Category Archives: explorArTIC

Sobre “la sociedad de la ignorancia”

La sociedad de la ignorancia es uno de los recursos que sirve como material de base del primer grupo de estudio de explorArTIC. Las siguientes son ideas generadas por un post de Luz Pearson, que se tornaron tan voluminosas como para merecer un post propio.  La lectura de ese post es importante como contexto a esta ‘respuesta’.

Hay una frase de McLuhan que me gusta bastante y que, aunque no funciona en una presentación, puede quedar bien en esta discusión: “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. ¿A qué viene esto? A la forma en la Luz cierra su post:

Me enoja leer a Brey tanto como me alegra. Me hizo pensar.

Pienso que esa es una de esas habilidades clave de las que no hablamos lo suficiente: la capacidad de enfrentarnos a ideas que pueden enojarnos y tratar de ver cómo se relacionan con lo que pensamos en un momento dado. Estoy convencido de que eso nos permite ampliar la perspectiva y percibir un poco más de la complejidad del mundo en el que estamos. Por eso encuentro muy valiosa la actitud simultánea de cuestionamiento y reflexión que está en el post de Luz.

En mi caso, una de las primeras cosas que hice al ver las afirmaciones que contenía el ensayo de Brey fue explorar un poco más acerca del origen del autor. Considerando que, para bien o para mal, tanto la formación como la experiencia vivida condicionan lo que percibimos y, por ende, la mirada que tenemos del mundo, entender un poco más de dónde venía Brey resultó importante para enriquecer mi filtro de duda respecto a lo que afirmaba (lo que Postman llamaría mi crap detector).  Y si bien algunas de sus afirmaciones resultan controvertibles, hay otras que me cuesta trabajo desconocer a partir de lo que he vivido, aunque reconozco que pueden ser mis propias generalizaciones creadas a partir de mi experiencia específica.  Difícil labor la búsqueda de la ecuanimidad.

Con esto dicho, coincido con Luz en la importancia de la cuantificación para saber en dónde nos encontramos. Me temo que se ha vuelto algo común construir grandes narrativas generalizantes a partir de casos particulares (“En la clase A de la universidad B ocurre C cosa, en consecuencia el mundo es X”, o “todos los jóvenes saben/son de tal o cual manera”, por ejemplo) y, lo más inquietante desde mi perspectiva, es que tales afirmaciones a veces (¿o con frecuencia?) pasan por nuestros filtros críticos sin detección alguna.  Peor aún, algunas de ellas se vuelven tan populares (piense en la idea de los nativos digitales, por ejemplo) que incluso cuando no representan la realidad terminan instalándose y afectando nuestra percepción del mundo.  Ahora, no está de más recordar que la cuantificación también puede ocultar aspectos importantes de un fenómeno y, para completar, en algunos casos puede no representar una ayuda adicional.

Por ejemplo, supongamos que tenemos un histórico de la asistencia de todos los estudiantes que tomaron un curso de Relatividad General en un país dado. ¿Qué nos diría esto respecto al aprendizaje logrado? Especulando, es muy factible que el espectro de aprendizaje real del tema sea bastante amplio, incluso en los estudiantes que aprobaron el curso. Incluso así, ¿qué tipo de variación nos podría sugerir que los cambios observados -si los hubiera- están relacionados con las prioridades de una sociedad? ¿Es ‘mejor’ tener pocos que sepan mucho o muchos que sepan poco, como lo decía Luz en su post?

Aquí hay un montón de factores involucrados. ¿Qué impacto tiene para el desarrollo científico de una sociedad que haya muchos que saben poco?  Aunque el discurso político habitualmente termina en asuntos de competitividad y crecimiento económico, no puedo evitar preguntarme si un conocimiento más superficial (en especial en las áreas científicas) comprometerá poco a poco nuestra capacidad como sociedades de mantener el estilo de vida que, en general, hemos alcanzado (en términos sanitarios y médicos, por ejemplo).  No es un asunto de poca importancia, diría yo.

Por otro lado, ¿será una falacia la pretensión de tener más cantidad con calidad? Aunque Luz indicaba que aumentan las matrículas en el sistema educativo (lo cual es cierto), persisten dudas respecto a si la velocidad de ampliación de cobertura resulta sostenible, pues  profesionales altamente especializados toman mucho tiempo en ser entrenados, así que la demanda de docentes calificados puede no ser atendida.  Para completar, factores regionales entran en juego. Tomemos como ejemplo Brasil. Con la enorme demanda de crecimiento que tiene, está acogiendo a montones de estudiantes de posgrado de la región, y absorbiendo a una buena cantidad de ellos laboralmente (esto es, son personas que no regresan a sus páises de origen).

