Category Archives: Transformación de la Educación

Una breve historia del aprendizaje en red

Volar durante varias horas sin red a veces ayuda a despachar pendientes que quedan sepultados bajo la avalancha de cosas del día a día.  Esta es otra traducción que estaba a medio camino (como la de Mark Federman que publiqué hace algunas semanas), y que necesitaba sólo un rato de atención continua para ser terminada.

Aunque es un documento de 2008, contiene información de entrada muy interesante y un buen conjunto de referencias para seguir profundizando en el tema, lo cual justificó su traducción.  Es el segundo documento de Siemens que traduzco (el primero fue el artículo seminal sobre conectivismo) y muchas cosas han ocurrido desde mi primer encuentro con estas ideas.

Por un lado, cada vez pienso más que la discusión acerca de si el conectivismo es o no una teoría de aprendizaje es algo estéril.  Tal vez me pongo bastante pragmático, pero llegar a un acuerdo acerca de si lo es o no consume recursos importantes, y tal vez nos distrae de la posibilidad de lanzarnos a experimentar (liberarnos de los límites de la teoría, tal vez?), algo que veo cada vez más relevante después de la experiencia que he tenido en este año con ArTIC.  De poco nos sirve contar con personas convencidas de una teoría específica, si su práctica sigue siendo la misma de siempre.  Con ArTIC he visto la utilidad de iniciar por lo práctico, para luego nombrar las experiencias vividas y sustentarlas desde lo teórico.  En ese sentido, lo teórico se convierte en algo que permite comprender mejor la práctica y que la potencia, no en un marco que limita sus posibilidades (como me temo que ocurre en más de un caso en nuestra región).  En síntesis, en lo personal prefiero ver al conectivismo como un conjunto interesante de principios de diseño, que proponen un énfasis distinto al que parece acompañarnos en los espacios educativos durante tanto tiempo.  Un énfasis más orientado al aprendizaje.

Tal vez lo que menos me convence del documento a esta altura es lo que indica al final del penúltimo párrafo: ¿será que en realidad necesitamos que los educadores comuniquen los conceptos del conectivismo?  Yo tengo mis dudas, pues no veo mucho sentido a que el cambio en la forma en la cual se concibe el aprendizaje (que pasa más por razones socio-culturales) tenga que estar atado a un término específico.  Lo que me incomoda de la denominación ‘conectivismo’ es que, como cualquier otra etiqueta, termina generando clasificaciones artificiales.

El riesgo de quedar encasillado como ‘conectivista’ es que fácilmente pueden perderse de vista muchas otras perspectivas que marcan una práctica específica. En lo personal, me temo que mi práctica es bastante ecléctica.  Como no estoy casado con ninguna teoría, uso lo que mejor me ayude a lograr los efectos que busco en mi práctica personal.   Eso no quiere decir que la teoría no sea importante sino que no tendría por qué convertirse en una camisa de fuerza, mucho menos en un área como el aprendizaje, sobre la que aún sabemos poco (lo cual hace que me pregunte acerca del valor real de la conceptualización en algunas áreas que son excesivamente dinámicas y cambiantes, pero quedará para otro post).

Otra cosa llamativa en el documento son las etapas que propone, y la forma en la cual se refiere a algunas de ellas, como si fuesen parte del pasado.  Es importante mantener presente que este documento (al igual que cualquier otro producido por Siemens) se genera en el contexto social, cultural y económico de un país como Canadá, con una cercanía e influencia enorme de los Estados Unidos, con lo cual muchas de sus afirmaciones tienen que ser matizadas con las características específicas (a veces ignoradas) de nuestros contextos locales.

Lo malo de presentar las etapas de manera lineal es que se sugiere que hay un proceso progresivo en ellas (como el mismo documento parece proponerlo).  Pensando en mi percepción del asunto (obviamente limitada y anclada en mi propia experiencia) hay algunas cosas para decir sobre cada etapa propuesta:

Etapa uno: Me atrevería a decir que buena parte de nuestras iniciativas públicas todavía están bastante orientadas a esta etapa, y siguen empeñadas en concebir la ausencia de dispositivos como una carencia (brecha) que hay que resolver a toda costa.  Por otro lado, dada la rápida rotación y aparición de nuevos dispositivos, la infraestructura física sigue siendo teniendo un atractivo valor político para más de un dirigente de nuestra región.  En cualquier caso, según sugiere Siemens, las siguientes etapas construyen sobre esta.

Etapa dos: No logro ver todavía esta ‘fusión’ con áreas existentes en una gran escala, al menos en el sector educativo. Mi impresión es que hay un desconocimiento importante, no sólo de la base de investigación existente en las áreas que Siemens menciona, sino incluso de los libros de divulgación que indica como ‘populares’.  La barrera del idioma sigue siendo un factor importante aquí.  Y si bien puede haber algo de adopción del lenguaje de las redes, pareciera que ocurre sin un conocimiento de los lugares de los cuáles proviene.

