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Un día triste / In memoriam

El domingo 3 de Noviembre recibí una llamada de mi mamá a las 4:00 de la mañana.  Mi abuelita estaba en el hospital, muy grave.  Alrededor de las 4:30a.m., había fallecido.

Esta es la primera vez en mi vida que enfrento la muerte de una persona muy cercana. Si bien en el pasado un par de amigos habían muerto, en este caso se trata de la única abuelita que conocí y de la persona que, junto con mi mamá, se encargó de mi crianza. A ella le debo, sin duda, la mayor parte de lo que soy hoy. A su dedicación, su afecto y su imparable espíritu, que le permitió transformar las vidas de sus hijas contra viento y marea.

Luego de la llamada, preparé rápidamente viaje a Bogotá (incluso compré tiquetes en sentido contrario sin darme cuenta!).  Mientras tanto, en Bogotá mi familia se enfocaba en los asuntos pragmáticos: certificados, organización del funeral, etc. Y, en esa medida, tenían su atención ocupada en otras cosas.

En mi caso fue diferente. Tuve un largo rato para estar conmigo mismo, reflexionando acerca de lo que acababa de ocurrir. Lloré una y otra vez, y noté que lo hacía más por las cosas que siento que habría podido hacer mejor y no hice.  Lloré porque no tendría la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de mi abuelita, de abrazarla o de darle un beso.  Lloré por no haber escuchado más sus historias, por no haber comprendido antes la difícil vida que tuvo que llevar, por no haber contado con más herramientas para entender las implicaciones de esas dificultades.

El 14 de diciembre, mi abuelita habría cumplido 94 años. Increíblemente, descubrí que no tenía conciencia plena de su edad.  Y he notado que, por alguna razón, siempre la percibí más joven de lo que era en realidad.  Tal vez siempre la ví con la misma edad que tenía cuando nos conocimos.  Por eso me maravilla pensar que bailó conmigo una pieza completa en mi matrimonio, a sus 92 años, o que tan sólo el año pasado se empeñó en arreglar por su cuenta (quién discutía con ella!) el jardín de la casa de mi mamá, a sus 93 años.  Mi abuelita (y mi mamá) vienen de una época y un mundo en el cual existía una relación muy especial con la tierra y con las plantas. Una relación que durante mucho tiempo no entendí pero que he llegado a admirar.

A sus casi 94 años, mi abuelita estaba completamente lúcida. Recordaba cada conversación, preguntaba siempre cómo estábamos, y cuando contestaba el teléfono lo hacía diciendo, habitualmente: “Dios te bendiga, mi hijito”. Voy a extrañar eso profundamente. Así como una pregunta recurrente que me hacía: “Cuándo es la vuelta?”.

Ví a mi abuelita por última vez el 26 de Octubre.  Y conversé con ella por última vez el 1 de Noviembre. Recuerdo que le pregunté de qué se había disfrazado para Halloween.. En esa última semana estuvo bastante inestable. Pero al hablar con ella, jamás habría podido imaginar que nos abandonaría tan pronto.  Eso me entristece mucho.  Saber que ya no habrá una nueva oportunidad para muchas cosas…

Una parte de mi sabe, racionalmente, que ella merecía descansar. Fueron muchos años y mucho esfuerzo, con una misión cumplida en exceso.  Mi abuelita fue, desde mi perspectiva, una verdadera heroína. Sin superpoderes que le ayudaran, enfrentó cada una de las pruebas que le lanzó un entorno hostil y una historia familiar plagada de patrones disfuncionales. En la medida de sus capacidades, hizo todo lo posible (y lo imposible!) para sacar adelante a dos generaciones (tres, si la incluimos a ella).

Sin que ella lo supiera, todas las decisiones que tomó fueron fundamentales para que cada uno de nosotros (sus hijas y sus nietos) estemos en el lugar en el que estamos. En mi caso personal, la posibilidad que he tenido de pensar en otros mundos posibles, de viajar por múltiples sitios, de tocar la vida de tantas personas de manera directa o indirecta, es una consecuencia inmediata de su esfuerzo (y por supuesto, del de mi mamá y mis tías). Es gracias a ella que mis reflexiones existen. Es gracias a ella que existo. Mi potencial de afectar al mundo es una amplificación de su potencial, y está marcado por los rasgos que la caracterizaron.