En otro aspecto, en los mismos docentes de algunas instituciones circulan (no sé si más o menos, o qué tan representativo sea, pero circulan) historias de docentes que tienen que poner en una balanza su estabilidad laboral y su nivel de exigencia académica.  ¿Eso quiere decir que no hay problema con los modelos educativos que se usan? Sin duda los hay, pero hay otros factores en el entorno que hay que considerar (por ejemplo, la lógica de los estudiantes como clientes en una institución).

Aquí aparecen como oportunidad los experimentos recientes en cursos masivos como los de Coursera, edX, Udacity y otros. Oportunidad que todavía tiene de por medio la barrera del idioma (aunque esto desaparecerá rápidamente), pero que genera posibilidades de acceso impensables hace una década, a una escala global.  Es muy temprano para saber cuál será el impacto de estas iniciativas, en todo caso.

Aunque no podría afirmarlo de manera categórica, no estoy seguro que mayor información aumenta la posibilidad de que se dé conocimiento, como lo plantea Luz.  Me detengo en ello porque es un asunto de fondo en esta discusión.  Ahora, es claro que nos estamos refiriendo al conocimiento como comprensión racional de la realidad, como lo señalaba Luz.  Cierto, ahora tenemos un nivel mayor, creciente e imposible de información.  Pero es información de todo tipo.  Pongámoslo en términos de comida: Siempre hemos tenido una gran variedad de opciones alimenticias saludables. Sin embargo, la comida rápida se ha convertido en un problema de salud pública en más de un lugar. ¿Por qué? ¿No tendríamos que elegir la mejor opción en términos alimenticios dada nuestra racionalidad? Me temo que, al igual que con la comida (y la economía) un punto importante de trasfondo en el análisis de Brey es que no somos tan racionales como deberíamos (o esperaríamos) ser.

Como ArielyKahneman (este último ganó un premio Nobel por ello!) han mostrado, esta presunción de racionalidad que durante tanto tiempo permeó la teoría económica no es tan real.  En parte, porque nuestro cerebro puede ser engañado de manera muy simple. En parte, porque los estímulos a los que estamos sujetos no son siempre veraces.  Suponer que por naturaleza elegiremos información veraz (y útil) puede ser erróneo, sobre todo a la vista de algunas de las curiosas opciones que constituyen la dieta cognitiva de nuestras sociedades. Así que en la apuesta de mayor posibilidad de conocimiento a partir de más información, a la hora de la elección tenemos en contra tanto nuestra propia naturaleza como intereses de todo tipo (¿qué vende?).   Para completar, el paso por el sistema educativo tampoco garantiza que podamos librarnos de intuiciones erróneas (como se observa en A private Universe o como lo señala Jonah Lehrer). La disponibilidad de información, como lo indicaba Luz, no resuelve el problema.  Pero confiar en un aumento de la posibilidad de que se dé el conocimiento también puede ser bastante optimista.

Toda esta discusión está permeada, a la hora de la verdad, por una excelente pregunta que Luz plantea:

¿Es el conocimiento en tanto comprensión de la realidad de manera racional una meta deseable o es necesaria otra capacidad para vivir mejor?

Depende, entre muchas cosas, de qué significa vivir mejor. Y, por supuesto, la respuesta a esa pregunta suele depender del lugar desde donde se realiza.  Para algunos sectores de la población vivir mejor significa vivir en lugar de sobrevivir, para otros significa buscar la felicidad, y en la mitad están todos los niveles de la pirámide de Maslow. Yo diría que la comprensión racional de la realidad -con todo lo que ello implica- es de alta importancia no sólo para resolver las profundas inequidades que tenemos sino para entender mejor cuál es nuestro papel en este planeta.  Sin embargo, es cierto que la comprensión no implica necesariamente una forma diferente de actuar.