Etapa tres: Aunque es cierto que Vygotsky es muy citado, la verdad no sé si hay una reflexión de fondo acerca de las transformaciones del aprendizaje, la cognición y el conocimiento ocasionadas por una perspectiva de red. De nuevo, me atrevo a decir que cuesta bastante trabajo hablar de conocimiento distribuido, y un síntoma interesante de ello es la limitada visibilidad (al menos yo la percibo limitada) de las ideas de Downes sobre conocimiento conectivo, que por momentos parecen un apéndice del término ‘conectivismo’.  Esto es llamativo para mi, pues pienso que la perspectiva de Stephen tiene unas implicaciones mucho más profundas que la de George.  Por otro lado, mi impresión es que buena parte del movimiento actual está todavía enfocado en las herramientas tecnológicas y en las técnicas de enseñanza, y muy poco en las concepciones sobre el aprendizaje que subyacen a ellas.

Etapa cuatro: Sin duda esta es la etapa más reconocible en nuestro entorno, gracias justamente a la predominancia de servicios como Facebook.   Ahora, aunque George habla de un “beneficio secundario potencial” (el “desarrollo de habilidades de pensamiento de red” por parte de los aprendices), la verdad me detengo a pensar en la mayoría de los usuarios frecuentes de servicios como Facebook que conozco y, francamente, no veo una comprensión mayor de tales habilidades a partir del uso de los servicios.  Yo lo dejaría en potencial deseable pero, como ocurre con frecuencia con los potenciales y promesas de la tecnología, ligado a otro tipo de acciones más allá del simple uso. En otras palabras, tales habilidades (que son MUY importantes!) no se van a desarrollar de manera automática.

Etapa cinco: La descripción de Siemens sugería que, para 2008, este proceso de exploración de las redes en la enseñanza y el aprendizaje era incipiente (a juzgar por las referencias que utiliza). Yo diría que el cambio en este sentido es marginal todavía. Es cierto que cosas como los cursos abiertos han generado un enorme interés recientemente, pero asociar esto con una comprensión de los principios de redes parece bastante optimista (sin olvidar que los distintos cursos abiertos -incluyendo a los MOOC- pueden ser MUY distintos entre sí en términos de diseño y objetivos).

Al final, creo importante señalar que gran parte de nuestros esfuerzos parecieran estar todavía enfocados en los contenidos (cómo producirlos, cómo almacenarlos, cómo ‘virtualizarlos’ -ouch-) o en la discusión entre contenidos y competencias (cómo transformar los currículos, cómo evaluar las competencias). Así que, en general, el desarrollo de una “comprensión desde las redes” (lo que yo llamo “pensar en red“) está, en el mejor de los casos, apenas empezando en nuestros espacios educativos y de aprendizaje.  El gran problema es que, como dice George, el término ha sido usado para decir tantas cosas que discutir al respecto se vuelve muy difícil. Todavía hay quienes piensan que una red se define con un ‘documento marco’ que expresa el eventual interés de instituciones por colaborar entre sí. Y mientras tanto, la práctica sigue igual.

Luego de esa reflexión, aquí está la traducción (finalmente, dirán algunos :) ):

Una breve historia del aprendizaje en red

George Siemens, 2008 (original en inglés)

Traducción: Diego Leal, 2011 (PDF, permite descarga y comentarios en línea)

Comentarios y sugerencias pueden ser incluidos aquí, o directamente en el documento. :)

Sobre la relevancia de la educación…

Hace dos años, cuando estuve en Open Education 2009, tuve la oportunidad de reencontrarme con varias personas a quienes conocí durante mi estancia en el Ministerio de Educación de Colombia, así como de ‘desvirtualizar’ a muchas otras a quienes habia conocido en línea.  Tuve también la oportunidad de preguntar a varios de ellos acerca de la relevancia de la educación: ¿es importante? ¿por qué? ¿cómo hacerla más relevante?

Las personas a quienes entrevisté son parte de un grupo muy especial, del cual he aprendido muchísimo en los años anteriores y que en conjunto reflejan el tipo de práctica que he intentado emular desde lo que me gusta llamar “el gran cambio de 2006″.  De estas personas, entre otras, provienen muchas de las ideas, comprensiones y retos que he podido explorar en este tiempo, así como el ethos bajo el cual intento desarrollar mi trabajo. Estas personas son, de algún modo, parte integral de la comunidad de la cual me siento parte. :)

Por eso estas entrevistas fueron especiales. El asunto es que, como para variar, el tiempo fue pasando y, aunque las entrevistas fueron publicadas, nunca llegué a realizar la traducción correspondiente.