En una y otra ocasión he escuchado con gratitud que algo presente en los proyectos en los que me he embarcado es la generosidad.  Veo ahora que es inevitable que sea así, pues no puedo pensar en personas más generosas que mi mamá y mi abuelita. Y sé que es un rasgo que ellas emulan de sus propios abuelos. Encuentro fascinante que algo como esto se propague a través de generaciones, y que abra posibilidades insospechadas a medida que el tiempo pasa.

Durante el funeral, nos sorprendió la cantidad de personas que nos acompañaron, tanto en la velación como en la misa. Muchas personas acongojadas (y muchos desconocidos!), que me recordaron el complejo ser que fue mi abuelita y las múltiples facetas que tenía, de las cuales me temo que sólo conocí a fondo unas pocas. Para mi ha resultado inspirador descubrir la calidez y la enorme comunidad que fue tocada por mi abuelita. Hace que me sienta orgulloso y humilde a la vez.

No obstante, a pesar de todo esto, la nostalgia sigue estando presente. Acompañada por los recuerdos de las cosas que vivimos juntos, los cuales estoy tratando de recuperar en mi enredada cabeza y de escribir para poder conservarlos. Acompañada también por una observación atenta (en lo posible) de mis emociones y de lo que ocurre en mi entorno. Por una búsqueda del sentido existente en todo esto.  Que cae de perlas en un blog que tiene como título, justamente, reAprender.  La muerte, resulta, es una ineludible excusa para comprender mejor la vida.

Y en esa búsqueda de sentido veo el esperanzador papel que juega nuestra naturaleza católica, que en mi cabeza trata de articularse con ideas espíritas, o con la noción de que todo esto está anclado también en neuronas y sinapsis…  Al final, lo que siento con claridad es que hay algo más allá, lo que me da esperanza de encontrarme de nuevo con mi abuelita para poder, finalmente, decirle todo lo que no llegué a decirle.

En medio de esa búsqueda de sentido, Analia Ferraro compartió un texto de Henry Scott Holland, profesor de Divinidad en Oxford y canónigo de Christ Church, quien por allá en 1910 (nueve años antes del nacimiento de mi abuelita) realizó un sermón luego de la muerte de Eduardo VII, que incluía este bonito fragmento:

La muerte no es nada
Sólo me he refugiado en la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Tal como fuimos el uno para el otro, seguimos siendo.
Llámame por mi diminutivo de siempre.
Háblame como solías. No cambies de tono. Ni solemnidad forzada, ni aflicción quiero escuchar.
Ríe como reíste siempre nuestras pequeñas bromas.
Juega… sonríe…Piensa en mi… reza por mí.
Deja que mi nombre siga siendo la palabra familiar que era.
Que sea pronunciado sin afectación, sin la más pequeña sombra.
La vida significa lo mismo que siempre, sigue igual que siempre.
Hay continuidad, absolutamente ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un accidente sin importancia?
¿Acaso debo desaparecer del pensamiento porque haya desaparecido de la vista?
Estoy esperándote… será sólo un rato.
Muy cerca de aquí, a la vuelta de esa esquina.
Todo está bien.

El epitafio que aparecerá en la tumba de mi abuelita (es irreal pensar que estoy escribiendo esto) es el siguiente:

Gracias por abrirnos el camino y enseñarnos a caminar

Te voy a extrañar profundamente, abuelita. Espero lograr reconstruir la mayor parte de tu historia. Y cuento con que seguirás cerca, cuidándonos como lo hiciste durante toda tu vida. Estoy seguro de que estás en un buen lugar, porque te lo mereces. Porque sin saberlo lograste cambiar la vida de muchísimas personas gracias a tu esfuerzo y tenacidad.

¿Nuestro reto? Hacerlo mejor. Seguir intentando, seguir aprendiendo y hacerlo mejor. Lo que tú lograste será la inspiración para seguir caminando. Para abrir nuevos caminos. Para superar los obstáculos que aparezcan. Esa será la mejor forma de honrar tu memoria y tu vida.

