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Coming back to life…

(Música de fondo: Coming back to life y otros cortes de The Division Bell, de Pink Floyd. Aeropuerto de Guadalajara, México.)

El mundo tiene unas maneras extrañas pero maravillosas de recordarte lo que es posible. De ponerte en contacto con quien eres en realidad, y con quien puedes llegar a ser.

Como saben las personas más cercanas, los últimos meses han estado llenos de dudas y cuestionamientos respecto a la labor que vengo desarrollando, por muy diversas razones, entre ellas el impacto del regreso a Colombia. Pero, tal vez la más importante, por los inquietantes y desoladores patrones que percibo en el mundo, que me han hecho muy difícil confiar como lo hacía antes (de manera tal vez ingenua) en el impacto de las cosas que hago.

Como he mencionado en el pasado (en especial cuando volví de Rio), el gran desafío que percibía en esta etapa era la aceptación de esos patrones. Pero pareciera que ese “shock del presente” (para jugar con Toffler) es más difícil de superar de lo que yo imaginaba. Lo cual es problemático pues, después de todo, cuál es el punto de trabajar por un mundo en declinio en donde ni siquiera somos conscientes de lo que está ocurriendo a gran escala?

Las razones para llegar a este estado son múltiples, y personas como Dave Pollard las siguen explorando de maneras mucho más juiciosas de lo que yo podría hacerlo. Yo las he empezado a ver de manera mucho más cercana e inquietante en nuestros sistemas educativos, en donde montones de personas y organizaciones intervienen con todo tipo de intereses, usando como cobija el cada vez más vacío “mejoramiento de la educación”. Con esta bandera se vende software que le hace la vida más difícil a los docentes (mientras se destaca a los rutilantes innovadores que crean las empresas que lo producen), se llevan y traen modelos educativos descontextualizados que esta vez “sí cambiarán todo” y se envían a las instituciones educativas mensajes que, al menos, tendrían que considerarse como bipolares: vamos a formar estudiantes autónomos, pero tenemos que estudiar tal currículo que diseña tal empresa para que nos vaya bien en tales pruebas estandarizadas… Vamos a trabajar por competencias, pero aquí está el currículo con los temas en el centro, bien definidos. Y como los grandilocuentes planes estratégicos que diseñamos no han dado resultado, vamos a hacer uno nuevo, ojalá con la misma metodología que antes, pues si cambiamos lo que está en el papel seguramente cambiaremos el mundo. Olvidamos que el verdadero cambio viene de adentro.

Y mientras todas estas cosas ocurren (muchas de ellas con buena intención, valga la pena decirlo), los muy diversos participantes en el sistema perdemos de vista el panorama macro y la delgada línea por la que estamos transitando como especie. La presión y obsesión por generar mano de obra que nos haga ver mejor (ojalá) en los indicadores económicos termina alejándonos de las discusiones de fondo, de las cuestiones filosóficas que son clave para nuestra vida. Al tener una mirada desfigurada de lo que significa el bienestar, suponemos que con entregar máquinas (ojalá tablets, que están de moda y ‘quedan divinas’ en las fotos con los dirigentes) vamos a resolver las carencias que nuestro sistema económico (o nuestra naturaleza?) produce. Al saturar a nuestros docentes e instituciones con ‘capacitaciones’ de todo tipo que intentan resolver lo inmediato, nos perdemos la oportunidad de soñar otros (ojalá mejores) mundos.

cielo(Mientras tanto, por mi ventana veo nubes oscuras, iluminadas desde arriba por la Luna llena, mientras al fondo se observan la Cruz del Sur y Telescopio, y en el piso localidades mexicanas desconocidas pero que reproducen el familiar patrón de iluminación de las agrupaciones humanas modernas. Oportunamente, suena High Hopes)

En este panorama hay varias cosas perturbadoras: primero, que hay una notoria falta de sentido crítico y de comprensión de la urgencia del momento histórico que estamos viviendo por parte de quienes, por elección o decisión, están al frente de nuestras instituciones gubernamentales. Segundo, que la explosión de información no nos ha dejado mejor informados. Perspectivas de todo tipo compiten por la atención y, en un entorno con un ‘crap detector’ defectuoso, el que gana es que que tiene el micrófono más grande, la billetera más grande o el poder de turno. Tercero, que muchas de las personas, instituciones y organizaciones que intervienen en el sistema (con frecuencia con buena voluntad) a veces parecieran no tener conciencia de las implicaciones de la labor que desarrollan. Cada cual se ubica desde una perspectiva específica (a veces según quien está contratando), presume que el mundo opera desde ella y actúa en consecuencia.

