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Respuesta en RVT: Extinción conceptual…

Este post iba a ser, originalmente, una respuesta a una discusión dentro de la Red Virtual de Tutores (RVT) del MEN, pero que se tornó más larga de lo que yo mismo esperaba. Si desea comprender el contexto de la conversación, puede observarlo como invitado registrándose en la RVT e ingresando después aquí.

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Hola Mónica,

Tu mensaje me dejó pensando. Eso, sumado a un colapso general de mi máquina, retrasó un montón mi respuesta.

Quisiera aprovechar para explicarme un poco mejor. La idea de “extinción conceptual”, que mencionaba Dora, trajo a mi mente algunos de los cuestionamientos que he podido escuchar de parte del área de CTS, en especial los referentes a lo que ellos asocian con la noción de hegemonía (entendida como homegeneización cultural), y de cómo el conocimiento que consideramos como válido, así como nuestro sistema educativo, no están exentos de motivos políticos e ideológicos (que es también el cuestionamiento de algunos participantes en la discusión sobre Edupunk).

En el tiempo que llevo trabajando en esta área, sin duda me he encontrado con personajes que, como indicaba Mónica, dicen casi con orgullo “yo prescindo de esas tecnologías”. No obstante, me pregunto cada vez más qué está detrás de ese tipo de discursos. Por ejemplo, una causa que aún asoma la cabeza con alguna frecuencia es el temor (declarado o implícito) del docente de ser reemplazado por la tecnología. Pero esa es sólo una de las múltiples razones que pueden estar detrás de decidir prescindir del uso de las tecnologías. ¿Sabemos a ciencia cierta cuáles más existen en nuestras instituciones? Confieso que no estoy completamente de acuerdo con la idea de que es crasa ignorancia no saber de tecnologías en el siglo 21 (de hecho, ese pequeño fragmento sí podría llegar a considerarse ultratecnófilo :D), y sigo pensando que sólo si exploramos más lo que está detrás del recelo hacia las TIC, podremos pensar en alternativas para resolverlo.

En Más sobre extinción, Mónica indicaba que en Argentina

“es necesario tener conocimientos básicos de TIC para conseguir empleo en casi cualquier área. Y no hablo de ámbitos profesionales o de investigación”

para preguntarse luego si esto no nos habla de

“una ‘extinción’ de cierto tipo de trabajador analfabeto tecnológico”

Mónica también preguntaba por qué esas competencias de uso de TIC no son obligatorias para los profesionales docentes, pero prefiero no entrar en esa discusión (que también es muy interesante) en este momento.

A mi juicio, lo que percibo en este enfoque es el convencimiento subyacente que en realidad es imperativo resolver el problema de la "brecha digital" y que la noción de "sociedad del conocimiento" es algo que, en sí mismo, no es susceptible de cuestionamiento, sino que es aceptado como un hecho indiscutible. ¿Será así en realidad?

Progresivamente me siento en desacuerdo con esta posición, pues si bien es evidente que las TIC han llegado para quedarse, como educadores sí tenemos una responsabilidad ineludible de aplicar las habilidades de pensamiento crítico que nos gustaría desarrollar en nuestros estudiantes para tratar de ver de dónde vienen estas ideas, y comprender cuál es el uso más razonable (desde una perspectiva amplia) de las TIC en nuestros ambientes de aprendizaje. Vale la pena decir, que en el desarrollo de una posición crítica frente a un fenómeno, se requiere la exploración y consideración de las diversas perspectivas relacionadas con el mismo. Así no coincidan con nuestras ideas previas.

Hay varias preguntas que empiezan a aparecer, entonces. Como, ¿qué estamos buscando como educadores con el uso de las TIC? ¿Será una forma de reemplazar la tiza y el tablero? ¿Será una forma de 'motivar' a nuestros estudiantes? ¿Será una forma de desarrollar ese alfabetismo tecnológico al que se refiere Mónica? A mi juicio, el objetivo de fondo tendría que ver más con el potencial real que representan las TIC en estos días: Mecanismos que facilitan no sólo el consumo sino la creación de información, y la posibilidad de interactuar con personas de todo el planeta, en muchos niveles.