En días pasados, gracias a Verónica Perrone (via #ArTIC), volvió a mi atención Universal Subtitles (UnSub), un proyecto apoyado por la Fundación Mozilla, que plantea una lógica parecida a la de DotSub (transcribir y subtitular videos) pero con un giro interesante: Al contrario de DotSub, UnSub no incluye los videos en su propia plataforma sino que simplemente los referencia a través de un reproductor, el cual es complementdo con una sencilla interfaz de subtítulos basada en HTML5.  Nada mal.

El gran diferencial de UnSub? Su interfaz de transcripción/sincronización, que es MUY superior a la de DotSub (en términos de simplicidad).  Lo que era un proceso bastante dispendioso (obviametne, si uno quería que quedara bien) se simplifica enormemente.  Además, UnSub facilita la resincronización de traducciones, y no bloquea la transcripción original una vez ha sido terminada, lo que quiere decir que cualquier conjunto de subtítulos puede ser mejorado en cualquier momento.

Pensando en el momento en el que nos encontramos en la 3a cohorte de ArTIC (pensando en el “para qué”), decidí cacharrear un rato con UnSub, y terminé completando las traducciones de las entrevistas que hice en OpenEd en 2009. Lo bueno de ellas es que no pierden vigencia.  ¿Lo interesante? Que en conjunto muestran una perspectiva muy amplia frente a este tema, que pasa por los recursos usados, los problemas de la evaluación, la distinción entre “la” educación y “una” educación (sutil pero importante), su función cultural, la diferencia entre educación y aprendizaje y su papel en el mundo del trabajo.  Además, las entrevistas contienen algunas ideas sencillas pero poderosas respecto a elementos que ayudan a repensar la labor de la docencia.

Si pudiera volver en el tiempo, aprovecharía para incluir algunas entrevistas que no tuve oportunidad de hacer: Scott Leslie, Alec Couros, Alan Levine y Jim Groom, o a Nancy White, que no llegó a OpenEd por causa de un resfriado.  Por lo pronto, las que hice son igualmente valiosas:  Stephen Downes, David Wiley, D’Arcy Norman, Sylvia Currie, Gardner Campbell, Brian Lamb, Leigh Blackall y Tony Bates.  Un verdadero lujo. :)

Y bueno, ojalá sirvan para disparar ideas, comprensiones, curiosidad y discusiones. Para eso fueron realizadas.  Por cierto, no está de más decir que, como las grabaciones son de 2009, varias de estas personas ya no están en los cargos o instituciones que están en los videos (es el caso de David Wiley y Leigh Blackall). Con eso dicho, aquí están las entrevistas, usando la interfaz provista por Universal Subtitles, y organizadas alfabéticamente por apellido:

(Me temo que los códigos embed de Universal Subtitles aún no funcionan tan bien como esperaba -al menos en WordPress-, así que fue necesario poner enlaces en lugar de videos. Ni modo.)

Cosas que definitivamente le faltan a Universal Subtitles todavía: la posibilidad de hacer playlists, un reproductor menos temperamental e inclusión automática/sencilla (como en VopPod) de videos alojados en otros servicios.  Sin embargo, queda logrado un pendiente menos. :)

Ampliando la perspectiva

En los últimos años me he encontrado varios documentos (y otro tipo muy variado de insumos, por supuesto) que me han permitido percibir cosas que no había percibido antes. O que, en algunos casos, reflejaban bastante bien mis percepciones y en esa medida servían para dar un piso más sólido a las intuiciones que iba construyendo.

Eso me ocurrió, por ejemplo, con el texto de George Siemens sobre conectivismo, o con la charla de Stephen Downes sobre redes de aprendizaje o sus ideas sobre el futuro del aprendizaje en línea, o con el artículo de Michael Wesch titulado Anti-enseñanza. En todos los casos, el interés que estos documentos despertaron en mí me llevaron a traducirlos de manera voluntaria, como una forma de enriquecer mi comprensión de los temas que trataban (es mucho lo que se aprende durante estos procesos de traducción), pero también para habilitar el acceso a estas ideas a muchas otras personas.

Por razones de tiempo, en algunos casos en lugar de hacer una traducción completa compilé las ideas esenciales de esos documentos en presentaciones (como en este o este caso), pero también porque el contenido no parecía tan importante después de todo (o habían otras personas realizando traducciones).  Hacía rato no encontraba un documento que me inspirara a traducirlo.

Este cambió hace unos meses, cuando encontré (no recuerdo cómo) el trabajo de Mark Federman, un investigador de la Universidad de Toronto que en una charla de 2005 proponía unas ideas sobre el impacto de la tecnología en la sociedad que yo no había visto con claridad antes (a pesar de que resuena con el trabajo de Marshall McLuhan o Neil Postman).  Diría que su forma de exposición me llevó a ver cosas que no me había comprendido antes, y me ayudó a lograr una perspectiva más amplia, con más raíces históricas, que de alguna manera se ha integrado (de manera muy sutil) en ArTIC.