Hay quienes dicen que vivimos en una época con crisis de fe. Yo no estoy seguro de que sea así. Es sólo que la fe está puesta en lugares no tradicionales: en el aparato, en el indicador, en la metodología, en el área del conocimiento, en el buzzword de turno. Y mientras tanto el sistema sigue deteriorándose, sin que logremos reconocerlo. La realidad en conjunto se torna tan aplastante, que es difícil ver cuál es el punto de lograr percibir cosas sobre las cuales no se tiene incidencia.

(Varias semanas después. Medellín, Colombia. De nuevo, The Division Bell de fondo)

La percepción es un fenómeno fascinante. No todos percibimos lo mismo en el mundo, y no todos interpretamos lo que percibimos de la misma forma. Y aunque nuestros modelos mentales definen aquello que estamos en capacidad de percibir, nuestro cerebro también incluye mecanismos que permiten afinar nuestra percepción y hacer más sofisticada (o cercana a la realidad, si tal cosa es posible?) nuestra interpretación. A eso le llamamos aprendizaje. A ser capaces de ver cosas que después resulta imposible dejar de ver.

Pero esos mecanismos de sofisticación no son infalibles. A veces, las presunciones que son reflejo de nuestros modelos mentales nos impiden aceptar evidencia nueva para transformarlos. Y al igual que en A private universe, aunque nuestro discurso cambie (si lo hace) seguimos operando desde los supuestos intuitivos consolidados durante mucho tiempo. Por eso son tan valiosas las experiencias que confrontan nuestra percepción y en el proceso nos ayudan a revisar los patrones que percibimos, así como el papel que jugamos en ellos.

En las últimas semanas, he tenido la fortuna de vivir varias experiencias de esa naturaleza. Para empezar, las inesperadas cosas que ocurrieron en TRAL, en donde no llegué a tener la presencia que habría querido, pero en donde me sorprendí una y otra vez con las ideas, las percepciones y los cambios que ocurrieron en muchos de los participantes, y que exceden cualquier cosa que nos hubiésemos imaginado. Y luego, el encuentro del Agora ITESO en Guadalajara, en donde tuve la oportunidad de conocer personalmente a un maravilloso grupo de personas con quienes, cosa rara en mi, me relacioné rápidamente como si los conociera de mucho tiempo atrás. Cosa rara también, me sentí en casa. Sentí que podía pertenecer.

itesocar

El encuentro con este grupo (en especial con Francisco, Liliana, Nilda, Lorelí y Hattie) es importante porque, en términos sencillos, me dio esperanza. Tan simple como eso. Esperanza en que, a pesar de los patrones que percibo, hay lugares en donde hay semillas germinando, en donde mundos que permitan incluir otros mundos están siendo construidos poco a poco. Desde una perspectiva que excede lo tecnológico y lo educativo, que toma en cuenta asuntos más de fondo sobre lo que significa ser humano, sobre lo que significa habitar el mundo en el que vivimos de manera responsable, cuestionando desde la generosidad y la apertura muchos de los supuestos que hacen parte de nuestro día a día. Pero sobre todo, tomando el riesgo de vivir el discurso. Con cautela, a veces con algo de temor, con discrepancias, a veces con desencuentros, pero siempre con un innegable optimismo.

Mis días en Guadalajara estuvieron marcados por una intensa y variada agenda. Desde mariachis hasta música sacra antigua, pasando por música clásica contemporánea y moderna e incluso por jazz. Desde la inesperada birria en un pequeño lugar al lado de un taller mecánico hasta la ensalada en un restaurante con servicio de valet parking, pasando por las tortas ahogadas, el pozole y el tejuino en múltiples lugares de la ciudad. Desde conversaciones sobre lo cotidiano hasta reflexiones sobre el futuro, pasando por los logros, cuestionamientos e inquietudes de los docentes participantes en el Agora..

La aparente incertidumbre tenía un hilo conductor, sin embargo: la increíble generosidad de mis anfitriones. Generosidad no sólo traducida en su hospitalidad, sino en su agradecimiento por el papel que, desde su perspectiva, he tenido en las actividades que están desarrollando. Más allá de cuál sea ese papel, el punto es que si alguna de las cosas que hago contribuyen en lo que estas personas están haciendo y en la forma en la cual perciben el mundo, creo que eso constituye, en sí mismo, no sólo una recompensa sino que me recuerda el sentido de todo esto. Por eso hablo de esperanza. Porque si bien es posible que no llegue a ver un mundo en el que las tendencias actuales se reviertan, sí puede ser que mi contribución ayude a generar posibilidades en lugares y formas insospechadas para mi, de las cuales tal vez no llegue a enterarme.

Tal vez mi misión no es *cambiar* las cosas, sino seguir haciendo lo que inicié hace ya años: tender puentes entre ideas y personas, que nos permitan a todos percibir cosas que no hemos percibido aún y ampliar nuestra mirada respecto a las fuerzas que mueven nuestro mundo y el papel que podemos tener en la construcción de un futuro no necesariamente mejor, sino al menos factible. Tal vez con eso es suficiente. Con dispersar semillas que, de manera inesperada, puedan permitirle a otros a quienes nunca conoceré hacer cosas que nos beneficien a todos.