Pero incluso ese objetivo de fondo resulta limitado si no lo ponemos en un contexto más amplio, pues las TIC pueden usarse exclusivamente para estar enterados del último chisme de farándula, y para tener interacción exclusivamente social y de entretenimiento (como parecen sugerir diversos autores). Es claro que estos usos son no sólo válidos sino importantes, pero no pueden ser los únicos. Como educadores, tenemos la misión de pensar en el uso educativo de las TIC.

Pero, ¿cuál es ese contexto más amplio en el que podemos movernos? En su artículo “Anti-enseñanza”, Michael Wesch habla acerca de la necesidad de una narrativa global que nos permita abordar el problema de la relevancia de la educación, que es lo que se encuentra detrás de la tensión entre la inclusión de las TIC y los entornos escolares tradicionales, así como de muchos de los problemas de motivación que vemos a diario en nuestras aulas.

Lo cual, al final, siempre me lleva a preguntarme cuál es el fin de la educación. ¿Qué queremos lograr con ella? Esta es una pregunta que aparece ahora una y otra vez, pues en mis años de profesor universitario (sin entrenamiento pedagógico formal) nunca fue abordada en mi salón de clase (podría decir que por negligencia mía), al cual los estudiantes iban a aprender un contenido y unas habilidades específicas, solamente. No puedo evitar preguntarme por qué esa pregunta tampoco apareció a lo largo de mis estudios universitarios.

Así que, ¿cuál es el fin de la educación? ¿Qué persigue? ¿Y qué papel juegan las TIC en esto? Confieso que me inquieta profundamente escuchar (en muy diversos escenarios) que el sistema educativo debe garantizar el desarrollo de las competencias necesarias para obtener trabajo y ser competitivos. Me inquieta porque parece limitado a un problema esencialmente económico. Detrás está la suposición que si tenemos “mano de obra calificada”, la economía inevitablemente “crecerá” (lo cual en principio implica que la calidad de vida de TODA la población aumenta, lo que no es necesariamente cierto, pero esa es otra historia). Así que en este momento histórico, para responder a las demandas de la “sociedad del conocimiento” (un argumento que yo mismo usé en el pasado, pero que ahora comprendo como un asunto esencialmente económico) esa mano de obra ahora necesita saber usar las TIC (sea lo que sea que eso signifique) para que podamos ser competitivos.

¿Qué significa usar las TIC? Sin duda Mónica tiene razón. En nuestras sociedades resulta cada vez es más importante, para conseguir trabajo, saber usar las TIC. Y lo veo cada día. En los restaurantes, los meseros usan PDAs o pantallas sensibles al tacto para realizar los pedidos. En los supermercados, los cajeros pasan los productos bajo un lector de código de barras, indican al comprador el precio total de la compra y, en el caso más sofisticado, usan un datafono para realizar el pago usando una tarjeta bancaria (de hecho, esto ha dejado de verse en algunos lugares de Estados Unidos. Hace tres años ya se encontraban cajas sin cajero, para que el usuario pase todos sus productos y realice el pago por sí mismo, sin intervención de nadie más). Pero, ¿eso es lo que nos imaginamos en realidad cuando decimos “saber usar las TIC”? ¿Ese es el alcance de la revolución tecnológica y la incuestionable “sociedad del conocimiento”?

En lo personal, creo que se trata de mucho más. Se trata de aprovechar el potencial de las TIC para fortalecer los procesos de participación ciudadana y de desarrollo comunitario. Se trata de ayudar a nuestros estudiantes a desarrollar su verdadera vocación a lo largo de la vida, y de usar a las TIC como medio para potenciar su desarrollo humano y el logro de sus pasiones (así como el nuestro, obviamente), así como el desarrolo continuo de su sentido crítico frente al mundo en el que nos encontramos. Se trata de usar las TIC para encontrar soluciones a los problemas que no han dejado de aquejar a nuestras sociedades.

