendo y la responsabilidad que conlleva, superando la ingenuidad que con frecuencia puede acompañar estos procesos.

Aquí está la presentación que realicé en el seminario.  Como dice su título (y el de esta entrada) son ideas en borrador, un ejercicio de pensar en voz alta:

Luego de la presentación, descubrí que se me quedó una hoja completa de notas que no llegaron a la presentación. No se trataba de material adicional, sino de ideas que puntualizaban algunos segmentos y comunicaban algo más del punto en el que me encuentro (y de lo que me inquieta) actualmente en estos temas.  Igual, esta es la primera vez que hablo acerca de estas inquietudes, así que es un discurso en construcción, que tengo que aclarar mucho más.

Para empezar, el asunto de la construcción de sentido se quedó corto por el tiempo (como todo lo que queda al final).  La idea del sentido tiene que ver con la necesidad de nuevas narrativas macro de todo orden (especialmente económico y político) que orienten la labor de la educación (entendida en un sentido amplio). Personas como Neil Postman se han referido a esto en el pasado y son un muy buen punto de partida para esa reflexión.  El asunto es que, obviamente, esas narrativas no son únicas ni son precisamente populares. La intervención de Pepe Mujica (presidente de Uruguay) en la decepcionante cumbre Rio+20, en donde todo lo se decía eran lugares comunes, es un ejemplo bastante claro de esas nuevas narrativas que tanto trabajo nos cuestan:

¿Pero cómo avanzar hacia ellas? En un mundo basado en el broadcast (redes centralizadas), la primera idea es recurrir a mecanismos que permitan llevar “el mensaje” a “toda” la población.  Desde esta perspectiva, si hacemos suficientes campañas o si generamos las suficientes políticas, algo ocurriría. Pero el problema es que el mundo en el que vivimos ya no está basado exclusivamente en redes centralizadas (aunque estas siguen siendo las predominantes aún), sino que hay una distribución creciente de fuentes de información y, por ende, múltiples mecanismos que permiten movilizar todo tipo de intereses.  Lo cual representa una oportunidad, aprovechable sólo si logramos pensar de una manera diferente.  Si logramos pensar, comprender y aprovechar las redes (no sólo tecnológicas).

Por eso el proyecto de Itagüí es importante.  ArTIC en Uruguay fue una primera oportunidad de ver cómo funcionaba la articulación de una red humana dispersa en un territorio amplio, con docentes que participaban de manera voluntaria en el proceso.  El tejido de red va a ser diferente en Itagüí, y sus características hacen posible pensar en un proceso muy local, pero abierto al mundo. El reto es comunicar una mirada amplia del mundo en un período corto de tiempo, que deje instalado el interés por identificar y resolver con una nueva perspectiva problemas locales.  Como se indica (de manera sutil) en la presentación, la creación de nuevas conexiones y puentes entre los distintos actores puede apuntar a la generación de nuevos diálogos generacionales y culturales.  Si pudiéramos complementar esto con una actitud tolerante hacia la experimentación (hipótesis), tal vez tendríamos un caldo de cultivo no sólo e ideas sino de iniciativas que empoderen a una nueva generación y la lleven no sólo a cuestionar sino a transformar de manera constructiva su entorno.

Ante todo, de lo que no se trata esto es de evangelizar.  Bastante mal nos fue en el pasado con ese proceso, en donde un grupo evangelizador intentó ‘convencer’ a las buenas o a las malas a millones de personas de que estaban equivocadas y tenían que aceptar las buenas nuevas.  Así que nada de evangelización aquí, nada de convencer a otros de nada. Por el contrario, mucho de abrir la mente, explorar y experimentar de primera mano y construir las propias conclusiones a partir de las necesidades individuales. Más de reflexionar y cuestionarse permanentemente, y de modelar/demostrar prácticas de todo tipo.  Más de abrir la puerta a la incertidumbre y a estar equivocado. En todos y cada uno de los actores del proceso.

De lo que se trata este desafío es de pensar en cambio sistémico desde una perspectiva distribuida. Se trata de pensar en cómo lograr nodos fuertes, conexiones ricas y señales relevantes, orientadas por una narrativa emergente que redefina el sentido del aprendizaje.  Ese es el verdadero reto, diría yo.