El shock del presente ha llegado a paralizarme. La ingenuidad con la que nos movemos por el mundo me ha decepcionado, así como los limitados intereses que muchas personas defienden. Pero hay lugares donde el presente está construyendo un futuro diferente. Personas que perciben lo que está en juego y, con una optimista claridad, trabajan defendiendo ideas que muchos hemos olvidado. Yo quiero ser una de ellas. Y puede que baste con compartir, como lo empecé a hacer hace años, las ideas que me voy encontrando y que considero decisivas para nuestro presente y nuestro futuro.

volarGuadalajara me dio esperanza. Y el encuentro en Virtual Educa con múltiples personas (algunas conocidas y otras que descubrí por primera vez) que me dicen haber encontrado valor en lo que hago me hace sentir humildad frente a mi papel y me recuerda que, en este extraño mundo que nos tocó vivir, el impacto que cada uno de nosotros tiene excede, para bien o para mal, nuestras previsiones.

El último día que estuve en ITESO, Hattie me entregó un regalo de parte de varias de las personas del Centro de Aprendizaje en Red. Una linda artesanía que ahora reside en una repisa en casa, y que estuvo acompañada por unas de las palabras más generosas, gratificantes y emocionantes que recuerdo haber escuchado, haciendo referencia a la experiencia que vivieron en TRAL: “Gracias por enseñarnos a volar”.

Por alguna razón, me cuesta trabajo creer que lo que hago produzca eso. Y es allí donde esta nueva evidencia amplía mi campo de percepción y me ayuda a ver que, en realidad, nosotros sólo estamos abriendo una puerta, generando una plataforma de partida pues es propio de lo humano querer volar. Y que necesitamos más puertas abiertas, que nos recuerden que es natural volar y nos permitan descubrir cómo hacerlo en compañía, más allá de los horizontes y límites artificiales a los cuales nos ha acostumbrado el sistema en el que vivimos. No es una opción paralizarnos, pues al hacerlo estamos dejando de abrir esas puertas.

Así que gracias a todo el equipo de ITESO por catalizar estas reflexiones, gracias a todas las personas que me han ayudado a creer que es posible volar, que me han permitido hacerlo a mi manera y que se han arriesgado a hacerlo conmigo a lo largo de estos años. Sin todos y cada uno de los participantes en #TRAL, en #explorArTIC, en #ArTIC, en DocTIC, GRYC y ERLN y en los Educamp no sería capaz de percibir lo que percibo ahora. Espero tener la posibilidad de encontrar nuevas plataformas que nos permitan seguir despegando hacia nuevos rumbos. Y vale la pena hacerlo. El cielo está despejado y el mundo se ve mucho más amplio desde arriba. :-)

Excelsior!

Cloud Atlas

Hace unas pocas semanas vi el trailer de Cloud Atlas, una película del año pasado que aún no ha sido estrenada en Colombia, producida por los hermanos (ahora hermano y hermana) Wachowski, los que hace más de una década sorprendieron con Matrix.

Llamó mi atención el alcance del trailer y el carácter épico que parece tener la película, con escenas de cinco épocas históricas diferentes presentadas en un largo segmento de más de cinco minutos (un montón para un trailer!) y aparentemente entrelazadas entre sí.  La frase “todo está conectado” sugiere un sutil hilo conductor para la película.  ¿Mi primera impresión? Demasiado ambicioso, y con muchos riesgos de que no funcione bien.  Aún así, me encantó el trailer y, en especial, su banda sonora.

Próxima parada, grooveshark, en donde está disponible la banda sonora. Volviendo a mis (cada vez menos frecuentes) obsesiones musicales, terminé escuchando una y otra vez la música, sin entender muy bien cómo se relacionaba un motif con otro.  La banda sonora es compuesta por tres personas, así que eso ayuda a entender la variedad de los cortes.  Tan entusiasmado estaba que lo mencioné en Twitter.

Allí me enteré, gracias a Melina Masnatta, de que Cloud Atlas (traducido, creo, como “El Atlas de las Nubes”) es en realidad una novela de un británico llamado David Mitchell, que fue adaptada al cine.  Melina mencionó que el libro era inspirador, así que decidí leerlo.

Y así, Cloud Atlas se convirtió en el primer libro completo que leo en este nuevo año. Es una novela con una estructura muy interesante que recuerda a una colina:  la primera mitad corresponde a historias con distintos protagonistas y diferentes estilos de escritura, que desarrollan una progresión histórica clara. Un detalle común a todos los capítulos es que terminan en punta (literalmente, uno de ellos termina con una frase incompleta), y que de manera muy sutil sugieren puntos de contacto entre un capítulo y el que lo precede.