La lectura fue inquietante y tranquilizante a la vez, a pesar de algunos puntos de desacuerdo y de los años que ya pasaron desde que la charla fue realizada. Igual, el panorama que propone le permite seguir teniendo vigencia.

Tal vez la sección más importante del texto, para mí, es la siguiente (para que se anime a leerlo! :) ):

…a medida que el modo dominante de comunicación cambia, también lo hacen los modos dominantes de conocimiento y de autoridad, y también cambian el acceso al conocimiento y la autoridad.  Y es casi innecesario decir que debemos esperar que se produzca un período de disrupción máxima para la sociedad y la cultura en aproximadamente el punto medio del lapso de transición de 300 años. Aproximadamente en el punto donde Platón habló sobre la prohibición a los poetas y los sofistas, mientras denunciaba la desaparición de la sabiduría. Aproximadamente en el pico de las guerras religiosas en la Europa de finales del siglo XVI e inicios del XVII. Más o menos donde estamos ahora.

Buena parte de esto no era nuevo para mi, pues hace parte del discurso que vengo escuchando desde hace años.  No obstante, dos cosas resultan especialmente llamativas:  Primero, no es la primera vez que una disrupción de esta escala ocurre (y la sustentación que hace Federman es realmente interesante) y, segundo, lo que estamos viviendo ahora tiene sus orígenes hace más de 150 años atrás, así que no es un asunto de si los celulares  o los computadores aparecieron o si la web 2.0 genera no-sé-qué, o si los jóvenes de ahora son de tal o cual manera. Para bien o para mal, estamos en la mitad de un proceso cuyo origen parece muy distante, y cuya resolución resulta, simplemente, imprevisible.

Comprender esto tiene enormes implicaciones para cualquier persona que participe en procesos educativos de cualquier tipo, por lo que encontré muy valioso realizar una traducción de la charla.   Como digo, aunque en ella hay muchas ideas que uno se ha encontrado en muchos otros sitios, la mirada desde la que las aborda da una perspectiva histórica que, al menos para mi, resultó invaluable.

Por otro lado, mucho de lo que Federman menciona hace parte de mi práctica actual, por lo que no sólo resuena sino que me sugiere que mi intuición ha sido correcta hasta ahora, y que lo que estamos haciendo en cosas como ArTIC va por buen camino.  Al mismo tiempo, me mueve a intentar cosas más ambiciosas, que potencien lo que hemos visto ocurrir en los meses pasados.

Así que aquí está la traducción:

Por qué Juanito y Juanita no pueden leer y por qué el Sr. y la Sra. Gómez no pueden enseñar

Mark Federman, 2005 (PDF original en inglés)

Traducción: Diego Leal, 2011 (PDF)

Como es habitual, comentarios y recomendaciones de mejora para la traducción son bienvenidos, al igual que cualquier oportunidad para conversar al respecto. :)

Cebollas y tecnología educativa: pensando en el “para qué”

Hace poco más de tres años, en una de mis primeras presentaciones de mi etapa post-Ministerio, traté de articular diversos aspectos de la educación y la tecnología (como los percibía en ese momento) usando como metáfora una cebolla.

A esa presentación siempre le he tenido bastante cariño, pues me ayudó a articular unas pocas claridades y un montón de preguntas que quedaban abiertas. En especial, aquellas relacionadas con los fines de la educación, una discusión que hasta el momento era algo ajena para mi.  En la presentación trataba de articular algunos aspectos que me inquietaban respecto a esos fines, y proponía que los fines a los que le apostamos dependen en buena medida de la perspectiva desde la cual vemos el mundo (algo que suena obvio ahora, pero en fin).

La parte final de esa presentación articulaba algunas ideas que más tarde se incorporaron a los talleres EduCamp, y que de hecho fueron mis primeros intentos por aclarar mi percepción del tema de Ambientes Personales de Aprendizaje. En retrospectiva, y siendo auto-crítico, la presentación era más una exposición de diversos temas con los que estaba en contacto en la época que una reflexión que evidenciara mi punto de vista personal. Pero de eso se trata el aprendizaje, a fin de cuentas, no?.  De empezar con simple información y generar conocimiento personal.  Hace tres años yo estaba más enfocado en la información, sin duda.

Por eso me resulta muy significativo regresar a visitar esa presentación después de tres años.  Midas Educa, una organización chilena (a través de su directora, Gloria Carrasco, quien me invitó a hacer otra presentación en 2009) y Ciberespiral, una organización española (a través de Pilar Soro), me invitaron a participar de un seminario en la ciudad de Concepción (Chile) llamado Aula 2.0: Tejiendo redes desde el sur del mundo, que se está llevando a cabo justo hoy, viernes 7 de Octubre.