Admitiendo que puedo estar equivocado, me aventuraría a decir que no vamos en realidad hacia una sociedad de la ignorancia. Si no ser ignorante es comprender de manera racional la realidad, durante toda nuestra historia hemos sido una sociedad ignorante. Y durante varios cientos de años hemos vivido un período atípico, en el que un segmento pequeño de la sociedad ha pretendido comprender la realidad y ha contado con espacios como las universidades para volver institucional esta intención. Es indudable que la acción de este pequeño segmento ha transformado nuestra realidad de manera acelerada, en especial a nivel tecnológico. Pero eso no quiere decir que el intento haya sido exitoso en el nivel macro. En todas las áreas persisten preguntan fundamentales respecto a cómo es la realidad, incluso en personas altamente educadas persisten ideas que van en contravía de lo que llamamos una comprensión racional del mundo (mientras seguimos entreteniéndonos),  y una mirada a nuestros sistemas políticos sugiere que lo racional a veces (¿o a menudo?) está bastante ausente de las decisiones macro que afectan a nuestras sociedades.

No está de más recordar, por otro lado, que la ignorancia puede ser relativa.  Esto es, una persona llamada ignorante o parte de la masa por otra puede no reconocerse a sí misma como ignorante o parte de la masa. El punto aquí es que hablar de ignorancia representa un juicio de valor frente a lo racional, y es por ello que las inquietudes de Brey surgen de alguien que hace parte de una tradición académica específica, la cual percibe a otro tipo de expresiones como ignorantes.  No hay que olvidar, sin embargo, que bien puede ser que la relativización de la ignorancia sea una forma sutil de validarla.  Lo preocupante son las consecuencias macro que tal actitud implica para nuestras sociedades.

Sumemos la explosión de posibilidades de producción y comunicación de información que provee Internet, los procesos políticos que están en marcha y los nada despreciables intereses de mercado, y tenemos un panorama sobre el cual es muy difícil hacer previsiones. Como Mark Federman señalaba, estamos en la mitad de un proceso de largo plazo. Y los escenarios que pueden configurarse como resultado de ese proceso son variados y al mismo tiempo difíciles de predecir.  Brey propone uno, cercano al presentado de manera satírica en Idiocracy (no es una película nada buena, pero su premisa es provocadora) o de modo más sutil en Wall-E.  David Eaves, por su parte, intentaba algo similar desde el punto de vista de evolución del Estado.

¿Es un panorama apocalíptico? Depende cómo calificamos la situación actual. :-) Persiste la duda de cómo la abundancia de información afectará los mecanismos que han permitido la construcción de narrativas nacionales, por ejemplo. Por su parte, mucho se ha dicho acerca de cómo los líderes de la sociedad industrial necesitaban un sistema escolar para generar trabajadores a gran escala. ¿Qué significa en el muy largo plazo la consolidación (o no) de una sociedad en red, especialmente a la luz de determinados intereses económicos?

Si tomamos los escenarios de David Eaves, hay muchas salidas posibles.  En cualquiera de ellos uno podría explorar qué ocurre cuando hay de por medio buenas o malas intenciones: un Estado que controla la red puede coartar o promover la comprensión racional del mundo, un mundo atomizado políticamente puede ser presa de tribalismos y profundos sentimientos regionales que colisionan con una comprensión racional del mundo, y cabe preguntarse si para las corporaciones es atractiva la idea de promover una comprensión racional del mundo entre sus consumidores.  Lo inquietante es que confiar en las buenas intenciones no coincide con lo que nos muestra la mayor parte de nuestra historia planetaria.  Pensar en la red para resolver el asunto obliga a reconocer la forma en las cuales una red puede ser impactada por un nodo de alta influencia (propaganda), o cómo la limitación deliberada de conexiones o señales moldea la percepción de múltiples nodos.

¿Qué hacer entonces? Mariana Maggio señalaba hace poco que tal vez sea ingenuo suponer que desde nuestras aulas podemos transformar el sistema, algo con lo cual coincido si pensamos en el muy corto plazo.  Pero, al pensar en el proceso histórico dentro del cual nos encontramos, me gusta pensar que los pequeños cambios que hacemos pueden tener una importante repercusión en el futuro ‘lejano’. Un docente más autónomo, que cuestione el status quo, que sea ejemplo de curiosidad y de buenas prácticas de aprendizaje y, en fin, que comunique un sentido de posibilidad frente al futuro a sus estudiantes puede tener efectos inesperados en una nueva generación.  ¿Un disparo al vacío? Tal vez, pero después de todo la esperanza suele tener esa característica. De allí la importancia que percibo en el trabajo realizado con docentes y de aprovechar la tecnología como excusa para promover conversaciones que, históricamente, han estado alejadas de la mayoría de nuestras aulas.