Nos encontraremos de nuevo a la vuelta de esa esquina. Para bailar juntos una vez más.

Bailando con mi abuelita

A pesar de la nostalgia, todo está bien. Simplemente, gracias.

Te queremos. Te extrañamos.

Por qué un blog?

Melina Masnatta me invitó hace unas semanas a una conversación muy informal, para compartir mi experiencia usando blogs con los participantes en el Diploma Superior en Currículum y prácticas escolares en contexto ofrecido por FLACSO en Argentina.

La conversación, que hicimos a través de un Hangout, terminó siendo muy poco conceptual y más cercana a mi experiencia personal. Si de algo me he convencido en este tiempo (aunque parezca evidente) es de que no hay una única manera de usar estas herramientas, así que la conversación terminó estando muy marcada por la utilidad que un blog personal ha tenido para mi.  En otras palabras, puede que para otros no tenga el mismo sentido (ni valor).  Su kilometraje puede variar. :)

Aquí está la entrevista:

De todo lo dicho, destacaría nuevamente el papel que el blog juega como herramienta de escritura reflexiva y como soporte metacognitivo.  La posibilidad de observar el propio pensamiento (así sea de manera parcial) ha significado, para mi, la apertura de múltiples puertas que me han llevado a exploraciones que hace algunos años eran inimaginables.  Mi blog, como espacio para encontrar mi propia voz y documentar mi proceso personal de aprendizaje, es uno de esos lugares en los que siento que estoy construyendo mi autonomía. Lo cual no es un asunto menor.

Por eso, que exista una audiencia (si existe) es una grata sorpresa. Significa que las reflexiones y dudas que cualquiera de nosotros tiene son compartidas por otros. Significa que lo que compartimos permite a otros encontrar significados que están fuera de nuestro control, pero que nos enriquecen a todos.  Significa que, de algún modo, lo que hacemos importa. De nuevo, no es un asunto menor.

La entrevista coincidió (felizmente) con el inicio de actividades de la nueva cohorte de TRAL, así que cae de perlas para una pregunta que más de un participante se hace cuando llega a este tipo de experiencia en línea: ¿por qué un blog? ¿cuál es el punto? ¿No basta con las ‘redes sociales’?

En mi caso personal, puedo ver un antes y un después reflejado en el momento en el que empecé a escribir en público. Sigo convencido de que esta herramienta tienen un potencial fabuloso para resignificar nuestra relación con el aprendizaje.  Pero, en cualquier caso, se trata sólo de herramientas. Depende de cada uno permitirse explorarlas y encontrar (o no) en ellas un sentido que nos convierta en mejores aprendices.  Aunque no sea el uso más popular, lo cierto es que está al alcance de todos.

Basta con intentarlo. :)

Gracias a Melina por un rato de conversación muy agradable!

Coming back to life…

(Música de fondo: Coming back to life y otros cortes de The Division Bell, de Pink Floyd. Aeropuerto de Guadalajara, México.)

El mundo tiene unas maneras extrañas pero maravillosas de recordarte lo que es posible. De ponerte en contacto con quien eres en realidad, y con quien puedes llegar a ser.

Como saben las personas más cercanas, los últimos meses han estado llenos de dudas y cuestionamientos respecto a la labor que vengo desarrollando, por muy diversas razones, entre ellas el impacto del regreso a Colombia. Pero, tal vez la más importante, por los inquietantes y desoladores patrones que percibo en el mundo, que me han hecho muy difícil confiar como lo hacía antes (de manera tal vez ingenua) en el impacto de las cosas que hago.

Como he mencionado en el pasado (en especial cuando volví de Rio), el gran desafío que percibía en esta etapa era la aceptación de esos patrones. Pero pareciera que ese “shock del presente” (para jugar con Toffler) es más difícil de superar de lo que yo imaginaba. Lo cual es problemático pues, después de todo, cuál es el punto de trabajar por un mundo en declinio en donde ni siquiera somos conscientes de lo que está ocurriendo a gran escala?