Como parte de este seminario, realizaré un mini-Educamp de un par de horas (el primero que hago en Chile), y que servirá como antesala de la tercera cohorte de ArTIC (y del primer EduCamp completo en México, la próxima semana).  Adicionalmente, estoy participando en una mesa redonda llamada Competencia digital: aprender para enseñar, en la que inicialmente tendría 20 minutos para intervenir, que luego se convirtieron en 10 (!!!).

Ese reto me cayó de perlas para organizar mis ideas sobre un tema que abordamos en ArTIC y que tenía en el tintero: la pregunta del ¿para qué?.  Desde hacía rato quería regresar a mi presentación de las cebollas, y encontré que esta era una muy buena oportunidad para ello.

Contar con sólo 10 minutos me llevó a hacer algo que no suelo hacer: poner por escrito lo que voy a decir antes de decirlo.  Así que aquí está el texto de mi intervención no editada (alrededor de 13 minutos), que vuelve sobre las cebollas  y, en una lógica similar a la de la charla TED de Simon Sinek, transita entre el cómo, el qué y el por qué y para qué. Hay diversos datos y reconocimientos que, por tiempo, no quedaron en el ‘final cut’ (ja):

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Quiero usar mis diez minutos para hablar de cebollas. O mejor, para usar una cebolla como medio para compartir algunas reflexiones personales sobre la educación, el aprendizaje y la tecnología. ¿Por qué una cebolla? Porque permite diferenciar distintas capas y quitarlas para acercarnos a un posible centro, con el que se relacionan y del que dependen las capas externas. Una buena metáfora.

Mi tecno-cebolla educativa tiene varias capas. La más externa representa lo que parece estar en mayor movimiento cuando hablamos de educación y tecnología: su uso. Es esa capa de aparatos, dispositivos y, en un sentido amplio, tecnologías que aparecen continuamente a nuestro alrededor, y que impactan no sólo nuestro lenguaje y hábitos cotidianos, sino que abren posibilidades que hace 15 o 20 años eran parte de la ciencia ficción. Esta capa es bastante dinámica, tanto que puede resultar angustiante porque cuando finalmente creemos que la tenemos “bajo control”, cambia. Como es la capa más visible, es la que recibe mayor atención.

Durante años hemos invertido cantidades asombrosas de esfuerzo y dinero en “capacitar” a docentes para que hagan cosas con algunos pedazos de esta capa. Incluso hemos terminado algo frustrados porque, una vez termina el curso sobre herramientas de productividad, de lo que hay que aprender es de objetos de aprendizaje, y luego no se puede quedar por fuera la realidad aumentada o la web semántica, sea lo que sea que signifique. Es como si quedáramos atrapados en un ciclo sin salida.

Así que tenemos el problema de cómo “enseñar” a usar la tecnología. Y recientemente, hemos empezado a jugar con una idea curiosa. Hemos empezado a suponer que los niños y jóvenes contemporáneos tienen unas fantásticas habilidades automáticas de uso de la tecnología, de TODA tecnología, para cualquier fin. Y al llamarlos nativos, generamos categorías que nos ocultan la enorme diversidad de usos y de usuarios de la tecnología. Peor aún, terminamos suponiendo que la clave de la destreza tecnológica está en pertenecer a un rango de edad específico. Y que es cuestión de esperar a que los “nativos” releven finalmente a esa generación que, simplemente, no entiende la tecnología.

El problema es que al asumir esta postura, nos olvidamos de las particularidades sociales y económicas de nuestros países, y terminamos viendo el mundo (y su futuro) a través de los lentes de países desarrollados, con todos los problemas evidentes que eso genera. Basta con preguntarse en qué contextos sociales y económicos surge la idea de los nativos, para empezar a encontrar cosas que, por lo menos, tendríamos que reconocer como curiosas. Para empezar a encontrar que tal vez estamos entendiendo el mundo a partir de opiniones, no de hechos.

De nuevo, la capa más externa es la más visible, la más dinámica. Pero si hablamos de educación y aprendizaje, es obvio que no es la única.

Cuando pienso en los procesos educativos, veo otra capa más: la de las técnicas, métodos y modelos. Es una capa más establecida que la anterior, pero que ha sido impactada enormemente por ella. Aquí está todo lo que sabemos y practicamos en cuanto a didáctica, pedagogía y andragogía. Es, curiosamente, un área de estudio más o menos reciente, y que tiene una relación cercana con el establecimiento de los sistemas educativos formales en la segunda mitad del siglo 19, cuando el problema de la enseñanza (esto es, cómo enseñar) adquirió una relevancia estatal y se convirtió en una actividad profesional.