A mi juicio, ese es también el fin último de la educación. Pero esto no significa que ese objetivo sólo pueda realizarse mediante el uso de las TIC. Estas son una herramienta que puede facilitar el proceso, pero no son la manera única de abordar el problema.

De fondo, esas son algunas de las implicaciones de las ideas sobre el conocimiento de personas como Stephen Downes, que son poco discutidas usualmente. Pero que, aunque resultan cruciales para nuestra sociedad, no estamos abordando con la frecuencia y el impacto que deberíamos, en mi opinión.

Estoy de acuerdo con Mónica en la importancia de “promover y diseminar su uso [de las TIC] para lograr avances en cualquier campo”, pero pienso que valdría la pena detenernos a aclarar, a nivel personal, cuáles son los convencimientos que están detrás de las palabras “logro”, “avance” y “uso”. Sin eso, nos arriesgamos a promover y diseminar sólo una pequeña parte del potencial de las TIC. Si no lo hacemos nosotros como educadores, usando el sentido crítico que sin duda tenemos, ¿quién lo hará?

P.D. Por supuesto, bien podría ser que estas preguntas ya cuenten con respuestas claras en nuestras instituciones, docentes e investigadores. En ese caso, agradecería a quien me pudiera indicar los sitios en los que pueden encontrarse, pues es posible que simplemente yo esté mal informado.

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Diciendo y haciendo?

Usualmente no me dedico a criticar de manera abierta (ni despiadada), pero este es un caso que me parece especialmente importante para el área en la que me muevo, así que pediré algo de paciencia... :D

En la semana que termina tuvo lugar el IX Congreso Colombiano de Informática Educativa, organizado por la Red Iberoamericana de Informática Educativa Nodo Colombia (Ribie-Col). Este es uno de los congresos más importantes en el área en Colombia, y tiene gran tradición, pues es bianual y congrega a los grupos con mayor antiguedad y tradición en el tema a nivel nacional. Por todo lo anterior, tendría que ser un evento líder en el tema a nivel local, y servir (en mi opinión) para generar discusión y apropiación más allá del alcance del evento presencial.

¿Qué observé? En los últimos días estuve monitoreando a través de Google BlogSearch y Technorati la aparición de términos como "Ribie", "Ribie-col", "informática educativa barranquilla", etc., a ver si aparecía alguna cosa relacionada con el evento. Mi búsqueda arrojó tan solo estos resultados, en los últimos días:

Cuatro enlaces. Cuatro, en un país de más de cuarenta millones de personas. Dos de ellos son claramente entradas aisladas y, en el caso del segundo, tal vez otro blog más que muere antes de siquiera nacer (y espero estar equivocado), el tercero es un video publicado en YouTube por un grupo de estudiantes que presentaron algún trabajo en el evento, creo. Y, tan sólo el último podría considerarse como una entrada de blog que motiva algún tipo de discusión. En él, Andrés Chiappe relata cómo en el evento se habló y se hizo énfasis en la "importancia del uso de dispositivos móviles", no obstante en la entrada del auditorio había un cartel que indicaba que no era permitido el uso de celulares en el auditorio. El único rastro a este momento, después de tres días de evento, es la descripción de una contradicción del evento. Caramba.

No estoy seguro de si hubo o no red inalámbrica disponible, pero lo cierto es que no hubo ningún tipo de comunicación (al menos, según los canales que estuve monitoreando) de lo que ocurrió en el evento a través de blogs, twitter, o ustream, que son algunas de las herramientas comunes hoy. Un evento relacionado con el uso de la tecnología en educación, que no hace uso activo de estos espacios. Igualmente, un evento desarticulado de las grandes comunidades virtuales existentes en el país (como la Red Virtual de Tutores).