Las razones para llegar a este estado son múltiples, y personas como Dave Pollard las siguen explorando de maneras mucho más juiciosas de lo que yo podría hacerlo. Yo las he empezado a ver de manera mucho más cercana e inquietante en nuestros sistemas educativos, en donde montones de personas y organizaciones intervienen con todo tipo de intereses, usando como cobija el cada vez más vacío “mejoramiento de la educación”. Con esta bandera se vende software que le hace la vida más difícil a los docentes (mientras se destaca a los rutilantes innovadores que crean las empresas que lo producen), se llevan y traen modelos educativos descontextualizados que esta vez “sí cambiarán todo” y se envían a las instituciones educativas mensajes que, al menos, tendrían que considerarse como bipolares: vamos a formar estudiantes autónomos, pero tenemos que estudiar tal currículo que diseña tal empresa para que nos vaya bien en tales pruebas estandarizadas… Vamos a trabajar por competencias, pero aquí está el currículo con los temas en el centro, bien definidos. Y como los grandilocuentes planes estratégicos que diseñamos no han dado resultado, vamos a hacer uno nuevo, ojalá con la misma metodología que antes, pues si cambiamos lo que está en el papel seguramente cambiaremos el mundo. Olvidamos que el verdadero cambio viene de adentro.

Y mientras todas estas cosas ocurren (muchas de ellas con buena intención, valga la pena decirlo), los muy diversos participantes en el sistema perdemos de vista el panorama macro y la delgada línea por la que estamos transitando como especie. La presión y obsesión por generar mano de obra que nos haga ver mejor (ojalá) en los indicadores económicos termina alejándonos de las discusiones de fondo, de las cuestiones filosóficas que son clave para nuestra vida. Al tener una mirada desfigurada de lo que significa el bienestar, suponemos que con entregar máquinas (ojalá tablets, que están de moda y ‘quedan divinas’ en las fotos con los dirigentes) vamos a resolver las carencias que nuestro sistema económico (o nuestra naturaleza?) produce. Al saturar a nuestros docentes e instituciones con ‘capacitaciones’ de todo tipo que intentan resolver lo inmediato, nos perdemos la oportunidad de soñar otros (ojalá mejores) mundos.

cielo(Mientras tanto, por mi ventana veo nubes oscuras, iluminadas desde arriba por la Luna llena, mientras al fondo se observan la Cruz del Sur y Telescopio, y en el piso localidades mexicanas desconocidas pero que reproducen el familiar patrón de iluminación de las agrupaciones humanas modernas. Oportunamente, suena High Hopes)

En este panorama hay varias cosas perturbadoras: primero, que hay una notoria falta de sentido crítico y de comprensión de la urgencia del momento histórico que estamos viviendo por parte de quienes, por elección o decisión, están al frente de nuestras instituciones gubernamentales. Segundo, que la explosión de información no nos ha dejado mejor informados. Perspectivas de todo tipo compiten por la atención y, en un entorno con un ‘crap detector’ defectuoso, el que gana es que que tiene el micrófono más grande, la billetera más grande o el poder de turno. Tercero, que muchas de las personas, instituciones y organizaciones que intervienen en el sistema (con frecuencia con buena voluntad) a veces parecieran no tener conciencia de las implicaciones de la labor que desarrollan. Cada cual se ubica desde una perspectiva específica (a veces según quien está contratando), presume que el mundo opera desde ella y actúa en consecuencia.

Hay quienes dicen que vivimos en una época con crisis de fe. Yo no estoy seguro de que sea así. Es sólo que la fe está puesta en lugares no tradicionales: en el aparato, en el indicador, en la metodología, en el área del conocimiento, en el buzzword de turno. Y mientras tanto el sistema sigue deteriorándose, sin que logremos reconocerlo. La realidad en conjunto se torna tan aplastante, que es difícil ver cuál es el punto de lograr percibir cosas sobre las cuales no se tiene incidencia.