Aunque es obvio que la irrupción de la tecnología tiene que haber afectado a esta capa, diversos estudios sugieren que la modificación ha sido marginal, cuando pensamos en el panorama global. Esto se debe, entre otras cosas, a limitaciones de acceso que poco a poco tratan de ser resueltas con iniciativas como las de computación uno a uno o con el uso, todavía incipiente, de dispositivos móviles.

Pero, para el caso de algunos de nuestros países, a veces ni siquiera es un problema de actualización de métodos o de dispinibilidad de equipos. Simplemente, ese conocimiento no existe en algunas zonas, en donde los docentes de educación básica tienen una formación escasa. Aunque es algo que solemos dar por sentado, el fantasma de la formación de nuevos docentes y su calidad asoma la cabeza, para complicar el problema. Lo mismo, el asunto de los requisitos formales que debe cumplir un docente, que cambian de un país a otro y que a veces tienen que ser revisados cuando la realidad es más complicada que la prevista por las políticas.

Aquí, de nuevo, aparecen diversos programas de formación para resolver las deficiencias. A veces son cursos sobre temas específicos: webquest, o alguna de las muchas técnicas de diseño instruccional; o recientemente, documentos detallados que hablan de cuáles son las competencias que debe tener un docente frente al uso de la tecnología. Aquí aparece una palabra que siempre ha llamado mi atención pero que suele mantener un bajo perfil: “debe”.

Ese verbo es muy especial, pues pretende definir cómo se espera que sea el mundo, y cómo se espera que las personas actúen. Aunque tiene un bajo perfil, el ‘debe’ se convierte rápidamente en programas de certificación e indicadores (a veces nacionales) que garantizan que se esté cumpliendo de manera adecuada. Con mucha frecuencia, el ‘debe’ es decidido por personas y entidades que no necesariamente lo cumplen, sino que lo identifican como fundamental para lograr algún fin, sobre el cual tampoco suele discutirse demasiado.

Así que tanto la capa anterior como esta han empezado a estar teñidas por un “debe” definido por comentaristas (muchos de ellos), investigadores (no tantos de ellos), instituciones, gobiernos y organismos como la Unesco. El “debe” no es algo que cada uno de nosotros decida, sino algo que tenemos que cumplir, así no lo sepamos aún.

Pero lo más inquietante para mi, de esta segunda capa, es que suele convencernos de que existe “una” receta. Una respuesta mejor que las otras, un método, una técnica que sí sirve. Peor todavía, a veces nos convence de que esas recetas tienen que venir de otro lugar. De que alguien más tiene que encontrarlas y definirlas, y nuestra misión es simplemente absorberlas y replicarlas.

Más adentro de la cebolla, hay una tercera capa. La capa de las concepciones sobre el aprendizaje. Como notarán a este punto, uno podría decir que cada capa depende en alguna medida de las capas más internas, y tiene algún efecto en las capas más externas. Lo que no es claro es si ese efecto es siempre consciente o incluso visible.

Yo pienso que esa incidencia no sólo existe, sino que puede ayudar a entender por qué en ocasiones existe una brecha tan notoria entre el discurso y la práctica, algo que he notado a lo largo de estos años. Muchos de nosotros tenemos un discurso de avanzada, que habla del potencial y posibilidades de la tecnología, pero por alguna razón cuando observamos la práctica sigue siendo la misma de siempre, pero con computadores. Es curioso ver cómo muchas de las limitaciones históricas que la presencialidad nos ha impuesto siguen presentes en buena parte de nuestras experiencias de aprendizaje apoyadas en tecnología, cuando en muchos casos ya no existen. Pero volvamos a la cebolla.

En esta capa, encontramos ideas bastante consolidadas: las de diversas teorías de aprendizaje, que han intentado explicar desde el comportamiento y la cognición la forma en la cual las personas aprenden. Este proceso de búsqueda, que empezó con la imagen icónica del perro de Pavlov, ha generado tres escuelas más o menos definidas: el conductismo, el cognitivismo y el constructivismo.

Pero estas teorías, como toda teoría, son sólo una aproximación a un fenómeno. Si bien nos han ayudado a encontrar, para bien o para mal, técnicas y mecanismos que posibilitan y facilitan el aprendizaje, no son la respuesta final. Así que, cuando la capa de la tecnología se vuelve tan importante, se intenta darle un sentido a lo que implica en términos de aprendizaje, y aparecen discusiones sobre cosas como el conectivismo, en donde el foco parece estar en las conexiones, en lugar del comportamiento, la cognición o la construcción.