Hay algo diferente en relación con el pasado, en todo caso.  Por un lado, algunos segmentos de la población son mucho más conscientes del pasado y del futuro que en otras épocas, gracias a Internet.  También gracias a Internet, muchas personas que históricamente han estado aisladas de esta discusión pueden acercarse a ella. Al hacerlo, mi esperanza es que amplíen su perspectiva de manera tal que re-descubran las implicaciones de las cosas que hacemos o dejamos de hacer en nuestras aulas. Actuar con esa perspectiva de futuro es esencial para un docente, digo yo. Lo que está en juego hace ineludible pensar en ella.

Gracias a Luz y al resto de participantes de explorArTIC por provocar estas reflexiones. :-)

Como lo pondría McLuhan, “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. Y aún así, es importante recordar que podría(mos) estar equivocados.

El fin del mundo: Estado vs. Internet

Esta es la traducción de un post de David Eaves, publicado originalmente en inglés el 18 de Junio de 2012 en su blog eaves.ca.  Me gustó mucho porque pone en blanco y negro algunas inquietudes que también he tenido en la cabeza desde hace rato, con las que me identifico bastante y que considero esenciales para pensar en el futuro.  Igual, aquí no aparecen algunos elementos del contexto que podrían alterar de manera radical el curso de los acontecimientos (cambio climático o pico del petróleo, por ejemplo).  En todo caso, al igual que el artículo de Mark Federman, este es uno de esos escritos que dan amplían la perspectiva de manera radical, redimensionando el alcance (y sentido) de la labor de cualquier docente.

Decidí traducirlo porque las ideas que plantea dejan abiertas preguntas importantes para la forma en la que concebimos nuestros sistemas educativos y nuestra labor actual en relación con el futuro, y porque en mi propia experiencia como estudiante y docente estos asuntos han estado al margen de los ‘temas que hay que aprender’.   Además, tiene todo que ver con la exploración que estamos haciendo en #explorArTIC.  Sigue la traducción.  Correcciones, comentarios y sugerencias son muy bien recibidos.

En el último fin de semana en el FooCamp, co-lideré una sesión titulada “El Fin del Mundo: ¿Internet destruirá al Estado, o el Estado destruirá a Internet?” Lo que sigue son las ideas con las que abrí durante mi introducción a la sesión y algunas reflexiones adicionales que he tenido y que otros compartieron durante la conversación. Para evitar confusión, me gustaría aclarar que a) No afirmo que estas preguntas nunca han sido planteadas antes, solamente espero que este encuadre puede generar pensamiento y debate de utilidad, y b) que no creo que estos son los únicos dos o tres posibles resultados; sólo fue una forma interesante de enmarcar algunos extremos a fin de generar una buena conversación.

Introducción

Hace algún tiempo, me pareció ver un tweet de Evgeny Morozov que decía algo como: “Usted no pasa de la imprenta al Renacimiento y al iPad, hay revoluciones y guerras en el medio que no se pueden ignorar”. Ya que no puedo encontrar el tweet, tal vez él no lo dijo o me lo imaginé… pero provocó una línea de pensamiento.

Tecnología y cambio

Con frecuencia, cuando la gente piensa en la imprenta, piensa en su impacto en la Iglesia Católica -acerca de cómo permitió que las  quejas de Martín Lutero se volvieran virales y cómo la localización de la Biblia eliminó la necesidad del intermediario (el sacerdote) para conectarse y relacionarse con Dios. Pero si la imprenta socavó la Iglesia Católica, tuvo el efecto contrario en el estado. Para ser justos, los jefes de estado recibieron una paliza (véase la Revolución Francesa et al.), pero el estado mismo fue más ágil e hizo un buen uso de la tecnología. De hecho, vale la pena señalar que la noción moderna de estado-nación no es concebible sin la imprenta. La prensa transformó el Estado – escalando su capacidad para exigir el control sobre la lealtad de los ciudadanos y movilizar recursos que, a su vez, tuvieron un impacto en cómo los estados se relacionaban (y luchaban) entre sí.