El capítulo central se ubica en un futuro post-apocalíptico lejano, dando cierre a un viaje que inicia en el siglo 19. Luego, aparecen los complementos de los capítulos iniciales, pero ahora en una secuencia cronológica inversa. Es decir, el capítulo inicial sólo se resuelve en el último capítulo.

Tan solo la estructura hace que el libro sea bastante complejo, recordándome a The Sea and the Summer de George Turner (traducido como Las torres del olvido), por las múltiples voces que incluye.  Para completar, el inglés del primer y último capítulos, así como el del centro, son algo hostiles (al menos para mi).  Todo un reto iniciar cada capítulo, debido a la falta de relación obvia con el anterior. La primera parte consiste en escalar la colina. Y sin embargo, al pasar de la mitad (la cima de la colina) uno se siente ‘en bajada’, atando cabos y descubriendo aspectos insospechados de los distintos personajes.  Si la lectura en el idioma original es un reto, la escritura debió ser un desafío enorme para Mitchell. Un desafío muy bien resuelto, vale la pena decirlo.

Algunos resaltados del libro.

Tal vez lo más notorio de Cloud Atlas para mi es su escala, así como la manera en la cual las distintas historias se entrelazan, dejando en el ambiente un ligero sabor a reencarnación de los personajes principales. Aunque, para ser justos, no se trata necesariamente de reencarnación, sino que puede ser aquella idea de los arquetipos como ‘personajes potenciales’ que se repiten una y otra vez de manera inevitable en los individuos de nuestra especie.  Además, es notoria la riqueza contenida en los dos mundos futuristas que Mitchell desarrolla en apenas tres capítulos. Las historias no contadas de esos mundos, apenas sugeridos, podrían llenar libros completos.

Mi sensación después de terminar la lectura es que la película (juzgando por el trailer) toma un enfoque bastante más positivo que el del libro.  Pues, si bien uno ve lo que puede ver en las cosas que lee, mi impresión es que Cloud Atlas documenta la historia del ascenso y caída de nuestra especie, ocasionadas ambas por la necesidad de “más” (especialmente marcada en Occidente), que nos convierte en fabulosos (y terribles) depredadores de nuestro entorno.  Dice Adam Ewing, el protagonista del primer y último capítulos:

Why undermine the dominance of our race, our gunships, our heritage & our legacy? Why fight the “natural” (oh, weaselly word!) order of things? Why? Because of this:—one fine day, a purely predatory world shall consume itself. Yes, the Devil shall take the hindmost until the foremost is the hindmost.

Expresando así una gran esperanza de poder minar esa dominancia.  Sin embargo, como lectores tenemos el privilegio de mirar hacia el futuro, en donde nos encontramos con un mundo que pasa por algo llamado corpocracia, en donde una mezcla de ingeniería genética, consumismo extremo y propaganda generan una distopia que conlleva el colapso de toda nuestra civilización, la cual termina recordando a los ‘Antiguos’ con asombro mientras se sumerge en las luchas tribales y la dominación por la fuerza que marcaron el inicio de nuestra historia (y que nunca hemos superado).

Hay algo de Ouroboros aquí. Tal como se expresa en el sexteto Cloud Atlas, compuesto por el protagonista del segundo y décimo capítulos, tenemos temas que se repiten con distinta intensidad de manera cíclica. Nuestra historia como especie (de acuerdo con la mirada del libro) pareciera terminar de manera similar a como empezó. Y no hay mucho que podamos hacer al respecto, porque depende de un aspecto tal vez inevitable de la naturaleza humana.   O al menos, de la lógica imperante en nuestro planeta.

Lógica que en el libro se refleja en la destrucción de los Moriori por los Maorí (hecho histórico), en la colonización inglesa “en el nombre de Dios” que involucraba enfermedades y vicios que diezmaron a las poblaciones indígenas, y  en la destrucción de los pueblos de los Nueve Valles por parte de los Kona (ficción). Lo dramático es que es posible encontrar referencias de este tipo en todos y cada uno de los momentos de nuestra historia. La resistencia pacífica y el profundo valor dado a la vida por parte de los Moriori, tristemente, es una excepción en lugar de la regla.

Hay otro aspecto llamativo del libro: la forma en la que la historia es recordada por medio de artefactos parciales que son transmitidos a lo largo del tiempo y que terminan llegando inevitablemente a los mismos seres, en épocas distintas.  De un diario a una serie de cartas, de una novela a una película y luego de una grabación en video futurista (llamada orison en el libro) al mito de la tradición oral.  Los mecanismos de comunicación disponibles terminan siendo los que nos cuentan esa ficción que llamamos pasado, que siempre será incompleta, y que con frecuencia confundimos con la realidad.