Aparece, también, una tensión interesante entre esta área que históricamente ha estado ligada a los procesos psicológicos y la neurociencia, que está generando mucha información nueva respecto a cómo ocurre el aprendizaje desde una perspectiva más biológica, o la teoría de redes, que está generando un montón de hallazgos curiosos que hablan sobre el papel de lo social y lo colectivo en el desarrollo personal. Curiosamente, estas tensiones y enfoques emergentes suelen llevar más a una competencia entre conceptos que a una síntesis productiva. Y mientras se discuten los conceptos, la práctica sigue en las mismas. Porque, entre otras cosas, a veces no es sencillo entender cómo los conceptos se llevan a la práctica.

Y como no hay tantos ejemplos demostrativos, no hay suficientes recetas disponibles para aprender y replicar. Pues la segunda capa nos convence de que las soluciones vienen de afuera.

Para mi caso personal, llegar a este punto de la cebolla requirió años. Así que, como podrán ver, no aprendo tan rápido como quisiera.

Pero la cebolla no termina aquí. Mi cebolla personal tiene un centro diferente, que me devuelve a una discusión en la cual las ciencias naturales y sociales no tienen tanta incidencia, así yo haya creído lo contrario durante mucho tiempo. El centro de mi cebolla, lo que informa y moldea todo el resto, corresponde a los fines de la educación, algo sobre lo que nunca me hablaron mientras estuve en el colegio o la universidad, y sobre lo que yo no hablaba cuando empecé como profesor de mi área, pues no hacía parte del currículo.

Tampoco recuerdo haber discutido acerca de los fines cuando trabajé como desarrollador o diseñador instruccional. Las capas externas de mi cebolla parecían ajenas por completo a esta discusión. Lo mismo las teorías de aprendizaje, que son apenas explicaciones de un qué, pero nunca se comprometen de manera directa con un para qué.

No obstante, es claro que esos fines existen, de manera explícita o implícita. Y con mucha frecuencia tienen que ver con ideología, proyectos políticos o económicos. Como en la segunda capa, decisiones que otros tomaron y que cada uno de nosotros vive sin pensar mucho al respecto.

Pienso que la reflexión personal acerca del para qué, que yo no hice en muchos años, y que percibo bastante incipiente en esta área, es fundamental para abordar de una manera diferente las capas externas de la cebolla. Es fundamental, porque al enfrentarse al problema y empezar a definir una posición personal, el sentido de las actividades de formación en las que intervengo cambia por completo.

Mi para qué actual es cercano al que ya ha sido imaginado en el pasado por personas como Dewey, Ilich, Postman, Freire, Holt o Bruner. Coincido con que la educación tiene una misión doble de preservación y subversión. Preservación de esas cosas de nuestra historia y naturaleza que nos permiten entender cómo y por qué estamos en donde estamos, y subversión del status quo para ayudar a nuevas generaciones a encontrar soluciones para los problemas que aquejan a nuestras sociedades, pero ante todo, para que esas nuevas generaciones lo hagan mejor de lo que nosotros lo hemos hecho.

Así que no se trata de capacitar mano de obra productiva, o de generar las competencias necesarias para conseguir un anhelado empleo como simple trabajador del conocimiento, o de volver más competitivo a tal o cual país. Desde mi propia cebolla, se trata de algo mucho más urgente: desarrollar las habilidades que permitan a una nueva generación navegar por un futuro que va a estar lleno de incertidumbres de todo tipo: climáticas, energéticas, sociales, políticas, económicas. Se trata de prepararnos para una transición que, aunque puede ser inevitable (aunque no lo creo), puede ser sensata si pretendemos sobrevivir en este planeta.

Mi para qué, mi fin personal en las actividades en las que intervengo, es estimular la autonomía de quienes hacen parte de ellas, propiciar la interacción entre ellos, reconocer y abrir la puerta a la diversidad de puntos de vista y resultados, y promover la apertura a nuevos puntos de vista e ideas. Estas cuatro condiciones son lo que Stephen Downes llama la ‘condición semántica’ que requiere el aprendizaje en red exitoso. Yo prefiero recordarlas usando la palabra AIDA.

Algo que me gusta de estas características convertidas en fines es que no tratan de comunicar cuál es “la respuesta”, sino que habilitan a cada persona a caminar su propio camino. Como lo pondría Marshall McLuhan, “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”.

Voy a devolverme ahora por las capas de la cebolla, para contarles un poco de cómo mi aproximación ha cambiado en los últimos años, a partir de este proceso.

Mi noción de fines está reflejada por una mirada respecto al aprendizaje que no se apoya en una única teoría, sino que trata de reconocer lo más útil en cada una de ellas pero dando algo de preferencia, hay que decirlo, al enfoque de las redes en el aprendizaje, y a la idea de que la red social externa corresponde a la red neural interna de algún modo, en un proceso de retroalimentación permanente. Cuando cambiamos dentro, nuestra percepción de la externo cambia. Y cuando lo externo cambia, inevitablemente cambiamos. Nos adaptamos permanentemente.