Mientras tanto, NECC (el evento que podría considerarse par en Estados Unidos, guardadas las proporciones) recibe algunas críticas por estar demasiado enfocado en las herramientas (lo cual muchos de los asistentes desmienten) y satura la blogósfers y a Twitter con actualizaciones de lo que está ocurriendo. En paralelo, acaba de terminar en España el Primer Congreso Internet en el Aula, el cual, más allá de las críticas o elogios que pueda generar, ha generado interesantes discusiones y reacciones en la blogósfera española, tanto de parte de los ponentes como de los asistentes a los diversos escenarios que se pusieron a punto. Lo cual hace aún más evidente la diferencia con el congreso de Ribie-Col.

Y la pregunta clara que surge es: ¿Por qué nos encontramos en esta situación? O mejor, ¿esta es la situación en la que deseamos estar? Creo que la segunda pregunta es pertinente porque bien podría argumentarse que la misión de este evento es otra, diferente a promover cambios en prácticas a partir del uso de la tecnología para estar centrado en, por ejemplo, temas más teóricos, más exploratorios desde lo conceptual.

Pero no puedo ser yo quien de respuesta a tales preguntas, pues son los grupos de investigación que hacen parte de Ribie los llamados a contestarlas. No obstante, sí puedo comentar parte de mis impresiones al respecto.

Hace un par de años, para el Congreso que se realizó en Cali, tuve la oportunidad de evaluar, como miembro del laboratorio Lidie de la Universidad de los Andes, algunos de los trabajos que fueron presentados (los cuales habían sido en realidad asignados al líder de grupo, pero repartidos por razones obvias entre algunos de los miembros del mismo). Recuerdo uno en especial, que llamó mi atención porque parecía que todo el artículo era la introducción y el texto real, de alguna manera, se había perdido. A lo largo de todas las hojas, se hablaba acerca de un proyecto de corte tecnológico, pero nunca se llegaba a mostrar nada de su desarrollo, o a describir hallazgos. Ni siquiera podía ser considerado un reporte de un trabajo en progreso, a mi juicio. Por eso, recomendé que no fuera aceptado.

Y por eso fue una curiosa sorpresa encontrármelo en la programación del evento. Por supuesto, decidí asistir a la presentación, pensando que tal vez había sido injusto con mi recomendación. Pero, luego de intercambiar impresiones con las personas que estaban conmigo, coincidimos en que el trabajo no tendría por qué haber sido aceptado. No he dejado de preguntarme cómo llegó al evento y, lamentablemente, esa anécdota no deja de cuestionarme respecto al nivel que tuvo el evento (de hace dos años), y a cuál es la responsabilidad de los evaluadores en lograr un nivel alto para el mismo.

Pero, ¿qué significa un nivel alto? Esa pregunta me lleva siempre a pensar en algo que he comentado en este blog en repetidas ocasiones: ¿Cómo entendemos la innovación? ¿Qué significa innovar? Esa pregunta la considero crítica pues delimita las expectativas que uno podría poner a un evento de este tipo.

El año: 2003. El evento: eLearn, en Phoenix, Arizona. ¿El programa de presentaciones? Supremamente interesante. En una de las tardes del evento, llegué a una de mis conferencias seleccionadas. No recuerdo su título, pero lo que sí recuerdo es que era un trabajo centroamericano, lo bastante atractivo como para lograr que la sala estuviera con gente de pie. Mucha expectativa. El presentador inicia, y a medida que avanza, se hace evidente que está contándole a la audiencia algo muy distinto a lo que todos esperábamos. La charla terminó siendo una historia de cómo este participante se había encontrado con el elearning, y sus ideas personales (lamento decir bastante básicas dado el contexto) al respecto. Tal vez el recuerdo más claro que tengo, es la cara de una de las asistentes, que se puso de pie en mitad de la charla y salió por la mitad de la sala. Su cara era una mezcla de decepción y profunda rabia (luego tuve la oportunidad de escucharla, en una muy enriquecedora presentación), tal vez por la sensación de estar perdiendo su tiempo.