La gran pregunta que queda abierta para mi, como de costumbre, es qué significa todo esto para un individuo viviendo en el momento histórico que estamos viviendo.  La intención de Mitchell no parece ser cuestionar ni advertir sobre el futuro, al contrario de lo que uno percibe en obras como 1984 o Un mundo feliz.  Cloud Atlas nos recuerda que, en el largo plazo, la época que vivimos hoy no será más que una etapa en la que, sin pensar mucho en ello, gestamos las distopias del futuro.  De  esto hace eco la historia de Timothy Cavendish, tal vez la menos épica de todas y, justamente, la que se desarrolla en nuestros días.

Un par de ideas de cierre: Lo que para nosotros es una distopia, para los habitantes del futuro no será otra cosa que el ‘estado natural’ de las cosas. ¿Acaso no vivimos ya en una distopia?

Y una última frase del libro:

Boundaries between noise and sound are conventions, I see now. All boundaries are conventions, national ones too. One may transcend any convention, if only one can first conceive of doing so

Veo ahora que los límites entre el ruido y el sonido son convenciones. Todos los límites son convenciones, incluso los nacionales. Uno puede trascender cualquier convención, sólo si primero logra concebirlo.

Eso es lo que nos rodea: convenciones. Límites imaginarios que hemos asumido como reales. Esta no es una idea nueva para mi, y hace que me pregunte una vez más cuáles límites podemos (y debemos) trascender.

Primer libro del año terminado. Ahora sólo falta ver la película. :)

Lo que hacemos cuenta…

En 2011, mientras avanzaba una de las cohortes de ArTIC-Uruguay, Michael Wesch escribía en algún foro de discusión un texto corto pero ‘sustancioso’ titulado Inspirando preguntas en el que argumentaba, entre otras cosas, la importancia que tiene para el futuro (y para el presente) comprender mejor las redes y la lógica de red.  El texto me gustó tanto como para traducirlo rápidamente e incluirlo dentro de los materiales de exploración de ArTIC.  Y después de este tiempo sigue ayudándome a percibir cosas que, como lo pondría Duncan Watts, resultan obvias en retrospectiva.

En especial, cuando hablamos de la lógica de red, se atraviesa la muy conocida frase de “todo está conectado”. La frase se ha convertido en un cliché con las historias del llamado ‘efecto mariposa’ y está teñida de un enorme romanticismo (digo yo, al ver  series como Touch, por ejemplo). O con la importancia de usar bombillos ahorradores y asumir hábitos de vida más ‘sostenibles’ (aunque a veces no resulte claro para quién son sostenibles… para los interesados, una crítica bien ácida pero real de estos movimientos se encuentra en la novela gráfica As the world burns).

Lo que se nos escapa a veces (al menos a mí se me escapó durante mucho tiempo) es que cuando tenemos un mundo en red y todo está conectado, lo que hacemos puede tener efectos no sólo inesperados sino invisibles.

Algunos ejemplos tomados de mis últimos días:

  • En muchas fiestas se ha vuelto normal usar varitas de luz como decoración o simplemente para, ‘animarlas’.  Su costo es bajo y además se pueden ensamblar unas con otras. ¡El límite es la imaginación! El problema es que no sólo requieren bastante energía para ser producidas, sino que una vez usadas no pueden ser recicladas. ¿En donde terminan las varitas después de las pocas horas de vida útil que tienen? En el basurero. Y nuestra vida sigue sin pensar siquiera en ello.
  • En algunas zonas, se acostumbra lanzar durante el día globos plásticos inflados con aire caliente.  El globo se infla y se va volando, para no ser visto de nuevo. Confieso que todavía me cuesta trabajo entender estos globos. Es cierto que son bonitos y que hay algo de magia en el hecho de ver un diamante de plástico elevándose en el cielo pero,en serio, ¿cuál es el punto? Los globos suben pero, inevitablemente, vuelven a bajar. Y cuando lo hacen pueden tener efectos serios. En zonas costeras, simplemente aportan a la dramática acumulación de plástico en el oceano y la costa. En el interior, lo mismo.  Pero como el globo es bonito y no volvemos a verlo, todo está bien. Y nuestra vida sigue sin pensar en ello.

Con los ejemplos anteriores más de uno dirá: “¿entonces tenemos que dejar de hacer las cosas que nos gustan? ¿tenemos que vivir aburridos?” (been there, done that).