Y resulta exigente porque no permite pensar sólo en indicadores medibles ni en cortos plazos, sino de una forma muy distinta. Resulta exigente porque implica que los implicados pensemos de manera cada vez más integral, en lugar de especializada. Implica poner en juego muchas de las ideas (a veces un tanto ocultas) que aparecían en las presentaciones del seminario de Conectar Igualdad.  Implica, sobre todo, ser conscientes de cuál futuro político estamos estimulando con nuestras acciones.

Por eso el post de David Eaves (de hecho, no el post sino esa línea de pensamiento) es importante.  Porque pensar en currículos o lineamientos nacionales, por ejemplo, es apostar por un escenario en donde el estado-nación, como lo conocemos, persiste.  Pensar en red, por su parte, corresponde al segundo escenario, en donde Internet genera una reconfiguración que puede ser o no pacífica (si hemos de creerle a la historia, es probable que no lo sea). De allí la importancia del trabajo focalizado en lo regional. Comunidades locales fuertes, con una mirada global, pueden estar en mejores condiciones de transitar por un período de transición en el que haya una ausencia de los sistemas centralizados de los que dependemos actualmente.  Es por eso que la discusión sobre generación propia de energía, hardware abierto, agricultura urbana o monedas alternativas (entre otras cosas) es importante.  No es sólo un asunto de tecnología o de interesecciones entre áreas, sino del impacto que lo que hacemos hoy, aquí, tiene en un futuro lleno de incertidumbre.

Es indudable que la lógica de los laboratorios de experimentación se vuelve importante en este panorama. Sin embargo, después del encuentro en Argentina pienso que hay un desafío enorme para estos laboratorios: que no terminen tan deslumbrados por lo tecnológico, tan entretenidos por las posibilidades expresivas y artísticas, tan fascinados por el aspecto artesanal de la experimentación como para olvidar cuál es el sentido de su existencia.  Está bien tratar de emular la lógica de lo que ha ocurrido en el MediaLab de MIT, pero cabe preguntarse hasta qué punto ese laboratorio, con todo lo que ha generado, en realidad ha permitido cuestionar el status quo y, en consecuencia, hasta qué punto ha ayudado a resolver las inequidades que tanto sentimos en el sur.  Qué bueno que estas iniciativas se pregunten (muy en serio) para qué hacen lo que hacen, que estén alimentadas por una reflexión multidisciplinar que no deje por fuera las preguntas económicas y políticas, que entiendan la dimensión de lo que está en juego.  El mundo en el que vivimos nos obliga (digo yo) a encontrar respuestas que vayan más allá de lo laboral, más allá de lo ‘chévere’.

Por supuesto, todo esto se desprende de mi perspectiva actual respecto a estos problemas. Aunque dejo abierta la posibilidad de estar equivocado, los patrones que percibo actualmente me sugieren que estos temas son esenciales, y que promover esta discusión tiene todo el sentido del mundo.  No es fácil pensar en ello (o mejor, no lo ha sido para mi), pero pienso que es algo que no podemos evadir.

La pregunta latente, por supuesto, es qué hacemos al respecto.

Gracias a ConectarLab por la invitación y por permitirme plantear estas inquietudes.

Sobre “la sociedad de la ignorancia”

La sociedad de la ignorancia es uno de los recursos que sirve como material de base del primer grupo de estudio de explorArTIC. Las siguientes son ideas generadas por un post de Luz Pearson, que se tornaron tan voluminosas como para merecer un post propio.  La lectura de ese post es importante como contexto a esta ‘respuesta’.

Hay una frase de McLuhan que me gusta bastante y que, aunque no funciona en una presentación, puede quedar bien en esta discusión: “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. ¿A qué viene esto? A la forma en la Luz cierra su post:

Me enoja leer a Brey tanto como me alegra. Me hizo pensar.

Pienso que esa es una de esas habilidades clave de las que no hablamos lo suficiente: la capacidad de enfrentarnos a ideas que pueden enojarnos y tratar de ver cómo se relacionan con lo que pensamos en un momento dado. Estoy convencido de que eso nos permite ampliar la perspectiva y percibir un poco más de la complejidad del mundo en el que estamos. Por eso encuentro muy valiosa la actitud simultánea de cuestionamiento y reflexión que está en el post de Luz.