En su libro seminal Imagined Communities, Benedict Anderson describe la forma en que la imprenta permitió al estado estandarizar el lenguaje y la historia. En otras palabras, alguien creciendo en Marsella 100 años antes de la imprenta probablemente tenía un sentido muy diferente de la historia y hablaba un dialecto del francés muy distinto en comparación con alguien que vivía en París durante el mismo período. Pero la imprenta (y más específicamente, quienes la controlaban) permitió que un discurso dominante emergiera (en este caso, probablemente el parisino). Piense en los diccionarios estandarizados, en los libros de texto y currículos, por no hablar de la historia y el entretenimiento. Esto hizo que personas que nunca se habrían encontrado compartieran una historia, un lenguaje y un discurso común imaginado. No hay que subestimar el impacto que esto tuvo sobre la identidad de las personas. Como dice esta maravillosa cita del libro: “En última instancia, es esta fraternidad la que hace posible, en los últimos dos siglos, para tantos millones de personas, no sólo matar, sino morir de buen grado por estas limitadas ideas”. En otras palabras, los estados ahora podían prescindir totalmente de los mandos medios feudales y aprovechar el poder de grandes franjas de la población directamente – una población que  podría nunca encontrarse realmente, pero que no obstante podría sentirse conectada entre sí. Así, la imprenta ayudó a crear el estado-nación moderno proporcionando una forma de tribalismo a escala: lo que hoy llamamos nacionalismo. Este fue, a su vez, un ingrediente importante para las guerras que dominaron el final del siglo 19 y la primera parte del siglo 20 – piense en la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Esto no quiere decir que sin la imprenta no hay guerra – sabemos que no es así – pero el tipo de guerra total entre los estados-nación del siglo 20 tiene una línea directa a la imprenta.

Así que en realidad, el mundo tecno-utópico de: imprenta -> Renacimiento -> iPad no es particularmente exacto.

Lo que tenemos es: imprenta -> Renacimiento -> evolución del estado -> desestabilización del orden internacional -> derramamiento de sangre significativo -> re-estabilización del sistema internacional -> iPad.

Menciono todo esto porque si este es el impacto que la imprenta tuvo sobre el estado, aparece una nueva pregunta: ¿Cuál será el impacto de Internet sobre el estado? ¿Internet será una tecnología que el Estado puede aprovechar para extraer mayor lealtad de sus ciudadanos… o Internet destruirá las comunidades imaginadas que hacen posible al estado, reemplazándolo con una organización más ágil, disruptiva, con mejor capacidad de sobrevivir a la era de Internet?

Algunos escenarios

Nota: una vez más, estos escenarios no son absolutos o las únicas posibilidades, sino que están diseñados para plantear preguntas y provocar reflexiones.

El Estado destruye a Internet

Una posibilidad es que el Estado sea tan adaptable como el capitalismo. Siempre me sorprende la forma en que el capitalismo ha evolucionado a lo largo de los siglos. Del mercantilismo al libre mercado al mercado social al capitalismo estatal, como un meme que se adapta fácilmente a nuevos ambientes. Una posibilidad es que el estado sea igual: lo suficientemente flexible para adaptarse a nuevas condiciones. En consecuencia, uno puede imaginar que el Estado toma el control suficiente de Internet para convertirlo en una herramienta que, en el mejor de los casos mejora – y en el peor de los casos, no amenaza – la conexión de los ciudadanos con él. Irán, con su intento de construir una red interna administrada por el estado que le permita monitorear de cerca cada movimiento de sus ciudadanos, es un ejemplo aterrador de la primera alternativa. China –con su gran firewall– puede ser un ejemplo de la última. Pero no es necesario ensañarse con estados no occidentales.

Y un mundo en red proporcionará a los Estados -especialmente a los democráticos- una cantidad de razones para apoderarse de un mayor control de las vidas de sus ciudadanos. Desde el crimen organizado al terrorismo, pasando por el robo de identidad, los gobiernos encontrarán un montón de razones para monitorear a sus ciudadanos. Esto sin hablar de las persistentes amenazas avanzadas que crean un estado de guerra en línea continua – o una especie de falsa artificial guerra moderna – entre China, Estados Unidos, Irán y otros. Esta puede ser la justificación última.

En efecto, como consecuencia de estas amenazas, Estados Unidos ya cuenta con un amplio sistema que usa Internet para monitorear a sus propios ciudadanos, e incluso mi propio país – Canadá – trató de aprobar una ley el año pasado para aumentar de manera significativa el control en línea de los ciudadanos. El Reino Unido, por supuesto, acaba de proponer una ley cuyas disposiciones de monitoreo harían gritar de alegría a cualquier gobierno autoritario. Y apenas la semana pasada nos enteramos de que el gobierno del Reino Unido se prepara para entregar un cheque en blanco a los proveedores de servicios de Internet para la instalación de sistemas de monitoreo que registren lo que sus ciudadanos hacen en línea.