  • Las filas en los peajes para volver a las ciudades después de un feriado o de la temporada de fin de año son enormes. Y el tráfico en las ciudades sólo tiende a empeorar. Lo curioso es que el comentario frecuente pone la responsabilidad en los gobiernos. ¡Es el colmo que no mantengan la infraestructura! ¡Por eso estamos como estamos!.  Lo que uno no suele escuchar es una reflexión (ni un asomo de duda) respecto al papel que cada uno tiene en este problema. Y en un país que concibe el automóvil como señal de ‘prosperidad’, celebramos los cientos de miles de vehículos vendidos cada año como un maravilloso logro. No pasa por nuestra cabeza que todos esos carros van a empeorar el tráfico y contribuir a la degradación ambiental.. “Mire, la mejor marca de carro es nuevo. Además, para eso se mata trabajando, no?”  (La solución a este problema no es sencilla, por supuesto, e implica repensar tanto el lugar de vivienda como de trabajo -cuando esto es posible-, contar con buenos sistemas de transporte público y aceptar que habrá cosas que no será posible hacer).
  • Una de las obsesiones de nuestra sociedad es obtener dinero de la manera más sencilla posible y, cuando se pueda, ‘poner la platica a producir’. A veces soñamos con trabajos fantásticos en donde por poco esfuerzo cobremos grandes sueldos, con vivir de la renta o, al menos, con ganarnos la lotería. Para un sector de nuestra población, el sueño es ser capaces de ‘coronar’ cuando llegue el momento.  ¿Y por qué no? ¿Acaso no nos lo merecemos?  Al igual que con las varitas, los globos y los carros, nuestro limitado campo de percepción nos ayuda a mantener la ilusión de que lo que hacemos no tiene efecto (“Pero si es sólo una varita/globo/carro! Pero si es sólo una vez al año!”).  Un poco de información adicional empieza a mostrar que para que haya pocos ricos es indispensable que haya muchísimos pobres, así se encuentren al otro lado del planeta. Y que cuando alguien especula y se lucra en los mercados financieros, efectivamente está empobreciendo a muchas otras personas (sumergir en deuda es una forma de empobrecer).  El gran problema es que esto es parte integral de nuestra realidad.

Este no es un tema sencillo pues lo menos que uno esperaría es que al mencionar los problemas se planteen también soluciones y lo cierto es que, al menos yo, me siento tan metido dentro del sistema que cuesta trabajo pensar en alternativas concretas.  Tal vez lo más difícil es la renuncia (aceptar que hay cosas que es mejor no hacer o que no es posible hacer) y lograr algo de coherencia en un entorno que está profundamente marcado por el consumo y por la presunción de la comodidad como derecho.

Así que, ¿qué estoy tratando de hacer en lo personal? Por lo pronto, mis niveles de consumo se han reducido notablemente. Dejé de comprar música cuando noté que todo lo que estaba haciendo era acumularla. Lo mismo con libros que nunca llegaron a ser leídos, o con películas que fueron vistas tan sólo una vez.  Al volver a Medellín, encontramos un apartamento muy cerca de la Universidad, que ha hecho innecesario comprar un auto (aunque en mi entorno inmediato la pregunta de muchas personas es, justamente, cuándo y cuál voy a comprar).  Voy caminando al trabajo y el transporte público es suficiente para otras (escasas) travesías.  He admitido que sólo voy a estar realmente familiarizado con un sector de la ciudad (a donde me lleven mis pies), y sigo empeñado en que los viajes aéreos que realice sirvan para generar en otras personas alguna comprensión que justifique (ojalá) mis emisiones de carbono.  Adicionalmente, a lo largo del año tengo el propósito de incluir en mi vida los temas de agricultura bajo techo y composting, así como lograr más conciencia respecto a la procedencia de las cosas que compro y el destino de las cosas que desecho.

Ante todo, quiero tratar de discernir qué es realmente importante y qué no, como medio de buscar una vida más austera, menos centrada en el consumo. Por lo pronto, me siento orgulloso de haberme aislado un poco de la carrera tecnológica. He dejado de percibir como ‘indispensable’ la actualización recurrente de mi hardware (computador, celular, cámara, etc.) y siento que he generado algo de criterio frente a los múltiples estímulos que tratan de convencernos de que lo ‘último es lo mejor’ y que ‘no podemos quedarnos atrás’.  Sobre todo, siento que he logrado algo de conciencia frente al impacto que mi existencia tiene en este planeta que nos tocó vivir.

Para mi, estos son pasos pequeños pero importantes.  Y poco a poco estoy descubriendo cómo dar pasos más decididos, en un entorno en donde muchas personas cercanas siguen sin percibir nada de esto. Tal vez lo más retador del asunto, al menos en mi caso personal, sigue siendo la confrontación de las expectativas (con frecuencia implícitas) de quienes hacen parte de mi entorno. Tal vez nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad que nos cuesta trabajo darnos cuenta de su verdadero costo. O preferimos no hacerlo.

En cualquier caso, lo que hacemos cuenta.  Y mi misión personal poco a poco sigue virando hacia encontrar cómo las herramientas con las que contamos pueden ayudarnos a lograr más conciencia respecto al mundo en el que vivimos. En serio, de poco nos sirven las ‘competencias digitales’ o la ‘cultura digital’ si no logramos vivir de una manera más consciente.  La conciencia (junto con la aceptación) siguen siendo mis retos personales.