En mi caso, una de las primeras cosas que hice al ver las afirmaciones que contenía el ensayo de Brey fue explorar un poco más acerca del origen del autor. Considerando que, para bien o para mal, tanto la formación como la experiencia vivida condicionan lo que percibimos y, por ende, la mirada que tenemos del mundo, entender un poco más de dónde venía Brey resultó importante para enriquecer mi filtro de duda respecto a lo que afirmaba (lo que Postman llamaría mi crap detector).  Y si bien algunas de sus afirmaciones resultan controvertibles, hay otras que me cuesta trabajo desconocer a partir de lo que he vivido, aunque reconozco que pueden ser mis propias generalizaciones creadas a partir de mi experiencia específica.  Difícil labor la búsqueda de la ecuanimidad.

Con esto dicho, coincido con Luz en la importancia de la cuantificación para saber en dónde nos encontramos. Me temo que se ha vuelto algo común construir grandes narrativas generalizantes a partir de casos particulares (“En la clase A de la universidad B ocurre C cosa, en consecuencia el mundo es X”, o “todos los jóvenes saben/son de tal o cual manera”, por ejemplo) y, lo más inquietante desde mi perspectiva, es que tales afirmaciones a veces (¿o con frecuencia?) pasan por nuestros filtros críticos sin detección alguna.  Peor aún, algunas de ellas se vuelven tan populares (piense en la idea de los nativos digitales, por ejemplo) que incluso cuando no representan la realidad terminan instalándose y afectando nuestra percepción del mundo.  Ahora, no está de más recordar que la cuantificación también puede ocultar aspectos importantes de un fenómeno y, para completar, en algunos casos puede no representar una ayuda adicional.

Por ejemplo, supongamos que tenemos un histórico de la asistencia de todos los estudiantes que tomaron un curso de Relatividad General en un país dado. ¿Qué nos diría esto respecto al aprendizaje logrado? Especulando, es muy factible que el espectro de aprendizaje real del tema sea bastante amplio, incluso en los estudiantes que aprobaron el curso. Incluso así, ¿qué tipo de variación nos podría sugerir que los cambios observados -si los hubiera- están relacionados con las prioridades de una sociedad? ¿Es ‘mejor’ tener pocos que sepan mucho o muchos que sepan poco, como lo decía Luz en su post?

Aquí hay un montón de factores involucrados. ¿Qué impacto tiene para el desarrollo científico de una sociedad que haya muchos que saben poco?  Aunque el discurso político habitualmente termina en asuntos de competitividad y crecimiento económico, no puedo evitar preguntarme si un conocimiento más superficial (en especial en las áreas científicas) comprometerá poco a poco nuestra capacidad como sociedades de mantener el estilo de vida que, en general, hemos alcanzado (en términos sanitarios y médicos, por ejemplo).  No es un asunto de poca importancia, diría yo.

Por otro lado, ¿será una falacia la pretensión de tener más cantidad con calidad? Aunque Luz indicaba que aumentan las matrículas en el sistema educativo (lo cual es cierto), persisten dudas respecto a si la velocidad de ampliación de cobertura resulta sostenible, pues  profesionales altamente especializados toman mucho tiempo en ser entrenados, así que la demanda de docentes calificados puede no ser atendida.  Para completar, factores regionales entran en juego. Tomemos como ejemplo Brasil. Con la enorme demanda de crecimiento que tiene, está acogiendo a montones de estudiantes de posgrado de la región, y absorbiendo a una buena cantidad de ellos laboralmente (esto es, son personas que no regresan a sus páises de origen).

En otro aspecto, en los mismos docentes de algunas instituciones circulan (no sé si más o menos, o qué tan representativo sea, pero circulan) historias de docentes que tienen que poner en una balanza su estabilidad laboral y su nivel de exigencia académica.  ¿Eso quiere decir que no hay problema con los modelos educativos que se usan? Sin duda los hay, pero hay otros factores en el entorno que hay que considerar (por ejemplo, la lógica de los estudiantes como clientes en una institución).

Aquí aparecen como oportunidad los experimentos recientes en cursos masivos como los de Coursera, edX, Udacity y otros. Oportunidad que todavía tiene de por medio la barrera del idioma (aunque esto desaparecerá rápidamente), pero que genera posibilidades de acceso impensables hace una década, a una escala global.  Es muy temprano para saber cuál será el impacto de estas iniciativas, en todo caso.