(Varias semanas después. Medellín, Colombia. De nuevo, The Division Bell de fondo)

La percepción es un fenómeno fascinante. No todos percibimos lo mismo en el mundo, y no todos interpretamos lo que percibimos de la misma forma. Y aunque nuestros modelos mentales definen aquello que estamos en capacidad de percibir, nuestro cerebro también incluye mecanismos que permiten afinar nuestra percepción y hacer más sofisticada (o cercana a la realidad, si tal cosa es posible?) nuestra interpretación. A eso le llamamos aprendizaje. A ser capaces de ver cosas que después resulta imposible dejar de ver.

Pero esos mecanismos de sofisticación no son infalibles. A veces, las presunciones que son reflejo de nuestros modelos mentales nos impiden aceptar evidencia nueva para transformarlos. Y al igual que en A private universe, aunque nuestro discurso cambie (si lo hace) seguimos operando desde los supuestos intuitivos consolidados durante mucho tiempo. Por eso son tan valiosas las experiencias que confrontan nuestra percepción y en el proceso nos ayudan a revisar los patrones que percibimos, así como el papel que jugamos en ellos.

En las últimas semanas, he tenido la fortuna de vivir varias experiencias de esa naturaleza. Para empezar, las inesperadas cosas que ocurrieron en TRAL, en donde no llegué a tener la presencia que habría querido, pero en donde me sorprendí una y otra vez con las ideas, las percepciones y los cambios que ocurrieron en muchos de los participantes, y que exceden cualquier cosa que nos hubiésemos imaginado. Y luego, el encuentro del Agora ITESO en Guadalajara, en donde tuve la oportunidad de conocer personalmente a un maravilloso grupo de personas con quienes, cosa rara en mi, me relacioné rápidamente como si los conociera de mucho tiempo atrás. Cosa rara también, me sentí en casa. Sentí que podía pertenecer.

itesocar

El encuentro con este grupo (en especial con Francisco, Liliana, Nilda, Lorelí y Hattie) es importante porque, en términos sencillos, me dio esperanza. Tan simple como eso. Esperanza en que, a pesar de los patrones que percibo, hay lugares en donde hay semillas germinando, en donde mundos que permitan incluir otros mundos están siendo construidos poco a poco. Desde una perspectiva que excede lo tecnológico y lo educativo, que toma en cuenta asuntos más de fondo sobre lo que significa ser humano, sobre lo que significa habitar el mundo en el que vivimos de manera responsable, cuestionando desde la generosidad y la apertura muchos de los supuestos que hacen parte de nuestro día a día. Pero sobre todo, tomando el riesgo de vivir el discurso. Con cautela, a veces con algo de temor, con discrepancias, a veces con desencuentros, pero siempre con un innegable optimismo.

Mis días en Guadalajara estuvieron marcados por una intensa y variada agenda. Desde mariachis hasta música sacra antigua, pasando por música clásica contemporánea y moderna e incluso por jazz. Desde la inesperada birria en un pequeño lugar al lado de un taller mecánico hasta la ensalada en un restaurante con servicio de valet parking, pasando por las tortas ahogadas, el pozole y el tejuino en múltiples lugares de la ciudad. Desde conversaciones sobre lo cotidiano hasta reflexiones sobre el futuro, pasando por los logros, cuestionamientos e inquietudes de los docentes participantes en el Agora..

La aparente incertidumbre tenía un hilo conductor, sin embargo: la increíble generosidad de mis anfitriones. Generosidad no sólo traducida en su hospitalidad, sino en su agradecimiento por el papel que, desde su perspectiva, he tenido en las actividades que están desarrollando. Más allá de cuál sea ese papel, el punto es que si alguna de las cosas que hago contribuyen en lo que estas personas están haciendo y en la forma en la cual perciben el mundo, creo que eso constituye, en sí mismo, no sólo una recompensa sino que me recuerda el sentido de todo esto. Por eso hablo de esperanza. Porque si bien es posible que no llegue a ver un mundo en el que las tendencias actuales se reviertan, sí puede ser que mi contribución ayude a generar posibilidades en lugares y formas insospechadas para mi, de las cuales tal vez no llegue a enterarme.