No tengan dudas, de lo que se trata esto es del estado tratando de asegurar que Internet sirva – o al menos no ponga en peligro – sus intereses.

Por desgracia, este es el futuro más fácilmente imaginable, ya que se ajusta con el mundo que conocemos – uno donde los estados se encuentran en ascenso. Sin embargo, en muchos aspectos este futuro es resultado de una proyección lineal, y nuestro mundo, especialmente nuestro mundo interconectado, en raras ocasiones se comporta de forma lineal. Así que debemos tener cuidado de no confundir familiaridad con probabilidad.

Internet destruye al Estado

Otra posibilidad es que Internet socave nuestra relación con el estado. Al estar en línea, nos involucramos cada vez más con comunidades epistémicas – sean sociales (como alguien en un gremio de World of Warcraft) o profesionales (como una asociación con una comunidad científica). Mientras tanto, en el mundo físico, las comunidades locales – posiblemente a nivel regional – se tornan  ascendentes. En ambos casos, las regulaciones y normas creadas por el Estado se sienten cada vez más como un impedimento para llevar a cabo nuestras vidas, comercio y objetivos generales cotidianos. La frustración aparece, y crecientemente alguien en la Florida  siente menor y menor relación con alguien en el estado de Washington. El sentido común de identidad, la comunidad imaginada creada por el Estado, comienza a erosionarse.

Esto es, por supuesto, difícil de imaginar para muchas personas, en especial los estadounidenses. Sin embargo, para muchas personas alrededor del mundo, incluyendo a los canadienses, la unidad del Estado no es una suposición libre de preocupaciones. Durante mi vida ha habido tres referendos para fragmentar Canadá. Más al punto, este proceso probablemente no se iniciaría en los lugares donde el Estado es más fuerte (por ejemplo, en América del Norte), sino que empezaría en los lugares donde es más débil. Piense en Somalia, Egipto (en el momento) o Bélgica (que básicamente ha funcionado durante dos años sin un gobierno y nadie parece darse cuenta). Tal vez esto no es un mundo sin Estado, sino con un montón de pequeños estados (que creo que rompe hasta cierto punto con el molde de lo que nos imaginamos como Estado) o tal vez algún nuevo mecanismo organizacional, uno que aprovecha las identidades de las comunidades locales , pero puede coexistir con una red de identidades transnacionales difusas pero importantes. O tal vez la unidad de organización se hace más grande, de modo que mayores recursos puedan convocarse para afrontar nuevas amenazas basadas en la red.

Yo, al igual que la mayoría de la gente, encuentro este mundo más difícil de imaginar. Esto se debe a que muchos de nuestros supuestos de repente desaparecen. Si no es el Estado, ¿entonces qué? ¿Quién o qué protege y administra la infraestructura de Internet? ¿Qué pasa con otros tipos de amenazas como los intereses corporativos, el crimen organizado y los delitos cibernéticos, etc? Estas son asuntos que conllevan un verdadero cambio de paradigma (disculpas por el uso de la palabra) y, francamente, todavía me encuentro demasiado atrapado en mi mundo Newtoniano y las normas hacen que sea difícil imaginar o siquiera saber cómo será la mecánica cuántica. Una vez más, quiero separar el hecho de imaginar el futuro de su probabilidad. Los dos no siempre están conectados, y es por eso que pensar en este futuro tan incómodo y alienante como pueda ser es, probablemente, un ejercicio importante.

McMundo – Internet Premia a la Corporación

Una de las grandes presunciones que a menudo encuentro en las personas que escriben/hablan acerca de Internet es que casi siempre asumen que el individuo es la unidad fundamental de análisis. Hay buenas razones para ello: usando los medios sociales, la capacidad de un individuo de ser disruptivo ha aumentado, en general. Y como Clay Shirky ha señalado, la necesidad de coordinar instituciones y gestores se ha reducido considerablemente. De hecho, el post del blog de Shirky sobre el colapso de los modelos de negocio complejos es (además de una maravillosa pieza) una descripción fantástica de cómo una tecnología disruptiva puede socavar la capacidad de los actores complejos más grandes en un sistema y beneficiar a actores más pequeños, más simples. Por supuesto, el actor más pequeño en nuestro sistema puede no ser el individuo. Puede ser un actor que es más pequeño, más ágil que el Estado, que puede fomentar una comunidad imaginada, y puede adoptar diversas formas de reunir recursos para su auto-organización en una estructura jerárquica. Tal vez sea la corporación.