Aunque no podría afirmarlo de manera categórica, no estoy seguro que mayor información aumenta la posibilidad de que se dé conocimiento, como lo plantea Luz.  Me detengo en ello porque es un asunto de fondo en esta discusión.  Ahora, es claro que nos estamos refiriendo al conocimiento como comprensión racional de la realidad, como lo señalaba Luz.  Cierto, ahora tenemos un nivel mayor, creciente e imposible de información.  Pero es información de todo tipo.  Pongámoslo en términos de comida: Siempre hemos tenido una gran variedad de opciones alimenticias saludables. Sin embargo, la comida rápida se ha convertido en un problema de salud pública en más de un lugar. ¿Por qué? ¿No tendríamos que elegir la mejor opción en términos alimenticios dada nuestra racionalidad? Me temo que, al igual que con la comida (y la economía) un punto importante de trasfondo en el análisis de Brey es que no somos tan racionales como deberíamos (o esperaríamos) ser.

Como ArielyKahneman (este último ganó un premio Nobel por ello!) han mostrado, esta presunción de racionalidad que durante tanto tiempo permeó la teoría económica no es tan real.  En parte, porque nuestro cerebro puede ser engañado de manera muy simple. En parte, porque los estímulos a los que estamos sujetos no son siempre veraces.  Suponer que por naturaleza elegiremos información veraz (y útil) puede ser erróneo, sobre todo a la vista de algunas de las curiosas opciones que constituyen la dieta cognitiva de nuestras sociedades. Así que en la apuesta de mayor posibilidad de conocimiento a partir de más información, a la hora de la elección tenemos en contra tanto nuestra propia naturaleza como intereses de todo tipo (¿qué vende?).   Para completar, el paso por el sistema educativo tampoco garantiza que podamos librarnos de intuiciones erróneas (como se observa en A private Universe o como lo señala Jonah Lehrer). La disponibilidad de información, como lo indicaba Luz, no resuelve el problema.  Pero confiar en un aumento de la posibilidad de que se dé el conocimiento también puede ser bastante optimista.

Toda esta discusión está permeada, a la hora de la verdad, por una excelente pregunta que Luz plantea:

¿Es el conocimiento en tanto comprensión de la realidad de manera racional una meta deseable o es necesaria otra capacidad para vivir mejor?

Depende, entre muchas cosas, de qué significa vivir mejor. Y, por supuesto, la respuesta a esa pregunta suele depender del lugar desde donde se realiza.  Para algunos sectores de la población vivir mejor significa vivir en lugar de sobrevivir, para otros significa buscar la felicidad, y en la mitad están todos los niveles de la pirámide de Maslow. Yo diría que la comprensión racional de la realidad -con todo lo que ello implica- es de alta importancia no sólo para resolver las profundas inequidades que tenemos sino para entender mejor cuál es nuestro papel en este planeta.  Sin embargo, es cierto que la comprensión no implica necesariamente una forma diferente de actuar.

Admitiendo que puedo estar equivocado, me aventuraría a decir que no vamos en realidad hacia una sociedad de la ignorancia. Si no ser ignorante es comprender de manera racional la realidad, durante toda nuestra historia hemos sido una sociedad ignorante. Y durante varios cientos de años hemos vivido un período atípico, en el que un segmento pequeño de la sociedad ha pretendido comprender la realidad y ha contado con espacios como las universidades para volver institucional esta intención. Es indudable que la acción de este pequeño segmento ha transformado nuestra realidad de manera acelerada, en especial a nivel tecnológico. Pero eso no quiere decir que el intento haya sido exitoso en el nivel macro. En todas las áreas persisten preguntan fundamentales respecto a cómo es la realidad, incluso en personas altamente educadas persisten ideas que van en contravía de lo que llamamos una comprensión racional del mundo (mientras seguimos entreteniéndonos),  y una mirada a nuestros sistemas políticos sugiere que lo racional a veces (¿o a menudo?) está bastante ausente de las decisiones macro que afectan a nuestras sociedades.