Tal vez mi misión no es *cambiar* las cosas, sino seguir haciendo lo que inicié hace ya años: tender puentes entre ideas y personas, que nos permitan a todos percibir cosas que no hemos percibido aún y ampliar nuestra mirada respecto a las fuerzas que mueven nuestro mundo y el papel que podemos tener en la construcción de un futuro no necesariamente mejor, sino al menos factible. Tal vez con eso es suficiente. Con dispersar semillas que, de manera inesperada, puedan permitirle a otros a quienes nunca conoceré hacer cosas que nos beneficien a todos.

El shock del presente ha llegado a paralizarme. La ingenuidad con la que nos movemos por el mundo me ha decepcionado, así como los limitados intereses que muchas personas defienden. Pero hay lugares donde el presente está construyendo un futuro diferente. Personas que perciben lo que está en juego y, con una optimista claridad, trabajan defendiendo ideas que muchos hemos olvidado. Yo quiero ser una de ellas. Y puede que baste con compartir, como lo empecé a hacer hace años, las ideas que me voy encontrando y que considero decisivas para nuestro presente y nuestro futuro.

volarGuadalajara me dio esperanza. Y el encuentro en Virtual Educa con múltiples personas (algunas conocidas y otras que descubrí por primera vez) que me dicen haber encontrado valor en lo que hago me hace sentir humildad frente a mi papel y me recuerda que, en este extraño mundo que nos tocó vivir, el impacto que cada uno de nosotros tiene excede, para bien o para mal, nuestras previsiones.

El último día que estuve en ITESO, Hattie me entregó un regalo de parte de varias de las personas del Centro de Aprendizaje en Red. Una linda artesanía que ahora reside en una repisa en casa, y que estuvo acompañada por unas de las palabras más generosas, gratificantes y emocionantes que recuerdo haber escuchado, haciendo referencia a la experiencia que vivieron en TRAL: “Gracias por enseñarnos a volar”.

Por alguna razón, me cuesta trabajo creer que lo que hago produzca eso. Y es allí donde esta nueva evidencia amplía mi campo de percepción y me ayuda a ver que, en realidad, nosotros sólo estamos abriendo una puerta, generando una plataforma de partida pues es propio de lo humano querer volar. Y que necesitamos más puertas abiertas, que nos recuerden que es natural volar y nos permitan descubrir cómo hacerlo en compañía, más allá de los horizontes y límites artificiales a los cuales nos ha acostumbrado el sistema en el que vivimos. No es una opción paralizarnos, pues al hacerlo estamos dejando de abrir esas puertas.

Así que gracias a todo el equipo de ITESO por catalizar estas reflexiones, gracias a todas las personas que me han ayudado a creer que es posible volar, que me han permitido hacerlo a mi manera y que se han arriesgado a hacerlo conmigo a lo largo de estos años. Sin todos y cada uno de los participantes en #TRAL, en #explorArTIC, en #ArTIC, en DocTIC, GRYC y ERLN y en los Educamp no sería capaz de percibir lo que percibo ahora. Espero tener la posibilidad de encontrar nuevas plataformas que nos permitan seguir despegando hacia nuevos rumbos. Y vale la pena hacerlo. El cielo está despejado y el mundo se ve mucho más amplio desde arriba. :-)

Excelsior!

Iniciando #TRAL en EAFIT

La semana anterior tuvimos en EAFIT un primer encuentro con las personas que están tomando el taller TRAL como preludio para un curso de maestría (como contaba aquí).

Dado que este es un grupo que no parece tener mayor dificultad con la tecnología (la mayoría ya ha tenido un blog, incluso si no lo utiliza, y hay varios usuarios de Twitter, aunque algunos con poca actividad) y que ya habíamos realizado las dos sesiones de orientación en línea de TRAL, decidí que para este primer encuentro el foco no estaría en lo tecnológico. Así que considerando que una de las cosas que parece generar más dificultad en este tipo de cursos es entender cuál es el sentido del blog personal y de qué manera permite construir relaciones crecientemente complejas, decidí intentar una serie de ejercicios que permitieran comprender desde lo tangible cuáles son las cosas que queremos hacer en TRAL.  Esto es algo que nunca había hecho antes de esta manera.