¿Qué ocurrió allí? El título, y el nivel percibido del evento, generó altas expectativas frente a una presentación particular, la cual fue claramente decepcionante cuando se realizó.

Con esto, ¿cuál debería uno esperar que fuera el propósito de este congreso nacional?

La página del Congreso indica que su objetivo es:

Estudiar las relaciones entre tecnologías de información y comunicación, y educación, a partir de la socialización de investigaciones, experiencias, productos, ambientes, innovaciones, aplicaciones y programas relacionados con la utilización de estas tecnologías en la creación e implementación de redes y comunidades de aprendizaje así como en el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece la tecnología móvil para mediar procesos de enseñanza-aprendizaje en las diversas disciplinas y áreas curriculares y en programas de carácter social y comunitario.

Muy bien. Pero, ¿cómo se entiende que un objetivo sea el uso de la tecnología para implementar redes, y que no exista una presencia en la red de las discusiones que propició el evento? ¿Cómo se entiende que se hable de las oportunidades de la tecnología móvil, y que no haya ningún tipo de transmisión desde este tipo de dispositivos?

Uno de los fuertes convencimientos con los que salí del MEN es que es crítico lograr un uso personal de estas herramientas antes de hablar de un uso educativo. Como he dicho muy a menudo, sólo el aprovechamiento consciente desde lo personal puede tener un impacto real en la práctica, más allá del simple discurso. ¿Cómo se espera entonces que los docentes usen en su vida personal los dispositivos móviles para el aprendizaje, si la lógica dominante es "no se permite el celular dentro del auditorio"?

Pero eso me aleja un tanto de mi inquietud central. Si la intención es socializar "experiencias, productos, ambientes, innovaciones", cabe preguntarse qué se entiende como tales, o mejor, qué entienden los evaluadores como tales. Un riesgo claro que se corre es que las experiencias (o las innovaciones) sean edición tras edición las mismas, pues siempre habrá personas que estén iniciando su propio camino en esta área, y que querrán comunicar a otros su vivencia. Pero, ¿es una reunión nacional presencial la mejor forma de comunicarlas? ¿No es posible aprovechar estos escasos (y cada vez más costosos) espacios para otro tipo de discusión? Esto es crítico pues es lo que define el nivel del evento, y su capacidad de generar discusiones interesantes y sostenibles.

En ocasiones me he preguntado hasta qué punto es posible encontrar algún tipo de "complacencia" en el evento. Complacencia entendida como la falta de crítica contundente de tipo académico. Si existe, es un problema serio, pues es precisamente la crítica contundente la que nos ayuda a aclarar las ideas y a confrontar y cuestionar los supuestos en los que nos basamos para formularlas. Si existe, es fundamental que nos preguntemos cuáles son sus efectos en el fortalecimiento de la investigación en esta área a nivel nacional.

No conozco cuál fue la asistencia a este evento que termina. Sí se que el de hace dos años congregó a la mayor cantidad de asistentes en su historia, pero este hecho contrasta con la opinión de algunos asistentes, quienes mencionaron que era "más de lo mismo". Y sí se que la investigación en esta área, al menos en Colombia, se encuentra completamente fragmentada, y que muchos grupos están más dedicados a la producción que a la investigación.

Y es aquí donde veo que hay una gran oportunidad para Ribie-Col de adquirir relevancia y marcar diferencia. Pero, para lograr esto, es crítico que sus miembros piensen, como sugiere Micheal Wesch, en una narrativa más grande, que dé sentido a sus actividades. Que permita superar los objetivos e intereses específicos de cada persona y grupo. Que permita pensar en volver real la colaboración que tanto solemos citar como fundamental en el uso de la tecnología. Que permita volver real el discurso.

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