Tal perspectiva del aprendizaje se concreta en un ‘lema’ sencillo: ‘todos somos aprendices’. Curiosamente, en mi experiencia he notado que muchos de nosotros parecemos haber olvidado esto y que, cuando vivimos experiencias que nos ponen en contacto con esta idea, descubrimos que tenemos una capacidad mayor de la que pensábamos, y que todas las cosas que no sabemos son apenas oportunidades para seguir aprendiendo. ¿No debería la educación hacer esto?

Esos convencimientos sobre el aprendizaje impactan, por supuesto, los métodos y técnicas que he usado en mis experiencias de formación docente en los últimos años. Ahora busco propiciar espacios desestructurados y descentralizados, en donde el orden no está predefinido sino que emerge a partir de la interacción presencial o en línea entre personas. En donde cada cual puede elegir, dentro de un marco común, aquellas cosas que necesita o quiere aprender, para aprenderlas luego contando con toda una red de apoyo para hacerlo. En donde reconocer el ambiente personal de aprendizaje, esas circunstancias tan particulares y con frecuencia inconscientes que definen qué y cómo aprendemos, es una tarea clave para proceder a ampliar nuestras posibilidades.

Esas posibilidades incluyen, justamente, a la capa más externa de la cebolla. La tecnología se convierte apenas en un medio para llevar a cabo la interacción, para expresarse. Se vuelve una herramienta para amplificar nuestras posibilidades actuales, un componente que hace visible nuestra red social externa de manera que podamos empezar a hacer conciencia de su configuración y del impacto que tiene en nuestra red neural interna.

Cuando vamos de adentro hacia afuera de la cebolla, dejamos de estar al servicio de la tecnología para empezar a descubrir su potencial a nivel personal. Y cuando lo descubrimos, vemos también que, aunque podemos aprovechar muchas ideas de otras personas, será inevitable que hagamos nuestras propias adaptaciones, en función de nuestras necesidades e intereses específicos. Dejamos de estar enfocados en el “qué” y el “cómo”, para pasar a pensar en el “por qué” y “para qué”.

Sobre todo, recordamos que biológicamente tenemos la habilidad de aprender y adaptarnos permanentemente. Y que podemos hacerlo, pues este no es el tiempo de los nativos, sino que también es nuestro tiempo. Estamos vivos, aquí y ahora, y tenemos la capacidad de observar el mundo, cuestionarlo y decidir cómo actuar ante él. Tenemos la capacidad de decidir que no nos gusta lo que vemos, y arriesgarnos a hacerlo mejor. No porque un documento, la moda o la publicidad lo digan, sino porque lo decidimos.

Lo que he aprendido y experimentado hasta el momento, me sugiere que en lugar de teoría respecto a cómo enseñar a aprender, algo que nos hace falta son modelos de rol que nos inspiren a actuar de una manera diferente. Está en nuestras manos ser esos modelos para quienes nos rodean. Depende sólo de nosotros el lanzarnos a “ser el cambio que queremos ver en el mundo”, como lo indicaba Gandhi.

Pero para hacerlo, tenemos que reflexionar sobre nuestra propia cebolla, empezar a descubrir nuestras propias capas y el centro desde el cual nos movemos. Quiero invitarlos a que este evento sea una excusa para preguntarnos ‘¿para qué?’, y arriesgarnos a responder de manera amplia, crítica y cruda. Ya no es una opción no hacerlo.

Para terminar quiero hacer un breve homenaje a alguien que murió hace un par de días, y que con una simple idea se convirtió en inspiración para muchos de nosotros, en muchos aspectos (Steve Jobs). Arriesguémonos a pensar diferente.

Muchas gracias.

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Todavía no estoy seguro de publicar las dispositivas, o hacerlo en un video con el texto editado.  En cualquier caso, me parece un buen síntoma descubrir que en este tiempo he podido crear una posición personal frente a este tema, que mi práctica se he visto impactada por estas ideas, y ha retroalimentado mis propias percepciones. Por otro lado, la reflexión evidencia mis rutas de interés actual (emergencia, sistemas complejos, teoría de redes, sociedad en transición, entre otras cosas), así como algunas preguntas que no tienen respuesta aún, y que redefinen las fuentes de información de mi PLE. Me pregunto, obviamente, en dónde estaré en tres años más, y eso hace que me sienta muy contento respecto al camino recorrido hasta ahora. Por supuesto, también me hace pensar en cómo (y por dónde) tiene sentido seguir.

Para mi, este ejercicio es una de las evidencias más claras de mi propio aprendizaje. Si mi blog no existiera, y si no asumiera las presentaciones como excusas para aprender, no podría tener esa evidencia. Una razón de peso para tratar de seguir escribiendo. :-)