Luego de la actividad, decidí organizar las ideas de las cosas que hicimos en esta sesión, pues pueden ser de utilidad para otros grupos:

Cosas interesantes del ejercicio:

  • Una de las razones de fondo para hacer algo como esto es que, como he aprendido en experiencias como ArTIC, el inicio presencial de un proceso es una excelente excusa para subvertir las reglas del juego. Si hago una sesión expositiva, el mensaje para los estudiantes es “más de lo mismo”.  Si los pongo a escribir, “publicar” y “tejer red” con trozos de lana, la primera impresión comunica un cambio en las reglas del juego. Eso es esencial.
  • La actividad de lluvia de ideas que funciona tan bien en Collaborate es difícil de implementar en lo presencial. Encontrar más actividades como esta es un reto importante, pues es con ellas que se evidencia el valor agregado que nos da la tecnología y el sentido de la interacción en una red más abierta.
  • El ejercicio de escribir una primera entrada permitió a algunos participantes “desmitificar la escritura en el blog”.  Cuando se entiende que escribir en un blog no tiene que ser un asunto ceremonioso, sino que basta con registrar las preguntas que tenemos en mente, el asunto cambia (digo yo).  Ahora, tengo que admitir que me está costando mucho trabajo escribir. Sigo tratando de descubrir cuál es la razón. Esto es crítico pues no se trata de decir a las personas “Haga lo que le digo”, sino “Haga lo que yo hago” (modelar comportamientos).
  • Tejer la red con trozos de lana permitió a algunos participantes “hacer tangible lo intangible”, y abrió la puerta a metáforas simpáticas. El pegamento de algunas hojas no aguantó, así que algunos segmentos de la red se “cayeron”.  Un problema? Para nada. Si tuviéramos un foro centralizado y este se cayera, todo se cae. Cuando tenemos una red distribuida, incluso si un segmento cae, el resto persiste. Una lección importante y bastante visible.  Esto es algo que valdría la pena usar con poblaciones de docentes con menos experiencia tecnológica.
  • Aunque pensé inicialmente que el ejercicio resultaría algo extraño para los asistentes, me encontré con una muy buena actitud de su parte.  En algunos casos, ayuda que conozco a varios de ellos por otros escenarios. Pero incluso con las personas con quienes me veía por primera vez, percibí un interés creciente y, sobre todo, una comprensión creciente de que “se vale” divertirse, expresarse y poner en el centro sus propios intereses.  Eso también es un aspecto esencial de este proceso.

 

Tengo muchas expectativas con respecto a este proceso en EAFIT. Y también muchas inquietudes. Sobre todo, porque noto que estoy en un lugar diferente en cuanto a mi propia perspectiva.  En este punto no me interesa convencer a nadie de nada, lo cual es paradójico cuando se piensa en la figura docente que busca convencer a otros de su propia disciplina/área/punto de vista y usa mecanismos como la evaluación en el proceso de “convencimiento” (haga tal cosa, o de lo contrario tal cosa ocurrirá).

Al mismo tiempo, noto que eso significa ubicarse en un extremo del espectro de autonomía de Grow, y que parte de la misión del docente sería ofrecer ayuda diferenciada a distintas personas.  Pero, considerando las múltiples opciones que brinda la red, ¿no tendría cada aprendiz que encontrar el espacio que le permita desarrollarse según sus condiciones? ¿No se trata de esto la autonomía, en especial cuando estamos tratando con adultos?  Lo cual me lleva de vuelta a la eterna discusión respecto al rol del docente, sobre el cual tanto se dice y se proclama.  ¿Será muy arriesgado decir que el docente tendría que ser el mejor aprendiz posible y que su rol principal es hacer visible su propio proceso de aprendizaje?  En un sistema centrado en el docente, la mayor parte de la responsabilidad sobre el proceso está en él/ella. ¿Qué significa tener responsabilidad distribuida? ¿No será hora de que empecemos a hacer mayor énfasis en el rol del estudiante? ¿O simplemente hablar del rol del aprendiz?

Como decía, montones de dudas para las que no hay una única respuesta.  Espero que TRAL sea una buena excusa para abordar estos asuntos y muchos otros.