No está de más recordar, por otro lado, que la ignorancia puede ser relativa.  Esto es, una persona llamada ignorante o parte de la masa por otra puede no reconocerse a sí misma como ignorante o parte de la masa. El punto aquí es que hablar de ignorancia representa un juicio de valor frente a lo racional, y es por ello que las inquietudes de Brey surgen de alguien que hace parte de una tradición académica específica, la cual percibe a otro tipo de expresiones como ignorantes.  No hay que olvidar, sin embargo, que bien puede ser que la relativización de la ignorancia sea una forma sutil de validarla.  Lo preocupante son las consecuencias macro que tal actitud implica para nuestras sociedades.

Sumemos la explosión de posibilidades de producción y comunicación de información que provee Internet, los procesos políticos que están en marcha y los nada despreciables intereses de mercado, y tenemos un panorama sobre el cual es muy difícil hacer previsiones. Como Mark Federman señalaba, estamos en la mitad de un proceso de largo plazo. Y los escenarios que pueden configurarse como resultado de ese proceso son variados y al mismo tiempo difíciles de predecir.  Brey propone uno, cercano al presentado de manera satírica en Idiocracy (no es una película nada buena, pero su premisa es provocadora) o de modo más sutil en Wall-E.  David Eaves, por su parte, intentaba algo similar desde el punto de vista de evolución del Estado.

¿Es un panorama apocalíptico? Depende cómo calificamos la situación actual. :-) Persiste la duda de cómo la abundancia de información afectará los mecanismos que han permitido la construcción de narrativas nacionales, por ejemplo. Por su parte, mucho se ha dicho acerca de cómo los líderes de la sociedad industrial necesitaban un sistema escolar para generar trabajadores a gran escala. ¿Qué significa en el muy largo plazo la consolidación (o no) de una sociedad en red, especialmente a la luz de determinados intereses económicos?

Si tomamos los escenarios de David Eaves, hay muchas salidas posibles.  En cualquiera de ellos uno podría explorar qué ocurre cuando hay de por medio buenas o malas intenciones: un Estado que controla la red puede coartar o promover la comprensión racional del mundo, un mundo atomizado políticamente puede ser presa de tribalismos y profundos sentimientos regionales que colisionan con una comprensión racional del mundo, y cabe preguntarse si para las corporaciones es atractiva la idea de promover una comprensión racional del mundo entre sus consumidores.  Lo inquietante es que confiar en las buenas intenciones no coincide con lo que nos muestra la mayor parte de nuestra historia planetaria.  Pensar en la red para resolver el asunto obliga a reconocer la forma en las cuales una red puede ser impactada por un nodo de alta influencia (propaganda), o cómo la limitación deliberada de conexiones o señales moldea la percepción de múltiples nodos.

¿Qué hacer entonces? Mariana Maggio señalaba hace poco que tal vez sea ingenuo suponer que desde nuestras aulas podemos transformar el sistema, algo con lo cual coincido si pensamos en el muy corto plazo.  Pero, al pensar en el proceso histórico dentro del cual nos encontramos, me gusta pensar que los pequeños cambios que hacemos pueden tener una importante repercusión en el futuro ‘lejano’. Un docente más autónomo, que cuestione el status quo, que sea ejemplo de curiosidad y de buenas prácticas de aprendizaje y, en fin, que comunique un sentido de posibilidad frente al futuro a sus estudiantes puede tener efectos inesperados en una nueva generación.  ¿Un disparo al vacío? Tal vez, pero después de todo la esperanza suele tener esa característica. De allí la importancia que percibo en el trabajo realizado con docentes y de aprovechar la tecnología como excusa para promover conversaciones que, históricamente, han estado alejadas de la mayoría de nuestras aulas.

Hay algo diferente en relación con el pasado, en todo caso.  Por un lado, algunos segmentos de la población son mucho más conscientes del pasado y del futuro que en otras épocas, gracias a Internet.  También gracias a Internet, muchas personas que históricamente han estado aisladas de esta discusión pueden acercarse a ella. Al hacerlo, mi esperanza es que amplíen su perspectiva de manera tal que re-descubran las implicaciones de las cosas que hacemos o dejamos de hacer en nuestras aulas. Actuar con esa perspectiva de futuro es esencial para un docente, digo yo. Lo que está en juego hace ineludible pensar en ella.

Gracias a Luz y al resto de participantes de explorArTIC por provocar estas reflexiones. :-)

Como lo pondría McLuhan, “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. Y aún así, es importante recordar que podría(mos) estar equivocados.