Durante la conversación en FooCamp, Tim O’Reilly enfatizó este punto con gran efecto. Podría ser que la corporación sea, en realidad, la entidad mejor posicionada para adaptarse a la era de Internet. Lo suficientemente pequeña para aprovechar las redes, lo suficientemente grande como para generar una comunidad que sea realmente leal y comprometida.

De hecho, es fácil imaginar un ciclo de retroalimentación que acelere el ascenso de la corporación. Si nuestras comunidades imaginadas de los estados-nación no puede soportar un mundo de múltiples narrativas y por lo tanto se vuelven más débiles, las corporaciones se beneficiarían no sólo de una mayor capacidad de adaptación, sino que el contrapeso ideal para su poder – la regulación estatal y las fronteras – podría erosionarse de forma simultánea. Un mundo en el que más y más poder – a través de la información, el dinero y el capital humano – se concentra en las corporaciones no es difícil de imaginar. De hecho, hay muchos que creen que este ya es nuestro mundo. Por supuesto, si los lugares (en general, los órganos de gobierno) en donde las corporaciones entran en conflicto -en particular los de tipo intersectorial – no pueden ser mediados pacíficamente, las corporaciones pueden volverse mucho más agresivas. La necesidad de crecer, de reunir más recursos, de tener una división de seguridad para defender los intereses corporativos, podría conducir a un crecimiento de las corporaciones hacia entidades que apenas podemos imaginar hoy. Es un futuro inquietante, pero no uno que no haya sido imaginado varias veces en las novelas de ciencia ficción, y no uno que yo pondría más allá del reino de la imaginación.

El Fin del Mundo

El punto más importante de todo esto es que las nuevas tecnologías cambian la forma en la que imaginamos nuestras comunidades. Un impacto de la imprenta de segundo y tercer orden fue su papel fundamental en la creación del estado-nación moderno. La gran pregunta es, ¿cuáles serán los impactos de segundo y tercer orden de Internet en nuestras comunidades (reales e imaginadas), nuestra identidad y los lugares en donde el poder se concentra?

Tan diferentes como los resultados anteriores son, comparten algo importante en común. Ninguno representa al status quo. En cada caso, la naturaleza del estado y su relación con los ciudadanos, cambia. En consecuencia, me resulta difícil imaginar un futuro donde Internet no sigue poniendo una tensión real en la forma en la cual nos organizamos, y a su vez en los sistemas que hemos construido para administrar esta organización. En consecuencia, no es difícil imaginar que entre más y más de esas instituciones – incluyendo potencialmente al mismo estado – estén bajo presión, los sistemas que se encuentran estables actualmente -como el sistema internacional de estados – sean llevados a un punto de inestabilidad. Vale la pena señalar que después de la imprenta, uno de los primeros estados nación verdaderos – Francia – causó estragos en Europa durante casi medio siglo, utilizando sus recursos ampliados para conquistar casi a todo el mundo a su paso.

Si bien estoy fascinado por la tecnología y creo que puede ser aprovechada para hacer el bien, me gusta pensar que no soy – como  Evgeny los etiqueta – un tecno-utópico. Necesitamos recordar que, mirando hacia atrás en nuestra historia, los efectos de segundo y tercer orden de algunas tecnologías puede ser muy desestabilizadores, lo que lleva consigo riesgos reales de generar conflicto y derramamiento de sangre significativos. De ahí el título de esta entrada del blog y de la sesión FooCamp: El Fin del Mundo.

Esto no es un llamado para un manifiesto ludita renovado. Todo lo contrario: estamos en una cinta de correr de la que no podemos bajar. Nuestras tecnologías han mejorado nuestras vidas, pero también han creado nuevos problemas que, muy a menudo, requerirán  innovaciones sociales y otras tecnologías para ser resueltos. Más bien, quiero plantear esto porque creo que es importante que más personas – especialmente aquellos en el valle [Silicon Valley] y otros centros de tecnología (y no sólo a los estrategas militares) – estén pensando críticamente sobre los posibles efectos de segundo y tercer orden de Internet, la web y las herramientas que están creando, de manera que puedan contribuir a la reflexión en torno a posibles respuestas tecnológicas, sociales e institucionales que podrían, ojalá, mitigar los peores resultados.

Espero que esto promueva reflexión y debate adicional.

Ampliando la perspectiva

En los últimos años me he encontrado varios documentos (y otro tipo muy variado de insumos, por supuesto) que me han permitido percibir cosas que no había percibido antes. O que, en algunos casos, reflejaban bastante bien mis percepciones y en esa medida servían para dar un piso más sólido a las intuiciones que iba construyendo.