(Hace tiempo le decía a alguien que cuando escribía, lo hacía principalmente para mí mismo. Esta entrada es un buen ejemplo de ello. Pero si a alguien más le sirve, fabuloso.)

En qué ando?

A pesar de que sigue saliendo uno que otro post lo cierto es que, una vez más, mi nivel de escritura se ha reducido enormemente.  Desde hace algún tiempo, parece que todo lo que alcanzo a hacer es poner borradores de documentos y anunciar el inicio de cosas.  Para bien o para mal, ese es el estado en el que me encuentro desde hace rato….

Sin embargo, gracias a una conversación con Claudia y Gabriela pude percibir algo que no había percibido antes: a pesar de que la salida de una crisis fue lo que dió origen a este ‘nuevo’ blog, hubo algo que no llegó a resolverse del todo, y es la forma en que mi identidad en línea se ha ido configurando. Hay una tensión no resuelta entre seguir escribiendo como lo hacía cuando empecé o mantener una identida más ‘profesional’.  Por alguna razón, he estado atrapado en esos dos extremos, y me ha costado mucho trabajo encontrar un punto medio. Como hablaba con María Eugenia hace días, empieza a aparecer (para mi) un enorme sentido de responsabilidad frente a lo que pongo en el mundo.  Al menos en mi caso, ‘sentirme leído’ ha tenido ese efecto.

El problema es que eso contradice lo que pienso (y lo que suelo expresar) respecto a escribir un blog: se trata de un diario personal, no de un ejercicio de exhibición. Ya escribía para mí mucho antes de tener un blog, y hacerlo siempre me ayudó a aclarar mis ideas.  De alguna manera, ¡la escritura ha sido para mí un recurso terapéutico!

El lío es cuando hay un público potencial, pues uno termina o bien tratando de complacer los intereses de ese público o bien limitando su escritura. En mi caso, seguí el segundo camino. Pero lo cierto es que no hay dos extremos, sino que hay un camino intermedio: el que personas como Stephen, David, Scott, Gardner, Jim y Alan transitan.  Para saltar rápidamente a la conclusión, el punto es este: lo que está pubicado aquí no es tan importante, después de todo. Lo cual no quiere decir que cuidar los memes que replico/genero no sea algo a tener en cuenta.

Una excusa (válida?) que me he puesto en los últimos tiempos es que mi tiempo está bastante escaso (lo cual es cierto, además). Pero, a este punto y a pesar de todo lo que he hecho en estos últimos tiempos, sí es cierto que un montón de cosas se han quedado perdidas por no haberlas registrado. Y eso es una pena, pues si en realidad el trabajo que estoy haciendo puede tener un impacto mayor, depende en parte de mi poner sus problemas y aciertos al alcance de otras personas.  Así que el tiempo será una variable que de alguna manera tendré que manejar.

Con eso dicho, además de mi post acerca de la sesión de modelos pedagógicos con uso de TIC, aquí hay un paso rápido por las cosas en las que he estado y estoy actualmente:

  • Con el Centro Ceibal, terminamos en Mayo la cuarta cohorte de ArTIC, que dió cierre parcial a un fantástico proceso que redefinió y potenció el trabajo que venía realizando. ArTIC sigue siendo una experiencia que me deja un montón de preguntas y mucha curiosidad e interés de hacer un seguimiento más cercano al proceso que viven los docentes que hacen parte de la experiencia.
  • Gracias a ArTIC, los EduCamp no sólo tuvieron continuidad temporal, sino que se enriquecieron con cambios sutiles pero importantes, que dan un sentido más de fondo a las actividades que desarrollan.  Creo que es sano decir que los EduCamp que hago a este punto se han afianzado muchísimo en relación con los que hicimos en 2007. Y que, cada vez más, no se trata solamente de usar ciertas técnicas o herramientas: si un EduCamp está limitado a software, su potencial etá siendo completamente desaprovechado.  El año anterior fue especialmente importante para los EduCamp, pues además de los talleres de ArTIC, tuve la oportunidad de hacer pruebas exitosas en Lima (Perú), México D.F. y en Concepción (Chile).  Y, hace unas pocas semanas, hicimos con OEI el primer EduCamp realizado en Buenos Aires (Argentina).  Lo cual me alegra y complace enormemente!
  • Fui invitado por la Universidad EAFIT (Colombia) a hacer algo similar a ArTIC en el marco de un proyecto 1:1 que iniciará dentro de poco en el municipio de Itagüí. Las condiciones aquí son diferentes a las de Uruguay: son 17km2 con una altísima densidad poblacional (casi la misma población de Uruguay!), y estaremos trabajando con casi 400 docentes de primaria de las 24 instituciones educativas públicas del municipio durante la segunda mitad de 2012. A diferencia de Uruguay, no será un proceso voluntario, así que allí habrá un enorme reto. Será una oportunidad de probar el proceso de ArTIC en una escala diferente, con una población nueva.
  • Pero no se trata sólo del proceso de formación docente. Voy a estar liderando de manera directa un equipo de 20 facilitadores, con quienes tendré la oportunidad de  hacer un ‘piloto’ de transferencia más o menos formal de la metodología de trabajo (digo más o menos pues es algo que está en permanente desarrollo).  Esto abre unas posibilidades muy interesantes para la generación de capacidad instalada, y me permitirá depurar un proceso que, más adelante, podría ser puesto en marcha con otras poblaciones.  Se trata de enseñar (hasta cierto punto) a hacer lo que he hecho durante este tiempo.
  • Adicionalmente, las condiciones de Itagüí abren una muy interesante posibilidad de investigación en la que ya estoy pensando: mapeo de las redes sociales docentes existentes en el municipio y seguimiento de la manera en la cual evolucionan a través de un proceso como ArTIC.  Es una oportunidad única para dar una mirada diferente al seguimiento de un proceso de formación, y hacerlo desde la lógica de red que promueve ArTIC.
  • Adicionalmente, estoy ayudando a EAFIT en el diseño de una red de directivos para  la Fundación Empresarios por la Educación.  Este es un proceso muy interesante que me ha acercado de nuevo a Digital Habitats y a poner en práctica las ideas planteadas en muy diversos recursos y marcos de diseño de comunidades. Como de costumbre, el reto no es diseñar comunidad, sino diseñar para comunidad (para que ocurra la comunidad).   También ha traído a mi mente la duda de la factibilidad de diseñar un plan y entregarlo para que otro lo ponga en marcha, cuando de comunidades se trata.  Esto va en contravía del sentido común, así que tendré que ver cómo resolverlo.
  • También estoy ayudando a EAFIT y a Fundación Telefónica en la preparación del Encuentro Internacional de Educación que corresponde a Colombia, y cuyo tema es la Educación integral en la era digital.  Tendremos un evento presencial en Septiembre, antecedido por actividades en línea que iniciarán en Agosto. Está casi confirmado que Sir Ken Robinson será el invitado central a este evento, así que promete ser una experiencia muy enriquecedora.
  • ExplorArTIC inició hace un par de semanas. Se trata de una serie de grupos de estudio abiertos y gratuitos sobre aprendizaje y conocimiento en red, que son posibles gracias al Centro Ceibal (Uruguay). La idea es dar continuidad a ArTIC mediante la exploración de recursos e ideas que subyacen a la experiencia.  Es algo que me entusiasma mucho pero que me está generando algunos líos tecnológicos inesperados. Es algo que se aparta completamente de la lógica de curso en la que he tenido que operar hasta ahora, y que abre unas posibilidades muy interesantes desde el punto de vista de comunidad.  Y montones de retos. :-)
  • Hace un par de meses terminé un proyecto para CEPAL, dedicado a la sistematización de la política del Ministerio de Educación de Colombia en temas de TIC para el período 2002-2010. Fue un proceso no sólo interesante sino revelador, que (sin saberlo) me dió muchas herramientas para lo que vendrá en Itagüí. Pero, principalmente, me recordó una vez más que el cambio toma más tiempo de lo que uno quisiera, y que la política puede ser inquietantemente frágil, además de estar plagada de decisiones y personajes, al menos, curiosos.  Como parte del proyecto, participé en el seminario La tecnología digital frente a los desafíos de la educación inclusiva: algunos casos de buenas prácticas, en donde realicé una presentación.
  • Por invitación del Instituto Iberoamericano de Educación y TIC de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), estuve en Buenos Aires liderando un EduCamp y haciendo una presentación sobre conectivismo, que en realidad es una compilación de algunas dudas, reflexiones y posibilidades que veo en esas ideas, dejando de lado la discusión de si esta es o no una teoría de aprendizaje.  No está de más destacar el excelente trabajo de edición de video que hizo OEI, así como la gran hospitalidad de Vera Rexach, mi anfitriona en la ciudad.
A grandes rasgos, esos son los temas y escenarios en los que me estoy moviendo en este momento.  Un montón de cosas muy interesantes, que poco a poco empiezan a configurar un panorama diferente para las cosas que he venido haciendo.  Me gusta pensar que, poco a poco, me acerco a una mirada mucho más comprensiva, y veo que el reto está en seguir tejiendo redes de manera cada vez más efectiva.  El asunto es que para ello cada vez es menos crítico pensar en tecnología, y más decisivo involucrar otro montón de temas que complementan las acciones que estoy llevando a cabo.
Un período de mucho aprendizaje, para variar.  Y, ojalá, una decisión renovada de documentar parte del proceso aquí. Aunque admito que algunas cosas que he vivido me han generado algo de inquietud respecto a todo el asunto de compartir de manera tan pública, sin duda es parte del proceso.
Así que veremos cómo resulta.. :)