Eso me ocurrió, por ejemplo, con el texto de George Siemens sobre conectivismo, o con la charla de Stephen Downes sobre redes de aprendizaje o sus ideas sobre el futuro del aprendizaje en línea, o con el artículo de Michael Wesch titulado Anti-enseñanza. En todos los casos, el interés que estos documentos despertaron en mí me llevaron a traducirlos de manera voluntaria, como una forma de enriquecer mi comprensión de los temas que trataban (es mucho lo que se aprende durante estos procesos de traducción), pero también para habilitar el acceso a estas ideas a muchas otras personas.

Por razones de tiempo, en algunos casos en lugar de hacer una traducción completa compilé las ideas esenciales de esos documentos en presentaciones (como en este o este caso), pero también porque el contenido no parecía tan importante después de todo (o habían otras personas realizando traducciones).  Hacía rato no encontraba un documento que me inspirara a traducirlo.

Este cambió hace unos meses, cuando encontré (no recuerdo cómo) el trabajo de Mark Federman, un investigador de la Universidad de Toronto que en una charla de 2005 proponía unas ideas sobre el impacto de la tecnología en la sociedad que yo no había visto con claridad antes (a pesar de que resuena con el trabajo de Marshall McLuhan o Neil Postman).  Diría que su forma de exposición me llevó a ver cosas que no me había comprendido antes, y me ayudó a lograr una perspectiva más amplia, con más raíces históricas, que de alguna manera se ha integrado (de manera muy sutil) en ArTIC.

La lectura fue inquietante y tranquilizante a la vez, a pesar de algunos puntos de desacuerdo y de los años que ya pasaron desde que la charla fue realizada. Igual, el panorama que propone le permite seguir teniendo vigencia.

Tal vez la sección más importante del texto, para mí, es la siguiente (para que se anime a leerlo! :) ):

…a medida que el modo dominante de comunicación cambia, también lo hacen los modos dominantes de conocimiento y de autoridad, y también cambian el acceso al conocimiento y la autoridad.  Y es casi innecesario decir que debemos esperar que se produzca un período de disrupción máxima para la sociedad y la cultura en aproximadamente el punto medio del lapso de transición de 300 años. Aproximadamente en el punto donde Platón habló sobre la prohibición a los poetas y los sofistas, mientras denunciaba la desaparición de la sabiduría. Aproximadamente en el pico de las guerras religiosas en la Europa de finales del siglo XVI e inicios del XVII. Más o menos donde estamos ahora.

Buena parte de esto no era nuevo para mi, pues hace parte del discurso que vengo escuchando desde hace años.  No obstante, dos cosas resultan especialmente llamativas:  Primero, no es la primera vez que una disrupción de esta escala ocurre (y la sustentación que hace Federman es realmente interesante) y, segundo, lo que estamos viviendo ahora tiene sus orígenes hace más de 150 años atrás, así que no es un asunto de si los celulares  o los computadores aparecieron o si la web 2.0 genera no-sé-qué, o si los jóvenes de ahora son de tal o cual manera. Para bien o para mal, estamos en la mitad de un proceso cuyo origen parece muy distante, y cuya resolución resulta, simplemente, imprevisible.

Comprender esto tiene enormes implicaciones para cualquier persona que participe en procesos educativos de cualquier tipo, por lo que encontré muy valioso realizar una traducción de la charla.   Como digo, aunque en ella hay muchas ideas que uno se ha encontrado en muchos otros sitios, la mirada desde la que las aborda da una perspectiva histórica que, al menos para mi, resultó invaluable.

Por otro lado, mucho de lo que Federman menciona hace parte de mi práctica actual, por lo que no sólo resuena sino que me sugiere que mi intuición ha sido correcta hasta ahora, y que lo que estamos haciendo en cosas como ArTIC va por buen camino.  Al mismo tiempo, me mueve a intentar cosas más ambiciosas, que potencien lo que hemos visto ocurrir en los meses pasados.

Así que aquí está la traducción:

Por qué Juanito y Juanita no pueden leer y por qué el Sr. y la Sra. Gómez no pueden enseñar

Mark Federman, 2005 (PDF original en inglés)

Traducción: Diego Leal, 2011 (PDF)

Como es habitual, comentarios y recomendaciones de mejora para la traducción son bienvenidos, al igual que cualquier oportunidad para conversar al respecto. :)